A falta de pocos episodios para llegar al final de temporada, y posiblemente a la despedida de gran parte del elenco tradicional, las cosas en Anatomía de Grey no nos dan un segundo de respiro.

En primer lugar están desarrollando la historia de Christina y Owen, que van de mal en peor. Al aborto y el consiguiente distanciamiento de ambos por ese tema ahora tenemos que añadirle la infidelidad, confesa, de Owen y las pocas ganas de ésta de perdonarle. Aunque la idea de desarrollar despacio la crisis de esta pareja, lanzamiento de cereales incluido, me parezca una de las decisiones más acertadas de la serie; el hecho de añadir los “cuernos” a la ecuación me ha parecido una solución un poco facilona para darle más dramatismo a un tema que ya era suficientemente dramático por sí solo.

Por otro lado, vemos como Teddy se enfrenta a su viudedad. Primero de todo, este personaje gana enteros cuando es feliz, pero aún así la actriz está haciendo un gran trabajo con esta trama. Pese a que recuerda demasiado a la de Izzie, es de agradecer el toque de madurez y de fuerza que le han dado a Teddy. Otra escena de alguien tirado en el suelo del baño llorando en Anatomía de Grey ya resultaría excesivo.

Meredith y Derek son felices. Es remarcable porque felices funcionan mejor como personajes. Aunque fue un error volver a meter durante un capítulo a Meredith en neurocirugía.

Y por último Sloan y su maravillosa manera de hacer que todo a su alrededor sea hilarante. Además ya era hora de que le diesen reconocimiento y demostrasen que él también puede ser un buen jefe si le dejan.