El pasado enero volvió la familia Gallagher para presentarnos su segunda temporada en la que se alejan del original británico.

El primer episodio fue hilarante y estrambótico. Vimos cómo Fiona superaba la marcha de Steve. Cómo Lip lidiaba con la nueva situación de Karen, Ian intentaba ingresar en el ejército y Debbie dirigía una guardería en casa. Y por supuesto Frank haciendo sus chanchullos para ganar unas cuantas perras y seguir viviendo del cuento.

 Nos sorprendió el embarazo de Karen, queriendo alejarse de Lip y empezando una relación con Jody, un tío tonto pero tierno, aunque sigue igual de jodida que siempre. La vuelta de Steve-Jimmy casado con la hija de un mafioso brasileño mientras sigue colado de Fiona y el retorno de Mónica, la madre de la tribu Gallagher.

Ha sido una temporada bastante irregular con algunos episodios buenísimos, sobre todo al principio y al final, pero que se desinflaba un poco por la mitad. Aún así esta segunda temporada de Shameless ha tenido el mérito de poder hacernos reír y llorar y mostrar el carácter de los personajes sin sensiblerías o moralejas. Hemos visto a un Frank vulnerable y han demostrado que un personaje como él puede tener sentimientos, añadiendo capas más profundas que el de simple caradura. También hemos visto a Fiona soñar y nosotros con ella, aunque sabíamos que era imposible, y volver a la cruda realidad de una forma en la que sentimos la frustración, la decepción, la responsabilidad, la culpabilidad y el dolor de la primogénita Gallagher.

 Eso unido a los tres magníficos últimos episodios, con la vuelta de Jimmy intentando ganarse a Fiona y conociendo a su familia. El intento de suicidio de Mónica que deja en shock a toda la familia. Lip dejando y volviendo al colegio y a la casa. Y cerrando la puerta a tramas pero abriendo la ventana a otras igual de interesantes para la próxima temporada, que esperamos con ansia  y comentaremos aquí, en Programa Piloto.