Mindhunter, ¿Cuánto podemos acercarnos a la oscuridad sin que nos engulla?

Podría decirlo con más vueltas, pero voy a ser clara: pero qué bien escrita está Mindhunter. En una serie afectan muchas cosas, eso nadie lo duda: la ambientación, el showrunner, el productor… pero siempre he defendido que con un buen guión y unos buenos actores puedes suplir casi cualquier otra carencia que puedas tener y crear algo interesante. Afortunadamente este no es el caso y el guión no se queda solo ante el peligro -nunca mejor dicho- de hacer justicia a una historia llena de recovecos, de sombras y de monstruos que no se esconden debajo de la cama sino que te primero te invitan a un sándwich vegetal.

El descenso a los infiernos – por voluntad propia- del agente Holden Ford no sólo está escrito con una verosimilitud y una atención por el detalle impresionantes, es que además Jonathan Groff hace que el texto lata y respire, que tome en forma. Y esto se repite también con los personajes de Holt McCallany y de Anna Torv, que sobre el papel y en principio son menos agradecidos que Holden pero que a la postre resultan igual de fascinantes.

Mindhunter es muy consciente de que está contando una historia larga, compleja, que requiere su tiempo y que conecta con el espectador en diversos planos. Al igual que la mente de esos asesinos que estudian nuestros protagonistas, es un puzzle que se amplia y completa una pieza a la vez descubriendo la faceta más depravada del ser humano, intentando entender por qué alguien es capaz de llevar a ese estado y hasta qué punto podemos intentar comprender y acercarnos a la oscuridad sin que ésta nos engulla.

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