Parenthood se ha despedido de la audiencia esta temporada. Y no lo podían haber hecho mejor, fiel a su estilo sin ser demasiado dramático pero si lo suficiente emocional para darnos una ración de ternura y humanidad cada semana. La vamos a echar mucho, mucho de menos. He aquí el relato de cómo viví y me preparé para el final de la serie.

Acabo de terminar de ver el penúltimo episodio de Parenthood y aquí estoy, llorando como una madalena. Solo queda un episodio para el final de la temporada, de la serie y no puedo dejar de pensar que me voy a quedar sin serie sobre una familia numerosa de clase media alta con reuniones que se convierten en espectáculos, con peleas, broncas, secreto y conversaciones por móvil. Me quedaré sin padres, hermanos, abuelos, hijos, nietos y sobrinos televisivos. Sin los problemas del día a día contados de forma brillante, escritos de forma maravillosa e interpretados de forma increíble.

Me quedaré sin la naturalidad, espontaneidad y honestidad de Parenthood. Porque Parenthood respira honestidad por todos sus poros. Se ve el cariño y el cuidado que todo el equipo desde el creador hasta el electricista pasando por el encargado del catering, el vestuario, la fotografía, los actores, el maquillaje, etc tienen por esta serie, por la audiencia. Y a lo mejor no es una serie que tenga premios, más allá del de la audiencia, pero es una serie buena y bien hecha. Y pueden quedarse tranquilos porque han contado lo que querían contar, la vida. Y nos ha llegado a todos los que les hemos seguido durante estos seis años.

Me quedaré sin mi ración semanal de ternura, lágrimas, sonrisas y emoción a raudales. Y aquí estoy deseando por un lado ver el último episodio y al mismo tiempo no queriendo que se acabe. Estoy sentada delante de la pantalla a punto de empezar a ver el último episodio de Parenthood. Esa serie que cogía el testigo de la película de Ron Howard de los 80 de mismo título que nos contaba la vida de los Braverman. Así que a ver ¿Qué tal?

Me siento emocional. Es lo que tengo que decir nada más terminar Parenthood. Es un episodio que cierra el círculo. No quería que muriera Zeek, pero han sabido darle la vuelta y celebrar su vida con ese partido de beisball que en realidad era la celebración perfecta para Zeek. Tampoco me sorprendió, nos llevaban preparando toda la temporada: la decisión de no operarse, que Amber tuviera al hijo y le llamara Zeek, que Sarah adelantara la boda. En los últimos cinco minutos nos muestran como continuará la vida de los Braverman y nos dejan tranquilos porque a pesar de la dificultades saldrán adelante.

Pero en este episodio también nos cuentan más cosas, como no renunciar a los sueños y dedicarte a algo que te llene, con lo que seas feliz. Todos sabemos que eso es muy difícil de cumplir, no todos podemos tener el trabajo que soñamos. Pero si en la entrada anterior que escribimos sobre esta temporada de Parenthood hablabamos de sacrificios en esta hablamos de no perdernos en la vida, pararnos unos segundos a observarlas y a disfrutarla. Porque de eso va este último episodio de Parenthood.

Un episodio perfecto, totalmente adecuado, con un final feliz que hace que tengas ganas de volver a ver la serie desde el principio y con sus guiños a los fans que la han seguido desde el principio. El retorno de Haddie, la aparición de ex Friday Night Lights, The Fever, el bebe de Julia y Joel. Adam encontrando por fin su vocación y Max una novia…Incluso los planos y eventos recuerdan a anteriores episodios como el plano final todos saliendo del campo de beisball después de juegar un partido abrazados, como el final de la primera temporada.

En definitiva un episodio que no defrauda y que encantará a todos los seguidores de la serie. Hasta siempre Parenthood, te tendré en mi colección de series.