La primera tanda de capítulos de la quinta temporada de The Walking Dead ya tocó a su fin, sin duda un deleite demasiado breve para sus fans a los que año tras año les cuesta más esperar ese molesto parón de varios meses para continuar viendo las desventuras de este grupo de supervivientes.
Hay que decir, eso sí, que sus guionistas cada vez planifican mejor los eventos de las diferentes temporadas con el fin de crear la sensación de que cada una de ellas bien podría ser dos de ocho capítulos. Y lo suelen conseguir, como ha vuelto a ser el caso, cerrando un arco argumental en una localización determinada y por supuesto con un fuerte impacto emocional dentro y fuera de la serie.
En esta ocasión, ese golpe se ha producido a costa de perder a uno de los personajes que más tiempo llevaban en el grupo y con el que la audiencia más se había encariñado pese a que nadie apostaba por ello tras su primera aparición en la granja de Hershel Greene. Hablamos de la joven Beth.
Pero es que muy poco quedaba ya de aquella inocente chiquilla aislada del mundo en la granja de su sobreprotector progenitor y con una peligrosa tendencia a escapar de los terrores que vagaban por doquier poniéndose un cuchillo en las muñecas. No, la huida continua con Rick y sus hombres y la muerte de tantos seres queridos en especial de su propio padre en tan brutales circunstancias la cambiaron, la hicieron ganarse ese título de “superviviente” que a estas alturas The Walking Dead no otorga a la ligera y la convirtieron en un miembro valioso de su grupo.
Beth aprendió a no morir a manos de los caminantes, a luchar contra ellos, a conseguir comida, a encender un fuego… pero en ningún momento llegó a perder esa humanidad que la hacían única y gracias a la cual desarrolló un singular punto de vista que la mantuvo en la línea de la corrección moral, esa que muchos otros han ido perdiendo gradualmente en pos del bien de sus camaradas y el suyo propio.
Lástima que, precisamente por ello, su tolerancia a las injusticias que se sucedían en aquel hospital de Atlanta fuera limitada, viéndose sometida a un desgaste físico y mental que la condujeron a ese último cara a cara con Dawn que concluyó con la muerte de ambas. Si fue algo innecesario y gratuito queda para la opinión del espectador, pero para el personaje interpretado por Emily Kinney no hubo lugar a dudas
Ahora toca preguntarse cómo afectará su pérdida a alguno de los miembros del grupo, empezando por Maggie, que pasa de la plena felicidad al descubrir que su hermana sobrevivió a la caída de la prisión cuando todos se dispersaron a contemplar su cadáver en los brazos de Daryl.
Sin embargo, presentimos que es éste último quien deberá soportar la carga más pesada tras la muerte de su amiga. Ambos nos dejaron al final de la cuarta temporada uno de los capítulos más memorables de The Walking Dead en lo que lleva de emisión, un pequeño paréntesis en el frenesí zombie de la serie en el que los dos, separados de los suyos, comprendían que estaban condenados a entenderse para salir adelante y que ninguno de ellos era tal y como el otro pensaba.
Un episodio intimista, bien escrito y que dejaba al descubierto mejor que nunca esos cambios de los que hablábamos que irremediablemente han sufrido todos y cada uno de los supervivientes, víctimas de las circunstancias, incluyendo el propio Daryl aunque se resistiera a admitirlo con todas sus fuerzas.
Sí, la muerte de Beth ha sido un duro revés para todos, y ha recordado a Rick y su compañeros que aunque no pueden renunciar a la idea de que el grupo sólo puede sobrevivir estando unido, en un mundo tan salvaje nadie es intocable y cada paso supone nuevos sacrificios.
En la segunda mitad de la temporada deberán hacer frente a esos demonios mientras se preguntan… ¿y ahora qué? La utopía de Terminus ya es cosa del pasado, y a juzgar por la revelación de Eugene como todo un fraude, la cruzada para llegar a Washington para conseguir una vacuna que salve al mundo ha quedado suspendida indefinidamente.
Honestamente, decir que el que escribe nunca tuvo fe en semejante prodigio. Y no es que no creyera la mentira de aquel genio con pinta de asperger como todo el mundo, más bien porque un final en el que todo volviera a ser como era y la pesadilla tuviera una feliz conclusión no resulta del estilo de esta serie. Es más, apostaría porque este giro de los acontecimientos ha sido introducido por los guionistas con precisión de cirujano como un guiño al espectador fiel, para que vuelva a poner los pies en el suelo y recuerde que nos encontramos ante una serie dramática y descorazonadora con gente en una situación irreversible y a la que no le queda otra opción que mirar hacia delante.
En los próximos episodios a más de uno le tocará levantarse, empezando por Abraham Ford, que deberá buscar la redención junto a los demás y no protegiendo a su mesías particular; siguiendo por Sasha, que al igual que le ocurrió a su hermano Tyreese ha perdido a su gran amor quedándose rota y sin razones para seguir; y terminando por el padre Gabriel, abstraído de la realidad por una marchita mezcla de fe y remordimientos y que deberá empezar a tomar importantes decisiones.
Pero no podemos acabar sin hacer mención a la escena final del capítulo, una licencia en forma de minutos extra que ha dejado de ser exclusiva del cine y que precisamente mantiene su misma finalidad, adelantar algo de lo próximo que veremos para provocar la máxima expectación.
Así, entendemos que el retorno del personaje de Morgan Jones (Lennie James) jugará un importante papel en la segunda tanda de capítulos. Es, además, una mirada a los orígenes de la serie y posiblemente la oportunidad de atar uno de los cabos suelos que nos ha dejado.
Para los que se hayan olvidado de él, Jones sirvió de apoyo a Rick en la primera temporada tras despertar confuso en el hospital y se hicieron buenos amigos antes de que el ex policía iniciase su marcha a Atlanta para encontrarse con su familia. Bastante más adelante, y habiéndo sido imposible contactar por radio, se volverían a encontrar en circunstancias bien distintas: el superviviente había perdido la cordura tras fracasar en su intento por proteger a su hijo Duane de los caminantes y se había atrincherado en un edificio lleno de armas y trampas que no tenía intención alguna de abandonar.
¿Qué le puede haber llevado a dejar su refugio? Es difícil decir si Morgan estará recuperado de su traumática experiencia o si seguirá siendo un sujeto con la mente quebrada y ciertamente imprevisible. Apostamos por lo segundo, pero una cosa sí está clara: no ha olvidado el nombre de Rick Grimes. ¿Quién podría?