El Gran Libro Mágico no para de estornudar y el Gran Antonelli y Luiggi il Castrati, dos charlatanes con más morro que buena suerte, están dispuestos a averiguar qué ha pasado y salvarlo de las garras de la pérfida Virus antes de que el mundo de los cuentos termine de volverse patas arriba.
No es fácil divertir a los más pequeños de la casa. No se suele decir esto pero los niños tienden a ser los espectadores más exigentes. Su atención en seguida se dispersa, fluye, se escapa y sigue corriendo por esas mentes en continua ebullición de ideas, historias, juegos, etcétera. Por eso El Gran Libro Mágico es una función perfecta para ellos, continuamente están pasando cosas y lo más importante: les habla en un idioma que pueden entender… sin tratarlos como si fueran tontos. Lo cual es también una buena noticia para los padres porque ¡albricias, querido progenitor!: no te vas a morir de aburrimiento mientras un cerdo rosa hace chistes con poca gracia.
Por un lado tenemos el lenguaje de la tecnología: los niños ahora han nacido con un smartphone en la mano y aunque aquí virus sea la mala del cuento eso no significa que la tecnología sea algo malo o a ignorar. Los hashtags, twitter, los selfies (que ya nunca volverán a ser autorretratos), la Red… todo ese mundo compuesto por ceros y unos es parte intrínseca de su día a día, por eso es tan maravilloso verlo representado con desparpajo y sin negar ese puntito de narcisismo que caracteriza a la Red.
Pero que seamos multipantalla, que nuestros niños estén hipersocializados a través de sus dispositivos móviles y, por tanto, que puedan conectar con Virus y su mundo de una forma que nosotros – pobres adultos, por muy millenials que seamos- no podremos alcanzar a entender del todo nunca, no significa que haya que olvidarse de que no de píxeles vive el hombre. Así por las páginas de este libro, enorme, mágico y muy muy resfriado, se pasean una Caperucita con ciertos problemas de expresión, un conde Drácula al que han puesto a dieta muy a su pesar y un pirata sin pata de palo y un poco confuso. Todo ello aderezado con juegos de palabras, canciones y datos y curiosidades de esos mitos y leyendas que; adultos o pequeños, millenials o babyboomers; forman parte de nuestra identidad ahora y siempre.
¿Y qué decir de los actores? Estupendos es poco. Siempre he sentido mucho respeto por los actores de musical: yo, que canto como un cuervo con afonía y bailo como un playmobil, encuentro casi mágico que alguien consiga hacer las dos cosas a la vez y sin perder el resuello. Pero es que además se meten a los pequeños espectadores en el bolsillo desde el minuto uno y me apuesto cualquier cosa a que más de uno volvió cantando “No tengo miedo” a su casa.
En definitiva, un espectáculo de duración perfecta (nadie, nadie va a mirar el reloj para ver cuánto queda), divertido, musical y perfecto para pasar un rato la mar de entretenido con los más peques de la casa.
El Gran Libro Mágico está en el Teatro Reina Victoria los sábados a las 17:00h y los domingos a las 12:30h