Christina Hendricks marca el camino a la perdición en Hap and Leonard

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AMC trae a España esta miniserie basada en las novelas de Joe Lansdale en la que la estrella de Mad Men nos invita a disfrutar una ficción diferente e incorregible. A continuación, nuestras impresiones tras la presentación del primer capítulo gracias a Birras Series.

¿Dónde está la línea que separa lo que no pasará de ser una producción mediocre de la pura genialidad? Es una buena pregunta, y reconozco que cuando tengo entre manos una serie como Hap and Leonard no necesito estar mucho tiempo frente a la pantalla para empezar a darle vueltas a esta cuestión.

Por ejemplo, y desviándonos al ámbito cinematográfico, directores como Quentin Tarantino fueron capaces de crear ciertos subgéneros que, si bien tienen tantos defensores como detractores, asombraron al público con nuevas formas de narrativa y un sentido único de lo estéticamente transgresor. Sin embargo, a medida que sus carreras comenzaban a mitificarse, iban surgiendo coetáneos que bebían de las mismas fuentes expresivas pero que ante la poca trascendencia de sus aportaciones no hacían más que dar más valor al referente original.

La serie que estrena AMC tiene un no sé qué que no abunda en televisión. Lo agradecemos, pues en una parrilla en la que la mayoría de las ficciones están intensificando gradualmente el tono de sus historias y personajes, es bueno comprobar que unos pocos prefieren zambullirse en aventuras de corte más tradicional en las que la acidez de sus protagonistas y lo disparatado de sus situaciones marcan la tónica de los episodios.

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Hap and Leonard parte de una premisa que no llega a sorprender en ningún momento. Tampoco lo necesita. Su trama da comienzo cuando a un par de rufianes sin porvenir se les presenta la oportunidad de recuperar un jugoso botín con el que enriquecerse y comenzar una nueva vida. Un golpe de suerte que vendrá propiciado por la aparición de la ex esposa de uno de ellos, una femme fatale con la que por supuesto un encargo a priori sencillo se convertirá en un viaje lleno de complicaciones.

La serie, ambientada en el sur de los Estados Unidos a finales de los 80, basa su atractivo en un reparto bien medido y en el que sus actores principales funcionan como el mecanismo de un reloj. James Purefoy (Templario, Roma) es todo un experto en interpretar personajes endurecidos y taciturnos, mientras que Michael Kenneth Williams (The Wire, Boardwalk Empire) no necesita practicar esa cara de pocos amigos que tan bien conocemos.

En todo caso, la guinda del pastel hace gala de las sinuosas curvas de Christina Hendricks (Mad Men, Firefly), que una vez más asume un rol en el que parece sentirse de lo más cómoda. Pese a que su personaje, Trudy, no cuenta con el vestuario de su exitosa etapa en Madison Avenue, es imposible no ver similitudes con la Joan que con sólo una mirada traviesa era capaz de hacer que los hombres se rindieran a sus pies.

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Un trío, en definitiva, muy poco convencional que asume con cierta naturalidad unos diálogos cargados de humor negro y por momentos muy incorrectos, aunque a su favor diremos que cuentan con el comodín de tener entre ellos al irascible Leonard, que además de ser negro y homosexual, tiene la habilidad de proyectar hacia los demás todos tipo de bromas y comentarios jocosos antes de que el espectador pueda preguntarse siquiera si resultan adecuados o no.

Habrá tiroteos, comunas hippies, psicópatas indefinibles y también buena música. Entretenimiento atípico, que todavía no tenemos claro si resultará brillante o por el contrario un tanto descafeinado, pero entretenimiento al fin y al cabo. La apuesta es de sólo 6 episodios, pero desde el primer minuto hará todo lo posible para llamar tu atención.

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