Zoom a: Glee. Temporada 3

Marginados, perdedores, discriminados, diferentes… Todo esto nos prometieron en Glee y al final nos han mentido.  Ya era difícil imaginar que unos alumnos tan guapos, tan inteligentes y con tanto talento artístico fuesen los “pringados” del instituto. Pero es Ryan Murphy y en la primera temporada lo compras porque sí, porque es una serie y te divierte y hay música y drama adolescente.

Glee siempre ha sido absurda y con todos mis respetos a los seguidores de la misma, siempre ha contado con unos personajes absolutamente egocéntricos y egoístas. No lo digo como algo malo, no tiene porque serlo, es una ficción sobre adolescentes y cuando se está en la edad del pavo uno sólo mira su ombligo. Pero esta tercera temporada el surrealismo bien entendido ha dejado paso a un sinsentido absolutamente descontrolado.

Si algo se le debe pedir a una serie es que sea fiel a su esencia temporada tras temporada. El mensaje de Glee era que estar fuera de lo que se considera “normal” o “deseable”, era algo bueno, algo de lo que uno incluso puede sentirse orgulloso. Pero ¿Dónde queda ese mensaje si al final los conviertes en parte del sistema? Sólo al convertirse en ganadores los protagonistas consiguen lo que desean, sólo al adherirse al esquema preestablecido consiguen ser felices. Una serie puede tratar muchos temas y mostrar múltiples puntos de vista, pero toda narración tiene que significar algo y en esta temporada el mensaje de Glee se ha diluido.

El problema se encuentra en la misma estructura narrativa que la hizo grande, la independencia de unos episodios de otros hace que las tramas se pierdan, o sean menos intensas o profundas de lo que deberían ser. Tampoco la ha favorecido el hecho de recurrir a tramas absolutamente innecesarias para desarrollar (lo poco que se desarrollan) los personajes. Matrimonios adolescentes, alistarse a la marina, o quedarse casi ciego por uno de los famosos granizados y que lo único que te importe es cantar una canción…

¿Y entonces por qué ver esta tercera temporada? Si hay alguna razón para verla (aparte de la fidelidad o el interés en no dejar una serie a medias), son los números musicales. Quitando algunas excepciones han vuelto al nivel de la primera temporada con el plus de que por fin los actores han aprendido a coordinarse en las coreografías.

Esperemos que la nueva temporada traiga nuevos personajes e historias que les ayuden a recuperar el espíritu de la primera temporada.

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