Ninguna franquicia ha logrado mantener su nivel de excelencia optando por el modelo de entregas anuales. Basta con fijarse en sagas tan prestigiosas como Call of Duty para darnos cuenta de que el éxito de sus juegos no sólo tiene que ver con los recursos destinados a producir títulos cada vez más grandes y mejores, sino también con la capacidad reinventarlos cada cierto tiempo para que la fórmula siga siendo atractiva para el público, incluso para el más incondicional.
Assassin’s Creed lleva muchos años afianzado en una industria que le debe mucho, sin embargo los tropiezos técnicos de Unity y la falta de frescura de Syndicate provocaron que Ubisoft tomase la acertada decisión de darle a su sello estrella un año sabático para replantear varios de sus apartados y asegurarse de que llegaba al mercado con la solidez que merece un triple A de estas características.
Porque no, Origins no busca dar un giro de 180 grados a la saga. Nada más comenzar la aventura y tomar el control de nuestro personaje nos daremos cuenta de que la esencia de Assassin’s Creed sigue intacta, y quien no esté conforme debería empezar a pensar en probar otras alternativas. En realidad, lo que se ha pretendido a lo largo de su dilatado desarrollo ha sido revisar sus principales mecánicas e introducir aquellos elementos que a día de hoy prosperan en los principales juegos de mundo abierto y también en el género en el que se mueve.
Para esta difícil tarea la compañía francesa ha recurrido a uno de sus estudios más competentes, Ubisoft Montreal, cuyo equipo fue el encargado de desarrollar Assassin’s Creed IV: Black Flag, la mejor experiencia que hemos podido disfrutar en torno al credo desde que se cerrase la trilogía de Ezio Auditore. Con Origins no sólo han vuelto a demostrar que saben escoger a la perfección aquellos contextos históricos más sugestivos para los jugadores y que puedan enriquecer de por sí las historias que plantean, sino también plasmar en la pantalla escenarios de una escala asombrosa, vivos y capaces esconder pequeñas maravillas en cada rincón. Lo cierto es que parece mentira que el Antiguo Egipto no haya servido de tapiz para un mayor número de videojuegos dado el encanto, el misticismo y la fascinación que transmite, si bien estamos seguros de que no todos ellos hubiesen llegado a las cotas de excelencia del título que hoy nos ocupa a la hora de tratar en profundidad los tiempos del reinado de los faraones. Una época que cobra tanta relevancia o más que el propio protagonista del relato.
Hablamos de Bayek, un medjay que como el resto de los integrantes de su noble casta actúa como un protector del pueblo sirviéndose de su envidiable preparación militar y un perfecto conocimiento de la región a la que pertenece. Su cometido en Origins será librar a su patria de la llamada Orden de los Antiguos, un oscuro grupo de enmascarados dispuestos a hacerse con el control de Egipto y sus secretos a costa de corromper, asesinar y oprimir a las gentes de las distintas áreas que conforman el país.
Aunque las primeras horas de juego pueden resultar algo confusas, poco a poco el argumento se irá clarificando e iremos descubriendo cuáles fueron los trágicos sucesos que impulsaron a Bayek a abandonar su hogar en el oasis de Siwa y a perseguir sin descanso a los miembros de esta organización. Durante su viaje no sólo conoceremos a figuras imponentes como Cleopatra, Temístocles o Pompeyo Magno, sino que seremos testigos de cómo su causa cobra cada vez más envergadura siendo de una importancia capital para el futuro de Egipto y la verdadera semilla que dará lugar a la Orden de los Asesinos.
A pesar de que a juzgar por esta premisa sería fácil imaginar un protagonista de carácter taciturno y cegado por la rabia y la violencia, resulta inesperado comprobar que más allá de la culpa que atesora y su tristeza Bayek se relaciona con los demás con cortesía y buena disposición, actuando con serenidad y buen juicio e incluso bromeando en no pocas ocasiones con sus conciudadanos. Esto, que no significa que en algún momento pierda de vista sus objetivos, aporta muchos matices a su personalidad y lo convierte en un personaje ciertamente interesante, lo cual ayuda a reforzar un guión que se muestra siempre correcto y por momentos sorprendente.
A la hora de referirnos a la carga narrativa de Origins no sería justo centrarnos únicamente en la historia principal, puesto que el juego lo componen decenas de tramas paralelas que dan forma a las misiones secundarias que han sido trabajadas con especial esmero para que no se perciban con encargos anodinos con la única ambición de sumar horas y horas a la partida. No todas están al mismo nivel, pero las hay muy memorables y bien hiladas. Eso sí, pese a la variedad de situaciones que nos plantean, a veces tendremos la sensación de que se abusa de ciertas mecánicas como por ejemplo la infiltración en campamentos militares en los que recuperar cierto objeto o rescatar a alguien. No son perfectas, pero tampoco podemos decir que se hagan tan repetitivas como las de otros sandbox como Ghost Recon: Wildlands, que a pesar de sus muchas virtudes descuidó excesivamente este aspecto.
En esta ocasión, estamos hablando de un Assassin’s Creed en el que se ha introducido un fuerte componente de RPG. Nuestro personaje no sólo irá subiendo de nivel una vez vaya completando misiones y realizando encargos, lo que se proporcionará una mayor fuerza y resistencia, sino que además ganará puntos de habilidad con los que ir progresando en un amplio árbol de habilidades dividido en tres ramificaciones perfectamente definidas –guerrero, cazador y vidente- y que desbloqueará destrezas como un mayor dominio de nuestro arco, permitiéndonos ralentizar el tiempo para apuntar incluso a mitad de un salto, o preciados recursos con los que salir airoso de las peores situaciones como bombas incendiarias o dardos narcóticos, por mencionar sólo unas pocas.
Desarrollar nuestro personaje y prepararlo adecuadamente para los desafíos más duros también implicará mejorar nuestro equipo, con armas más poderosas tanto de corto como de largo alcance que podrán ser optimizadas aún más gracias al trabajo de los herreros y artesanos que iremos encontrando en los poblados. También podremos reforzar nuestro peto, perfeccionar la hoja oculta o aumentar la capacidad de nuestro carcaj obteniendo diversos materiales durante nuestros frecuentes saqueos y sobre todo cazando diferentes tipos de animales, ya sean mansos o salvajes, cuya piel será un bien muy preciado.
Entrando en el terreno de la jugabilidad, Assassin’s Creed Origins presenta un sistema de combate que ha sido redefinido y que podríamos comparar con el de otros juegos como por ejemplo Dark Souls. Como podéis imaginar es bastante más asequible, pero la posibilidad de cubrirnos con el escudo, esquivar hacia los lados o lanzar diferentes tipos de golpe en función de la velocidad y potencia recuerdan a títulos con un marcado componente rolero. Funciona bien, aunque todavía tiene margen de mejora a la hora de agilizar ciertos movimientos y aproximarnos con mayor eficiencia a nuestro rival una vez pasamos al ataque. Además, cuando nos encontramos ante un elevado número de contrincantes las cosas se pueden poner difíciles ya que este tipo de combates nos obligarán a ir marcando a los rivales más cercanos y deberemos acostumbrarnos muy bien a los controles para no acabar dando estocadas al aire.
Más allá de estas consideraciones, no cabe duda de que se trata de un paso en la buena dirección y más teniendo en cuenta que los jugadores habituales se sentirán más familiarizados con este tipo de sistema. En todo caso, el sigilo sigue estando muy presente en el título dando la posibilidad de afrontar las misiones de una manera más sutil y que no requiera desenfundar nuestra maza, lanza o espada. Con la cuchilla siempre a punto, Bayek será capaz de escalar muros, deslizarse por los tejados en silencio, eliminar vigilantes con precisión gracias a su arco, camuflarse entre los arbustos, atraer a sus enemigos hacia sus trampas u ocultarse en distintos recovecos de los escenarios.
En estas secciones volveremos a encontrarnos con una inteligencia artificial un tanto ingenua, algo que ya es marca de la casa, pero que es capaz de reaccionar más rápido haciendo más complicado realizar muertes encadenadas, una táctica que era habitual poner en práctica en anteriores juegos cuando al ser descubiertos teníamos un par de segundos para ensartar al guardia de turno y silenciarlo definitivamente aunque nos hubiese sorprendido acabando con uno de sus camaradas. Da la impresión de que en esto tiene mucho que ver que la lucha cuerpo a cuerpo ha sido totalmente renovada, lo cual propicia que el enemigo se ponga en guardia mucho antes.
Para facilitarnos un poco las cosas, a nuestro lado tendremos siempre a nuestra fiel águila Senu, gracias a la cual podremos realizar reconocimientos aéreos que nos serán muy útiles para fijar la posición de nuestro objetivo, localizar los enemigos de los alrededores e incluso incapacitarlos temporalmente. Tiene una función muy similar a la del dron de Watch Dogs 2 y viene a mitigar la carencia de la visión especial que hasta ahora había estado presente en la franquicia. Aunque a veces se nos obligue a recurrir a ella de manera un tanto artificial al inicio de las misiones, lo cierto es que acabaremos llamándola muy a menudo.
La aventura de Bayek rebosa exploración y todo un abanico de misiones, recados y actividades, aunque merece la pena citar tres de ellas que se salen de la tónica habitual y son realmente divertidas. La primera son los combates de gladiadores, donde podremos alzarnos como el campeón del coliseo derrotando enemigos mucho más letales que la mayoría de los que nos encontraremos durante nuestras andanzas si dejamos de lado algunos jefes finales y los mortíferos cazarrecompensas.
En segundo lugar, las carreras de cuadrigas en las que emularemos al mismísimo Judá Ben-Hur compitiendo contra varios corredores que no nos lo pondrán nada fácil. Aprender a derrapar en las curvas, ir a rebufo de los que van por delante, arremeter contra nuestros rivales en el momento justo, azuzar a los caballos sin cansarlos demasiado o mantener el equilibrio cuando seamos embestidos será crucial para llegar a la meta en primer lugar. El estadio siempre estará ahí para nosotros, ya sea para practicar o para competir en torneos completos, y aunque las pistas pueden llegar a ser algo monótonas se trata de un añadido muy interesante.
Por último, las batallas navales. En esta ocasión no tendremos la libertad para combatir y trazar nuestras propias rutas como ocurría en Black Flag, aunque la extensión de agua en la que se nos permitirá luchar es bastante generosa. En estas secciones nos pondremos en la piel de Aya, la esposa de Bayek, una fiera guerrera que capitaneará un galeón cuyos tripulantes seguirán sus ordenes ciegamente. Su planteamiento recuerda mucho a lo visto en la película 300: el origen de un imperio, por un lado podremos cargar contra otras embarcaciones partiéndolas por la mitad tras acelerar a golpe de remo, lanzar bombas incendiarias para dañarlas o diezmar al enemigo con los arqueros. Por supuesto ellos también se defenderán, de ahí que se nos exija ser rápidos para cubrirnos con nuestros escudos cuando sus flechas caigan sobre la cubierta así como para contrarrestar sus maniobras. Este modo tal vez sea el más satisfactorio del plantel de minijuegos, si es que podemos llamarlos así, y reúne algunas de las mejores virtudes de las entregas anteriores que apostaron por la navegación.
Origins presenta un mapa de unas dimensiones sobrecogedoras, y si recorrerlo entero nos llevará decenas de horas de juego, sincronizar todas sus atalayas, hallar todos sus tesoros ocultos y visitar cada punto de interés supondrá una tarea titánica aunque también muy placentera. Y es que el mundo abierto de esta última entrega de Assassin’s Creed es probablemente el más bello que se ha creado nunca para un videojuego, lo cual no es moco de pavo ya que este mismo año hemos podido disfrutar de otros tan fabulosos como el de Horizon Zero Dawn o The Legend of Zelda: Breath of The Wild.
Cabalgando en nuestra montura podremos atravesar desiertos de cálida arena, desfiladeros, pantanos, pequeñas villas y ciudades concurridas y monumentales. La presencia de las grandes pirámides, los templos semienterrados y los obeliscos hacen que queramos sacar una postal de cada uno de nuestros viajes con el modo foto, mientras que internarnos en la naturaleza virgen hará que seamos testigos de un sinfín de detalles, como las garzas emprendiendo el vuelo al aproximarse nuestra barcaza o la presencia de ramas de palmera o ánforas flotando en el agua del Nilo.
También merece la pena destacar el esfuerzo realizado por crear un mapa verosímil, diseñado para romper constantemente con la monotonía pero introduciendo estos cambios de manera gradual, de tal manera que al pasar de una zona a otra no parezca que hemos viajado por arte de magia cientos de kilómetros a un rincón lejano de Egipto donde la orografía y la fauna son diametralmente distintas. La sensación de continuidad es sin duda uno de los grandes logros de un apartado en el que es necesario sumergirse para ser conscientes de su complejidad, el dinamismo que atesora tanto en los espacios naturales como en los urbanos y en definitiva de todo lo que tiene que ofrecer.
Gráficamente el juego está a la altura de las expectativas. El modelado de los personajes es excelente, aunque sea evidente que los protagonistas están más detallados respecto a los secundarios, y las texturas rayan un gran nivel, de hecho impresionan en ciertos lugares como en el interior de las tumbas, llenas de tablas jeroglíficas minuciosamente confeccionadas y que son un perfecto ejemplo de la pasión con la que se ha recreado la ambientación del juego.
Por supuesto un sandbox de estas características no se salva de algunos bugs, un buen repertorio de glitches y malas pasadas puntuales con el motor de físicas. Es algo inevitable, aunque por lo general aparecen en menor número y son menos significativos que en otras ocasiones, algo que es fruto de un desarrollo más prolongado.
El sonido cumple con creces, tanto en efectos como en lo musical, y por fortuna todas las voces están perfectamente dobladas al castellano. Eso sí, contrasta poderosamente el buen trabajo realizado con el doblaje de Bayek, al cargo del gran Jordi Boixaderas que dio vida al Rey Leónidas y a Máximo Décimo Meridio, frente a otros más flojos como el de Cleopatra, asignado a una Clara Lago que carece de la experiencia y buen hacer de varios de sus compañeros.
En conclusión, Assassin’s Creed parece haber devuelto a la franquicia al buen camino, sólo necesitaba tiempo y algo de valor para romper con algunos estándares que daban la impresión de haber quedado algo desfasados y que requerían una revisión en profundidad. Tampoco es que sea un juego innovador en nada, pero lo que hace lo hace bien y pocos títulos hacen gala de una propuesta tan completa y entran con tanta facilidad por los ojos.
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