Sigue notándose la ausencia de Allan Ball en el desarrollo de los capítulos de True Blood (Sangre Fresca). La relación sentimental de Sookie con los vampiros pasa a un segundo plano para centrarse en la Autoridad y en los personajes secundarios.

Precisamente de eso, de dar demasiada importancia a tramas secundarias que no tienen nada que ver con los protagonistas, es de lo que se acusa siempre a True Blood. Pero curiosamente esta temporada son las tramas secundarias las que están presentando más interés.

Los problemas de Tara al enfrentarse con su nueva condición y su búsqueda de aliados (aunque al final no salga muy bien) en Jessica nos están dando alguna de las mejores escenas del episodio. Fantástica la conversación con Jessica en Fangtasia y sus interacciones con Pam.

La Autoridad, en cambio, pese a resultar un punto de partida muy interesante de momento no está desarrollando todo su potencial. Salome y Nora permanecen en un segundo plano cuando deberían ser las reinas de la escena. Aún así los movimientos políticos que se derivan de la reaparición  del rey Russel prometen darnos momentos memorables.

Sam sigue sin encontrar una trama que desarrolle su personaje de una manera satisfactoria aunque parece que vamos a ver como sufre las consecuencias de la discriminación ahora que todo el mundo conoce a los cambiaformas y demás  seres sobrenaturales. No sólo se odia a los vampiros por ser peligrosos, sino a cualquiera que sea diferente.

El marido de Arlene se está enfrentando nada más y nada menos que a Ifrit y las hadas regentan un bar de burlesque. Esto es True Blood y no hay que buscarle sentido.

Y por último el cuarteto protagonista intentando dar caza a Russell. No están dando mucho juego de momento pero habrá que esperar al próximo capítulo a ver que nos tienen preparado.