Hacía mucho que no se veía semejante reacción de la comunidad de jugadores ante la actualidad más inmediata en torno a la industria de los videojuegos. Tampoco es que sea para menos, las dos grandes compañías del sector, con permiso de Nintendo, que sigue trazando un camino incierto para su Wii U, han presentado a las sucesoras de sus consolas de sobremesa: Xbox One y PS4. Sony se adelantó a Microsoft, espoleada en ganarle la partida en esta ocasión tras la ventaja que tomaron los estadounidenses en la actual generación de consolas con el temprano lanzamiento de Xbox 360. Fue una presentación que no emocionó a nadie pero que sin embargo dejó un buen sabor de boca. Una plataforma muy enfocada a los juegos y con una arquitectura similar a la de un PC con el fin de que los desarrolladores puedan programar sin los quebraderos de cabeza a los que están acostumbrados. Bien por ellos, falta que enseñen la consola, que será en el E3. Doblemente bien por aquello de que PS4 no requerirá conexión permanente a Internet y que permitirá la segunda mano. Sin embargo, ¿podría ser una verdad a medias?
Hay fuentes que aseguran que la gente de Sony tiene preparado algo similar a lo que acaba de anunciar Microsoft con Xbox One, un sistema que limitaría en cierta manera la compra-venta de los juegos de la consola en base a un código que se validará online una vez el producto cambia de manos, obligando al consumidor a pagar una tasa. De este modo, Microsoft ganaría algo y las tiendas como Game y GameStop, que prácticamente viven de ello, mantendrían su negocio a flote. Claro que es fácil pensar que es probable que ahora pasen a pagar menos dinero por la compra de los juegos para compensar la transacción a los de Redmond. ¿Quién pierde? Los usuarios.
Me parece que ambas compañías llevan meses lanzando globos sonda a ver cómo reacciona la comunidad frente a este nuevo modelo de negocio. No es que hayan obtenido una respuesta positiva, solo el enfado monumental de miles de jugadores que en un principio han renegado de la nueva Xbox y que poco a poco están dudando de esa compra segura que parecía PS4 ante la posibilidad de que haya gato encerrado. La pelota está en el tejado de ambas compañías, que en pocas semanas, con motivo de la feria más importante del año, descubrirán la otra mitad de sus cartas.
Y mejor que en estos días hayan tenido las orejas muy abiertas, porque al fin y al cabo la gente les está diciendo lo que quiere. Y lo que quiere es no tener que estar validando cada media hora el juego que han comprado por Internet para que comprueben que la versión que están utilizando es de primera mano, ni necesitar conexión sí o sí para utilizar su videoconsola, poder llevarse como toda la vida su juego de fútbol favorito a casa de un amigo para pasar una tarde de competición sin descanso, poder vender sus juegos cuando no están satisfechos con su compra o cuando se han cansado de un título determinado para reciclar ese dinero en juegos más novedosos. No quieren subir ese nuevo peldaño que muchos desarrolladores dan por supuesto que es la evolución de la industria del entretenimiento.
De nuevo, mucho cuidado porque aquí están en juego los próximos años y el futuro de dos verdaderos gigantes. Y no es que estén las cosas como para ir tirando el dinero. La gente valora más que nunca el desembolso que va a hacer en una nueva plataforma. Hoy por hoy no todo el mundo tiene 500 euros que gastarse en una nueva consola, suponiendo que el precio estimado sea correcto. Y si hacen un esfuerzo por reunirlo, no quieren trabas y más trabas. Quieren jugar como siempre han jugado, ¿o acaso tienen la culpa de que Sony y Microsoft no consigan el beneficio que desean porque no son capaces de vender sus novedades masivamente?
Recordemos lo que pasó con PSP Go, cuando se empeñaron en que nadie quería llenar su casa de cajas de juegos y que lo mejor era la descarga digital forzosa. Pues no, no era así. Cuando la gente compra algo, lo quiere físicamente, y el fracaso en ventas de la portátil evidenció que las cosas no avanzan a capricho de las grandes compañías. Hoy por hoy, se procura ofrecer los juegos en versión física y digital, aunque en mi opinión las ventajas de esta segunda opción no están justificadas. Si en verdad un disco, una caja y un manual cuestan tanto dinero, si además eliminamos intermediarios para su comercialización la cantidad a desembolsar por el producto debería ser mucho más reducida. Si no, pasad por una tienda y mirad el precio de, por poner un ejemplo, Far Cry 3. Luego, conectaos al bazar de Xbox Live y comprobad la diferencia. Veréis que es toda una tomadura de pelo.
Y es que hay veces que la obsesión de los grandes por conseguir beneficios llega a ser enfermiza. Me lo ha recordado la filtración de la patente de Microsoft para Kinect 2, con la que el dispositivo reconoce el número de personas en una habitación con el fin de (supuestamente) elevar la cantidad a pagar si se visiona una película a través del servicio online de Xbox. Es simple, a más gente mirando la pantalla, mayor el “alquiler” de dicha película. Realmente exagerado.
Pese a todo, compañías como Ubisoft intentan vendernos que, según sus previsiones, en los dos primeros años de la nueva generación PS4 y Xbox One venderán el doble que PS3 y Xbox 360. Curioso, y más teniendo en cuenta que la economía mundial hace 8 años no estaba tan oprimida como en la actualidad. Pero es que GameStop también han querido echar un capote a Microsoft diciendo que pese a toda la polémica la suya es la consola más reservada del momento. Y nos lo tenemos que creer.
No me gusta. No me gusta nada. No me gusta que estén bailando con los usuarios en vez de ser honestos y desvelar la política en ámbitos delicados como la segunda mano desde un primer momento. ¿Cuántas entrevistas a directivos de Microsoft hicieron falta para enterarnos más o menos de sus planes con los juegos usados o la función de validación online de los juegos? ¿Cuántos tuits ha recibido ya Sony rogando por que no tropiecen con la misma piedra que la competencia a los que han contestado con evasivas mientras deciden si arriesgarse o no? Todo pinta muy mal, apenas he leído opiniones de usuarios interesados en Xbox One como el centro de entretenimiento en el hogar, más allá de los juegos, que es para lo que la gente compra una consola. Tampoco hay confianza en que el catálogo inicial de ambas máquinas suponga un salto tecnológico considerable respecto a lo que hay ahora. ¿Realmente las versiones de Assassin’s Creed IV: Black Flag, Call of Duty: Ghosts o Watch Dogs para PS4 y Xbox One van a ser mejores que las de nuestra “viejas” compañeras?
En definitiva, habrá que esperar al E3 (del 11 al 13 de junio) para salir de dudas y confirmar nuestros peores presagios o respirar aliviados. Porque la tormenta en la que ahora mismo estamos envueltos es sin duda la tormenta del siglo.