‘Falling Skies’ nos mete el miedo en el cuerpo justo antes de su temporada final

Muchas dudas nos ha dejado el final de la cuarta temporada de la serie de TNT. Y lo gracioso es que no son tantas las relacionadas con sus enigmáticos últimos minutos, que ahora comentaremos, sino más bien sobre si los guionistas de esta serie van a lograr salir indemnes de la próxima tanda de capítulos, que según han confirmado concluirán la revolución de los Mason contra los alienígenas.

Como suele ocurrir, nos hemos encontrado con una sesión que nos ha dado una de cal y otra de arena, siendo injusto tildarla de buenas a primeras de fracaso. Y es que de Falling Skies nos ha gustado lo de siempre, el espíritu combativo de sus personajes, la guerra de guerrillas de los combatientes del sufridor Tom contra los pérfidos Espheni y las decisiones de sus líderes, siempre en esa línea que separa sus obligaciones militares de la familia.

Nos encantó ver a Mason convertido en ese héroe enmascarado del ghetto que, como Steve McQueen, despistaba a los guardias subido en su motocicleta preparando su gran evasión. Y a Cochise, definitivamente el último caballero andante intergaláctico, capaz de permanecer en la Tierra para seguir interfiriendo en las operaciones del enemigo y dar apoyo a sus amigos humanos aunque eso signifique alejarse de su padre en más de un sentido.

Pero claro, tiene tantos motivos para estar molesto con él como los propios espectadores de la serie. ¿Qué es eso de que las fuerzas Volm abandonaron el planeta justo después de que cayeran las defensas Espheni tras el ataque de los rebeldes que tantas bajas ocasionó? ¿Por no considerarlo un objetivo estratégico? ¿Estaban de visita entonces? ¿De verdad la construcción del cañón que supuso el hilo conductor de toda la tercera temporada no tuvo ninguna relevancia en el desarrollo de la trama? No podemos quitarnos la sensación de que los responsables de la serie han querido hacer borrón y cuenta nueva después de no saber demasiado bien qué hacer llegados a ese punto en el que la guerra ya es cosa de tres y en el que a aquellos que hasta ahora tenían el control empieza a irles mal.

Para ser honestos, ya veníamos sobre aviso de que Falling Skies empezaba a mostrar síntomas de desequilibrio, que no necesariamente de desgaste. La segunda mitad de la tercera temporada ya se había desarrollado de manera un tanto incoherente, con algunos episodios poco inspirados que empezaron a empañar lo que hasta entonces había sido un producto ejemplar de entretenimiento que había conseguido esquivar con aplomo ciertos berenjenales en los que no le hacía ningún bien meterse.

Falling Skies

Pero es probable que el mayor de esos berenjenales tenga un nombre propio y que se viniera gestando desde hacía ya mucho tiempo. Lexi, la hija de Tom y Anne, con su rápido crecimiento y sus poderes alienígenas ha querido ser el punto de inflexión de la temporada, aunque según parece no de la serie como en un principio imaginábamos, pero rompiendo esa sobriedad que hasta su regreso imperaba en la ficción.

Un personaje que ha resultado frustrante, especialmente por su radicalidad de pensamiento y sus idas y venidas que han conseguido marear a los espectadores capítulo tras capítulo. En un principio se presentó como adalid de la paz en esa especie de Shangri-La donde era adorada por sus fieles, entre los que se encontraba una irritante Lourdes cuyo personaje por fin acabó encontrando el descanso merecido después de que nadie supiera ya qué hacer con ella. Más tarde, Lexi bramó contra los humanos abandonándolos a su suerte dada su naturaleza bárbara y pendenciera sin que ni siquiera su madre y sus hermanos pudieran apelar a su humanidad o a sus lazos familiares. Y por fin, después de ser traicionada por los Espheni, ya convertida en un ser con poderes que ya hubiese querido Charles Xavier para su escuela de talentos, dio marcha atrás con el fin de reconciliarse con sus padres y ayudarles a llevar a buen puerto su misión en la luna.

No, su trama no nos ha encajado en la serie. Puede que por desequilibrarlo todo con sus desmesuradas habilidades, o por sus diálogos insulsos, o por no haber sabido entrelazar lo suficiente su trama con la de otros de los personajes principales, o quizás por ese estilismo inmaculado que en cierto momento procura incluso hacer un guiño a V, con aquel vestido rojo intenso, esa pose mesiánica y esos ojos inhumanos.

Falling Skies

Pese a ello, su final se nos antojó brusco. Sí, gracias a ella los humanos consiguen asestar un duro golpe a sus enemigos dejándoles sin energía en el planeta igualando un poco las cosas, un punto y aparte que probablemente definirá los acontecimientos del final de la serie. Sin embargo, creíamos que la hija de los Mason seguiría jugando un papel esencial en la historia que justificase toda la atención que ha recibido su personaje, aunque a juzgar por la conclusión de la temporada parece improbable.

Claro que nunca se sabe, ¿quién es la mujer de figura arácnida a la que Tom reconoce al instante tras despertar en su cama? ¿Podría ser Lexi? ¿O más bien su exmujer, a la que creía muerta? Ese es el gran misterio que nos tendrá en vilo hasta el año que viene, aunque el que escribe está más intrigado por saber cómo es posible que la nave de nuestro protagonista no fuese hallada por la flota Volm después de variar su trayectoria a causa de la explosión. Suponemos que los alienígenas no tienen los sensores del Enterprise, pero aún así… ¿cuán lejos pudo llegar para no detectarla y quedar oficialmente perdida en el espacio?

No podemos acabar nuestro repaso sin hacer mención a otros personajes importantes de la serie como Pope, que se confirma como un tipo inclasificable capaz de lo mejor y lo peor según sople el viento pero que por fin ha encontrado un alma afín con los rasgos de Mira Sorvino.

El capitán Weaver, que sigue siendo nuestro favorito, es sin duda el que ha recibido el golpe más duro tras perder a su querida hija, convertida en una letal alienígena tras ser objeto de unos crueles experimentos, reponiéndose parcialmente gracias a Matt, con el que siempre mantuvo una relación paterno filial acentuada por las justificadas ausencias de Tom.

Y, ya que hablamos de los hijos de Mason, decir que Hal y Ben por fin han logrado lo que desde hacía tiempo parecía irremediable, competir por el amor de Maggie, que se debate entre la fidelidad al primero y la atracción al segundo provocada por sus nuevos y flamantes pinchos alienígenas. ¿O es lo que nos quiere hacer creer? En definitiva, una trama un tanto obvia llena de momentos de los de “lo sabía” que ha sido parcialmente cerrada aunque de manera tan acelerada que resulta poco convincente.

En conclusión, Falling Skies tiene un desafío muy serio por delante, poner punto y final a una serie de ciencia ficción que lleva cuatro años entre nosotros de manera satisfactoria para los fans tras probablemente la temporada menos sólida de todas. No todo lo han hecho mal, han arriesgado y ciertos aspectos han supuesto un soplo de aire fresco, como poner por primera vez rostro a los enemigos alienígenas ya sin mediadores como Karen e incluso algunos guiños históricos como aquel internado infantil con tintes fascistas tan innecesario como intrigante. Y es que pese a todo, estamos lejos de renunciar a seguir viendo esta ficción hasta el final, y eso es que algo habrán hecho bien, ¿verdad?

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