Zoom a: Anatomía de Grey. Temporada 8. Capítulos 12 al 15

Las últimas entregas de Anatomía de Grey no podían ser más distintas entre sí. Por lo tanto es lógico que las reacciones al ver los episodios sean dispares.

El primero de ellos es un claro ejercicio de “¿Y si?”, tanto que ese es el título del episodio. Esto no sería un problema y podría ser hasta divertido si se hace bien. Pero no es el caso, los personajes no trasladan sus rasgos principales a ese universo alternativo y las situaciones ante las que se encuentran carecen de toda lógica o interés. Ni siquiera queda claro el mensaje del episodio ¿quiere decirnos que todos están destinados a estar con sus respectivas parejas? ¿Entonces, por qué la única que acaba con su pareja en el mundo real es Meredith? Es un episodio sin ningún tipo de sentido y absolutamente carente de interés.

No se puede decir lo mismo de los dos siguientes. Con el respiro de felicidad que proporciona la trama de Meredith y Derek con su hija, Sonda Rhymes puede centrarse en el auténtico peso pesado de esta serie: Christina Yang.  Y es que es conmovedor ver cómo en dos episodios el matrimonio de la doctora cae en picado. Vemos como Owen reclama su espacio, como la sombra de ese hijo que al final no fue está ahí entre los dos.

En cuanto a los demás, Bailey sigue aportando episodio tras episodio ese toque de humanidad que a veces se les olvida a los cirujanos del Seattle Grace. Alex Karev continúa luchando contra sus demonios internos mientras se convierte en un pediatra mejor de lo que él mismo se imagina. Y Mark Sloan es tan buen maestro que podría darle clases al mismísimo Derek Shepperd.

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