Fenómenos es una serie con sus cosas muy buenas y sus cosas rematadamente malas. Pero al menos lo intenta y en el piloto puso todo de su parte para gustarle a la audiencia con más o menos acierto.

El problema principal es que, como en muchas de las comedias españolas, confunden gritar con ser gracioso. Había momentos en que montaban un gallinero terrible. Por otro lado abusan de ciertos recursos que son un poco ramplones, como las caídas. Creo que  en este episodio he llegado a contar cinco trompazos. Que, no me entendáis mal, yo soy la primera en reírse cuando se cae Mr. Bean y me parece que la torpeza puede ser un gran recurso cómico, pero hay que usarlo con cierta cabeza porque los chistes cuando se repiten demasiado cansan.

Los personajes son arquetípicos hasta decir basta, aunque esto no es malo así de primeras, de hecho en este tipo de series casi siempre los personajes comienzan siendo exageradísimos y planos. Hay algunos que resultan más graciosos que otros, pero en general han intentado que todos tengan su momento de gloria. Aunque el locutor estrella resulta cansino los demás caen bastante bien, algo básico en este tipo de producciones.

Otro de los aciertos es apostar por el absurdo, las situaciones inverosímiles se suceden sin que Fenómenos tenga la menor intención de perderse en explicaciones: si quieres entrar en el juego entras, si no a otra cosa mariposa. No es algo que se vea mucho en la televisión hoy en día, esto de apostar por una línea que puede no contentar a todo el mundo. Es valiente y hay que reconocérselo.

En resumen, ha sido un piloto que le ha puesto mucho empeño (chistes sobre actualidad, personajes estrambóticos, etc.) pero que se ha quedado a medio gas. Se ha quedado en un punto en el que la serie puede ir hacia arriba y ser una nueva Aída… o darse el batacazo del siglo. Habrá que seguir pendientes.