Acosadores, asesinatos, padres adolescentes, drogas…La cuarta temporada de The Fosters (Familia de Acogida) ha estado cargada de tensión y drama exagerado.
Familia de Acogida era una serie agradable para ver en familia. Tenía su justa dosis de drama, hablaba de problemas cotidianos y universales, ponía los puntos sobre las ies de los problemas sociales que afectan a adolescentes y niños…Hasta que llegó la cuarta temporada y The Fosters decidió cargar las historias de dramas hipertensos.
El primer episodio ya venía con alta tensión al enseñarnos el protocolo que realizan las escuelas americanas cuando hay sospechas de un arma en el recinto escolar. Un episodio muy bueno en el que mostraba la tensión de la familia, los fallos y beneficios de ese sistema, pero sobre todo lo alarmante que es que exista un protocolo para este tipo de situaciones y que se llegue a ver como algo normal cuando no lo es, en absoluto.
El segundo ya empezaba con la escalada de drama innecesario con el exnovio acosador de Mariana, seguimos con la marcha de Brandon de casa para irse a vivir con su novia y el hijo de esta. Y continuamos con la necesidad de Callie de ser la salvadora del mundo. En esta temporada se ha puesto el disfraz de Veronica Mars y Nancy Drew y ha querido sacar de la cárcel a un chico con el que estuvo en una casa de acogida.
Callie como símbolo del sistema de adopción americano ya es un poco cansino, y ella y sus dramas también. Pero aún no hemos terminado, Mariana se ha puesto neurótica con robots y clases y el estrés que ella misma se carga y no decide otra cosa más que coger las pastillas de Jesús. Y Jude se ha introducido en el mundo de las drogas.
Todo muy divertido, ligero y entrañable. La temporada ha sido muy irregular pero sobre todo aburrida y predecible. The Fosters nunca ha sido una serie espectacular pero tampoco de las que da pereza ver. Esa es la sensación que te queda tras ver la cuarta temporada de Familia de Acogida, de pereza.