No es de extrañar que la nueva película de la franquicia Marvel signifique tanto para tanta gente. Más por cómo cuenta las cosas que por lo que cuenta, por lo que implica que por lo que vemos. La película, dirigida por Ryan Coogler, se las apaña para hablar de la raza, la colonización y sus consecuencias, el aislacionismo, la explotación de los recursos, la venganza, la justicia social… sin resultar que fuerza los temas en ningún momento. Es una de las virtudes que tiene el género de superhéroes: permiten la conversación en términos más francos gracias a la red de seguridad que proveen los súpers.
Black Panther nos sitúa poco después de los acontecimientos de Civil War donde nos presentan por primera vez al personaje de Chadwick Boseman. Por lo tanto aquí no nos encontramos con una historia de nacimiento del héroe. Se trata más bien del camino que recorre para decidir qué tipo de héroe quiere ser, en qué clase de hombre quiere convertirse. Un camino que parte de la figura de su progenitor para, a partir de ese referente, distanciarse y erigirse como una versión más acorde al mundo actual.
Todos estos aspectos se reflejan (y se contraponen) en el buen puñado de secundarios que inundan la película, especialmente los interpretados por Danai Gurira, Letitia Wright o Andy Serkis. Y que se complementan a la perfección con el plantel protagonista.
Y no nps olvidamos de un villano con el que se puede empatizar: la rabia, la impotencia y el dolor rara vez nos permiten presentar una cara amable cuando se combinan. Killmonger es víctima de sus circunstancias y su frustración, y aunque eso no justifique ninguno de sus actos de violencia sí que lo aleja de ser un villano convencional o unidimensional.
Este largometraje es de esas anomalías que aparecen dentro de vez en cuando del universo marvelita cada vez dominado por la gama de grises. Al igual que Guardianes de la galaxia, Black Panther es una explosión de color. Con una estética muy diferenciada pero a la vez coherente con el resto de films de la Casa de las Ideas que sirve también para hacer un vibrante homenaje a la cultura africana.
Wakanda, a pesar de ser una monarquía, se construye sobre el respeto a la ciencia y la idea de igualdad social. La elección de esta forma de gobierno para una cultura con semejantes valores como pilares da lugar a interesantes contrastes que, aunque no se exploran en profundidad, si ayudan a enfatizar la confusión y los contrastes internos del protagonista. Wakanda es una utopía sí, un espejo en el que a todos nos gustaría reflejarnos, pero no es menos cierto que ese paraíso terrenal se ha construido a base de esconderse e ignorar el exterior en un proteccionismo brutal. Y los personajes de la película se preguntan, y nosotros también, ¿hasta qué punto es lícito que una sociedad tan avanzada, que puede hacer tanto bien, permanezca al margen de la Historia?