Me encantaría que escribir sobre series fuera mi trabajo, pero no lo es. Es mi pasión, como verlas. Al ver un episodio de una serie dejo de existir en este plano de la realidad para transportarme al mundo ficticio de dos dimensiones que hay delante de mi pantalla.
Al transportarme a este mundo vivo las experiencias de mis personajes favoritos, empatizo con ellos, vivo aventuras que jamas esperaría vivir en el mundo real, al menos mi mundo real, y hago cosas que nunca pensaría hacer.
Cuando veo una serie me emociono, me ilusión, lloro, río, a veces me da vergüenza ajena, y otras me sonrojo de adorabilidad. Me meto de lleno en teorías y pienso sobre las series, y sobre todo aprendo. Aprendo a ser positiva, a pensar en los demás, a ver y comprender distintos puntos de vista…Y quiero.
Las series me muestran al hombre perfecto con fallos, los conflictos de una relación perfecta de amistad, amor y profesional. Aprendo que las cosas importantes de la vida están en los detalles. A trabajar todos los días en ti, en tus relaciones y en lo que quieres.
Las series ponen en perspectiva la teoría de lo que debería ser una ambiente de trabajo, una familia, una amistad y una pareja. No dicen que tienen que ser así, simplemente te muestra diferentes variantes que pueden funcionar.
Y las quiero, las quiero todas. La televisión y las series me enseñan a desear y trabajar por algo bueno. Pero también es cierto que desvirtúan la realidad. Quiero un presidente del gobierno como Jed Bartlett, que mi relación de pareja sea como la de Eric y Tami Taylor. Tener una familia como los Braverman, o los Walker e incluso los Winchester. Quiero una relación de amistad como la de Cristina Yang y Meredith Grey. Quiero que la gente de mi trabajo, y mis amigos y mis padres y mis hermanos se conviertan en mi familia. Quiero que mi jefe sea como Charlie Skinner y mis compañeros como los bomberos de Chicago Fire, que te apoyan, te ayudan, te levantan el ánimo cuando dudas, te abrazan cuando triunfas, van contigo a dar un paseo para oxigenarte cuando te cabreas, te escuchan cuando necesitas desahogarte, te llevan de cañas cuando tienes un día de mierda, y se ríen contigo y crean un ambiente de trabajo en el que puedes concentrarte y sacar lo mejor de ti.
Pero todo eso no tiene por que pasar en la realidad. En la vida real no tienes un guionista ni un showrunner que te va a hacer sufrir durante el viaje pero te va a convertir en un héroe con final feliz, ni se va a sacar un as de la manga para hacerte superar los obstáculos. En la vida real no tienes la perspectiva global, solo la tuya y no puedes alejarte para ver mejor. En las series puedes saber lo que va pasar porque hay indicios, en la vida real no siempre. Y puedes trabajar duro en tus relaciones y en ti mismo, empatizar, apoyar, ayudar, abrazar. Pero eso no significa que la gente lo vaya a ver o te vaya a conocer.
Y al final lo que te queda es ser egoísta, saber que las series han desvirtuado tu percepción de la realidad, pero que no significa que no puedas ser idealista y no puedas hacer todo lo que te muestran. Puedes hacerlo por ti y para ti. Puedes trabajar para ser más optimista y alegre y positivo, puedes trabajar en tus relaciones con tus amigos y tu familia y tu pareja porque te hacen feliz. Y puedes trabajar en tu carrera y en tus relaciones profesionales. Puedes empatizar, y reír, y llorar, y apoyar y ayudar y luchar porque te hace bien a ti. Y tienes que saber que no es fácil, es muy duro y complicado y lo mandarás todo a tomar vientos más de una vez; pero seguirás porque es lo que quieres, por que cuando consigues una décima de lo que quieres te hace bien, y porque por mucho que lo quieras la vida no es una serie de televisión, es mucho mejor.