Batman: Arkham Origins Blackgate se lanzó el pasado mes de octubre Ps Vita y Nintento 3DS con el fin de acompañar la salida de su hermano mayor para las consolas de sobremesa de manera ciertamente inteligente. Dadas las limitaciones de las portátiles, optar por un estilo de juego en dos dimensiones manteniendo los diseños y gran parte de la fórmula de la franquicia que iniciase Rocksteady a principios de la pasada generación le ha venido muy bien a esta propuesta que además ha preferido evitar repetir los acontecimientos de Origins y confeccionar lo que podría llamarse un epílogo de aquel.
No es que la historia sea especialmente brillante, sino más bien una excusa para volver a introducir al Caballero Oscuro en la prisión de Blackgate donde tendrá que hacer frente a un motín encabezado por tres de los dementes que tuvieron más protagonismo en su primera gran aventura como el héroe de Gotham, Máscara Negra, el Pingüino y el Joker, que parece que nunca puede faltar. Esto no significa que sea el único villano que encontraremos por los pasillos del recinto, ya que el juego guarda alguna que otra sorpresa, aunque sí podemos decir que Catwoman tendrá cierta importancia en una trama que sirve como nexo entre la precuela de Arkham Assylum y el resto de títulos, con evidentes guiños a lo que los veteranos de la franquicia habrán vivido los últimos años.
Para alegría de los fans, sorprende lo bien que ha sido trasladado el sistema de combate que tan bien conocemos, basado en el ataque y contraataque y en el que la desventaja numérica es contrarrestada por la agilidad y los recursos de Batman. Aunque la perspectiva lateral puede jugarnos alguna mala pasada a la hora de golpear a un objetivo o a otro, en líneas generales las peleas son muy satisfactorias gracias a su fluidez y a unas animaciones siguen estando a un gran nivel.
Más complicadas son las secciones de sigilo, donde a través de las rejillas del suelo o los postes del techo deberemos sorprender a guardias armados con ametralladoras que no dudarán en dispararnos si nos ven. Son, desde luego, mucho más simples y breves que las de las entregas para Xbox 360 y PS3, pero no podían faltar.
Por lo demás, la mecánica del juego va estrictamente unida a la configuración de los escenarios, laberínticos e intrincados, que iremos explorando y ampliando según vayamos encontrando nuevas claves de acceso y mejorando nuestro equipamiento. La batgarra para desprender paneles a distancia, los batarangs electrificados y el gancho para elevarnos a plataformas fuera de nuestro alcance son solo algunos de los habituales gadgets que tendremos en nuestro arsenal y que van a resultar esenciales para continuar nuestro camino, entorpecido constantemente por obstáculos y pequeños puzles que podremos resolver o simplemente esquivar atravesando conductos de ventilación o creando atajos con nuestros explosivos.
La vista de detective, a la que podremos recurrir en todo momento, nos dará información útil de todos aquellos elementos del escenario susceptibles de ser manipulados con alguno de nuestros artefactos, aunque hay que admitir que su uso ex excesivo y entorpece bastante el ritmo del juego. Por ejemplo, analizar una superficie que podemos detonar para que nos la fije como objetivo llega a ser algo tedioso si la acción ya es evidente tras llevar cierto tiempo jugando. Sin embargo, echar un vistazo minucioso a los escenarios es muy importante si queremos obtener todas las pistas de los casos que podremos ir completando de manera opcional o encontrando todos los ítems relacionados con los villanos de Blackgate que deberemos destruir.
La prisión se divide en cuatro áreas bien diferenciadas: los bloques de celdas, el complejo industrial, el edificio administrativo y el faro. Todas las zonas del juego, muy coherentes eso sí, cuentan con la sobriedad de la ambientación de las obras del hombre-murciélago, por lo que es inevitable tener a veces la sensación de que hay cierta monotoneidad visual.
Dado que los mapas son de gran complejidad, es habitual llegar a perderse en ciertos tramos de la aventura. Además, si tras completar un objetivo determinado hemos de salir de un sector para llegar a otro distinto, deberemos rehacer todo el camino a la inversa lo cual nos llevará tiempo. No nos ha gustado que al final del juego una de las misiones se base en volver a explorar las áreas que ya hemos completado, algo que da la impresión de servir como relleno y que carece de la emoción de las primeras horas de juego.
Más intensas son las batallas contra los jefes finales, algunas de ellas ciertamente originales y que requieren inteligencia más que fuerza bruta. Claro que en algunos casos vencer a nuestros rivales dependerá de memorizarse sus pautas de movimiento y ataque sin apenas margen para el error, algo normal en este género.
A nivel técnico, la Deluxe Edition demuestra que ha requerido de un notable trabajo por parte de Armature Studio para llevarse a cabo, ya que pese a no contar con apenas novedades, ha sufrido un evidente lavado de cara. Aunque alguna que otra textura en los escenarios evidencia sus orígenes para portátil, por lo general los personajes y la ambientación lucen dignas de Xbox 360, PS3, WiiU y Pc, las plataformas en las que estará disponible para su descarga. Por supuesto hablamos de un producto de calidad dadas sus características aunque un peldaño por debajo de Arkham City y compañía, algo que se admite sin ninguna vergüenza. Lo que no tiene éste que sí tenían aquellos son los doblajes en castellano, aunque los de la versión original son excelentes y cuentan con subtítulos en castellano, tanto para las escenas in-game como para las cinematicas recreadas como si de un cómic se tratase.
Batman: Arkham Origins Blackgate – Deluxe Edition tiene una duración de unas 6 horas, más unas cuantas si queréis encontrar todos los trajes, mejoras e items y completarlo al 100%. Lo que sí se puede confirmar es que, os dure lo que os dure, os divertirá y mucho, siendo en definitiva un buen juego del personaje más popular de DC y un buen complemento para una de las franquicias más destacadas de los últimos años que ha sabido adaptarse sin perder sus puntos fuertes.
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