Hace mucho que The Big Bang Theory ya no es lo que era. Sigue entreteniéndonos, sigue divirtiéndonos, pero esa serie que hablaba con humor y cariño del mundo “friki” ha desaparecido para dar paso a la típica sit-com de parejas que se ríe de los “nerds” y no con ellos.
Así, esta última temporada hasta el momento se sigue por inercia, aunque las audiencias en estados unidos sigan creciendo. Y no es que la serie sea mala, que no lo es. Al contrario han sabido muy bien solventar algunos problemas que estaban empezando a lastrar mucho las tramas. Así, en esta tenemos a Sheldon lo justo y necesario, Amy por fin ha desarrollado una personalidad diferente a la de su novio y Wolowitz ¡aleluya! Ha dejado (más o menos) el seno materno y empieza a madurar. Por ese lado todo bien.
El problema es otro, más profundo, la serie ha perdido su espíritu por el camino y no es lo único. Lo que están haciendo con el personaje de Penny resulta hasta doloroso de lo injusto que es, transformar un personaje dulce, ingenuo y divertido en una amargada cruel debería estar penado de alguna forma. Leonard tiene que luchar con uñas y dientes por una trama digna mientras los chistes son cada vez más gruesos. Han perdido el toque que les hizo famosos. Aquel humor que hacía que te reías de un chiste para científicos aunque no tuvieses mucha idea de lo que era un neutrón porque el guión era sólido y era bueno.
Esta temporada tiene visos de ofrecer más de lo mismo. Si te has reído hasta ahora te seguirás riendo, no como con Cómo conocí a vuestra madre que está degenerando a pasos agigantados, si nunca te hizo gracia este grupo de amigos no merece la pena que inviertas tiempo en verlos.