Después del traspiés que supuso Iron Fist – al pobre Danny Rand Netflix no termina de pillarle el punto- y de que The Defenders fuera correcta pero poco más, The Punisher vuelve al camino correcto. Tiene sentido porque Frank Castle es un personaje que se adapta como un guante al estilo y el ambiente que ha establecido la cadena para este universo.
Posiblemente The Punisher sea junto a Luke Cage una de las más sociales de todas las series de Netflix protagonizadas por personajes de la casa de las Ideas. Steve Lightfoot ha creado una historia que abarca desde el control de armas hasta el estrés post traumático en los veteranos. Y mientras Cage era un entramado social de referencias, símbolos e iconos; The Punisher es, eso, como su personaje principal: sutil como un mazazo. Posiblemente por eso retrasaron el estreno debido al tiroteo en Las Vegas. Y posiblemente por esa exacta razón es tan necesaria, viendo el panorama político que hay en Estados Unidos ahora mismo.
Pero si hay algo en lo que destaca esta producción es en cómo trata el PTSD. Cada uno de los soldados, de los veteranos, que aparecen a lo largo de los capítulos lidian con sus efectos de diversas maneras, porque al contrario de lo que suele decir la ficción de ayer y de hoy: no todo el mundo reacciona ante los traumas de la misma forma. Se muestran los efectos de la violencia vivida, especialmente la infligida y sufrida por Frank, cada vez de una forma más profunda. The Punisher convierte así una adaptación de un cómic en un estudio de lo que estar expuesto a altos niveles de violencia puede hacer a la psique humana.
Eso sí, The Punisher no olvida el entretenimiento, que al fin de cuentas es lo primordial que se le debe pedir a un producto audiovisual. Las coreografías son brutales y dignas de ver, a diferencia del pobre Rand a Frank Castle sí que le han dotado de un estilo propio y identificable y a parte como ya se demostró en la segunda de Daredevil, Jon Bernthal tiene carisma de sobra para interpretar a Punisher. Sobra decir que hay violencia a espuertas.
Vamos, que aquellos escrupulosos o con poca afición a cualquier despliegue de sangre y gore… igual pasan un mal rato a final de temporada. Pero el mal trago merecerá la pena, os aseguramos que hay un propósito detrás de los salpicones.