Se fue en calma y sin hacer demasiado ruido, del mismo modo que labró su larga trayectoria en el mundo de las artes. El veterano actor, que falleció el pasado viernes a los 91 años en el hospital Cedars Sinai de Los Angeles, tal vez no fuese esa gran estrella envuelta en un halo de glamour y reconocida en todo el mundo por el gran público como otros grandes de su generación. Sin embargo no muchos intérpretes han conseguido ganarse la reputación frente a las cámaras de la que gozó Harry Dean Stanton, que pese a acumular un gran número de papeles secundarios fue uno de los intérpretes más codiciados entre algunos de los más grandes cineastas como John Milius, David Lynch o Francis Ford Coppola por citar algunos de sus más cercanos.
El actor, originario de Kentucky, fue cocinero en un buque de guerra estadounidense durante la Segunda Guerra Mundial antes de volcarse en la interpretación, llegando a acumular participaciones en hasta 80 películas y multitud de cortometrajes y series de televisión. En sus primeros años en la industria se dejó ver en clásicos como La leyenda del indomable (1967) o Los violentos de Kelly (1970), así como en producciones para la pequeña pantalla tan emblemáticas como Rin Tin Tin, Los intocables, Hazañas bélicas, Bonanza, El fugitivo o Cimarrón.
Más adelante seguiría trabajando con grandes nombres de Hollywood en cintas como El Padrino Parte II (1972) de Coppola, Christine (1983) de John Carpenter o La última tentación de Cristo (1988) de Scorsese. Mención aparte merece su papel de Brett en Alien el octavo pasajero (1979), donde tuvo el privilegio de protagonizar una de las escenas más terroríficas y memorables del género y que sirvió precisamente para presentar a la criatura que lleva décadas atemorizando a los espectadores. ¿Quién no recuerda su búsqueda del pequeño Jonesy por los lúgubres pasillos de la Nostromo?
Su gran oportunidad llegaría de la mano de Wim Wenders con París, Texas (1984), una cinta en la que además de ser el protagonista absoluto recibió el aplauso de la crítica especializada y la Palma de Oro en el Festival de Cannes. El rostro melancólico y taciturno de Stanton fue el marco perfecto para una de sus actuaciones más íntimas y emotivas, dando vida a un hombre que deambula por el desierto intentando recobrar su memoria y poner en orden cada pieza de su desdichada vida.
Sus colaboraciones con David Lynch, ya fueran en el celuloide o en la televisión, también definieron la carrera de Stanton. Trabajó con el cineasta en Corazón salvaje (1990) y en la controvertida Twin Peaks: Fuego camina conmigo (1992), de hecho también se le ha podido ver en la nueva temporada de la serie de culto emitida este mismo año y que ha puesto el punto final al proyecto.
Completan su filmografía títulos destacados como La Milla Verde (1999) de Frank Darabont o Inland Empire (2006), de nuevo con Lynch tras las cámaras. Por otro lado, el actor nunca se avergonzó de sacar su vis cómica en películas como la simpática Abajo el periscopio (1996), series como Dos hombres y medio e incluso cameos como el que realizó en Los Vengadores (2012), donde se le podía ver vestido con el uniforme de un guardia de seguridad intercambiando algunas palabras con Bruce Banner.
Los estrenos pendientes de Frank and Ava y Lucky, en la que no sólo vuelve a ejercer como protagonista sino que además realiza una de las mejores interpretaciones de su carrera, es buena prueba de la pasión con la que Stanton ejerció su profesión prácticamente hasta sus últimos días.
“Ninguna película con Harry Dean Stanton o M. Emmet Walsh como actores de reparto puede ser mala del todo” – Roger Ebert, afamado crítico de cine.
Descanse en paz.