Podría decirse que la nueva entrega de la exitosa franquicia de Ubisoft vuelve sin asumir demasiados riesgos. La quinta entrega de Far Cry se muestra conservadora tomando una vez más esa fórmula que revolucionó esta saga de acción en la que la libertad de movimiento y la inmersión en vastas áreas naturales vuelven a ser la tónica de una aventura que pretende mantenernos una ingente cantidad de horas frente a la pantalla gracias a un generoso despliegue de contenido que una vez más puede abrumar a más de uno durante las primeras horas de juego.
Sin embargo, en este ocasión sus responsables no nos llevan a una lejana isla tropical dominada por los piratas, ni nos enfrentan al ejército de un cruel dictador de una remota región de Asía. La valentía de su propuesta reside precisamente en la ambientación elegida para dar rienda suelta a una trama que no tiene miedo a levantar ampollas. Es más, que pretende incomodar como nunca antes lo había hecho gracias a ese descaro y a ese uso desmesurado de la violencia tan característico de estos títulos.
Far Cry 5 nos introduce en el ficticio condado de Hope, en Montana, donde una secta llamada La Puerta del Edén impone su ley intimidando a los lugareños y sometiéndolos a los designios de su líder, Joseph Seed, utilizando las más odiosas técnicas. En el rol de un joven ayudante del sheriff, nuestra misión será la de llevar ante la justicia a este fanático para así poner fin a la marea de abusos y matanzas que está asolando el territorio, donde todavía quedan luchadores dispuestos a darlo todo por proteger su hogar.
Al contrario de lo que podríamos pensar, la historia que se desarrolla en el juego no se limita a señalar los males del adoctrinamiento masivo, sino que engloba un amplio abanico de subtextos con los que acometer una feroz crítica social de unos Estados Unidos sumidos en tiempos convulsos y en la que entran en juego aspectos como la realidad financiera y las políticas gubernamentales. Muchos de los aspectos que trata, de hecho, podrían aplicarse más allá del país regido por Donald Trump, figura que más de una vez recibe alusiones –no tan- veladas.
Pero entrando ya en el terreno de lo jugable, el título de Ubisoft Montreal vuelve a desplegar un enorme mapa dividido en tres grandes regiones, cada una de las cuales se encuentra bajo el control de uno de los hermanos de Seed, Faith, Jacob y John, villanos tan complejos como desequilibrados y cuyas extravagantes personalidades son el verdadero motor de la narrativa. Tanto que es una lástima que se haya optado por prescindir de un protagonista con voz, capaz de darles la réplica en cada uno de nuestros encuentros lo cual hubiese enriquecido sin duda estas escenas.
Acabar con ellos será nuestro objetivo principal antes de ir a por el pez gordo, aunque como es evidente la tarea no será nada sencilla. Para enfrentarnos a cada uno de estos fanáticos primero deberemos minar su influencia en sus dominios, algo que lograremos a base de completar los distintos tipos de misiones disponibles.
Las principales serán aquellas que repercutirán directamente en el transcurso de la trama y que, pese que a veces se inician de manera un tanto forzada, poseen la mayor carga narrativa, siendo muy divertidas y sobre todo diversas, una asignatura pendiente de otros de los sandbox de la compañía. Por otro lado, habrá tareas secundarias que nos encargarán personajes de lo más variopintos que iremos encontrando a medida que vayamos explorando –algunas son de lo más disparatadas- y un sinfín de encargos menores bastante más repetitivos que suelen empujarnos a diezmar los efectivos de la secta o sus recursos.
Si bien las recomendaciones de nuestros aliados nos darán pistas de aquellas localizaciones que son más propicias para empezar nuestra cruzada, se nos dará la oportunidad de dirigirnos a cualquier parte de Hope y poner en nuestro punto de mira al cabecilla que más nos apetezca, lo cual no hace más que potenciar ese concepto de mundo abierto que pocas veces se ha respetado tanto como en el juego que nos ocupa.
Cada vez que nos toque lidiar con el enemigo, podremos optar por un enfrentamiento directo haciendo valer nuestra puntería, por una aproximación silenciosa para ir acabando con nuestros oponentes sigilosamente, o con una mezcla de ambos estilos. Las posibilidades son muchas, y el buen diseño de los niveles favorecerá la variedad de estrategias y situaciones, en las que la imprevisibilidad es un factor a tener en cuenta.
El uso de vehículos por tierra, mar y aire, que hacen gala de un control más depurado que en otras ocasiones, y la posibilidad de reclutar combatientes serán una constante en nuestros viajes, aunque será la baza de pedir el apoyo de ciertos aliados lo que aumentará significativamente nuestras opciones de supervivencia. Un perro con muy malas pulgas, una letal francotiradora o un intrépido aviador, entre otros, serán nuestros mejores amigos cuando las cosas se pongan feas, ya que si les ayudamos a salir de sus respectivos atolladeros se unirán a nosotros dándonos cobertura y reviviéndonos si fuese necesario. Y es que si bien la inteligencia artificial del juego no es la mejor que hemos visto en el género, no estamos en uno de esos casos en los que su presencia es testimonial, aquí su ayuda se nota y mucho. Eso sí, habrá que tener cuidado con ellos cuando se imponga el sigilo ya que podrán ser detectados por los guardias dando al traste con nuestro plan.
Nuestras correrías por Hope no pasarán desapercibidas, y no transcurrirá mucho tiempo sin que alguien intente volarnos la cabeza. Los santitos, que así es como apodan a los sectarios, están desplegados por doquier, patrullando los bosques, fortificándose en múltiples casas e instalaciones y controlando las carreteras, de ahí que cualquier desplazamiento implique un serio riesgo. Su elevado número, si bien fomenta que el juego no nos dé un minuto de respiro, a veces parece algo exagerado, llegando a entorpecer el transcurso de algunas misiones por lo que en los momentos críticos más valdrá ir con cuidado.
Claro que no sólo iba a ser disparar y disparar. Existen otras actividades propias de los entornos rurales que podremos practicar, como por ejemplo la pesca y la caza. Atrapar buenos ejemplares o hacernos con las pieles más preciadas no es sólo afán de coleccionismo, sino que nos reportará jugosas ganancias que podremos invertir en nuevas armas y equipamiento.
Toda la experiencia que ganemos durante la partida propiciará que acumulemos puntos de talento, con los que podremos desbloquear múltiples habilidades sin restricciones, aunque por supuesto el coste de algunas será superior al del resto. De esta manera podremos cargar con un mayor número de suministros, utilizar un gancho para la escalada, cambiar de un arma a otra a mayor velocidad o reducir el daño que podamos sufrir por el ataque de animales salvajes.
Hay que destacar la posibilidad de jugar a Far Cry 5 en cooperativo, una opción que se antoja muy apetecible ya que la propia fórmula invita a plantear estrategias muy diversas para cada misión. Realizar nuestras incursiones en territorio enemigo con alguien cubriéndonos las espaldas o atrapar a nuestros oponentes entre dos frentes funciona a las mil maravillas y hace que la diversión alcance cotas muy altas. Eso sí, el juego no permite la división de pantalla por lo que la vertiente multijugador se limita al online.
Si lo vuestro es disfrutar junto a la comunidad, Far Cry Arcade será de vuestro interés. Se trata de un editor de mapas muy completo y que posibilita plantear desafíos y compartir vuestras creaciones con otros jugadores, aunque esta vez también permite probarlos en solitario. Es muy intuitivo y ofrece elementos no sólo de Far Cry 5, sino también de otros juegos de Ubisoft como Watch Dogs 2 o Assassin’s Creed. Como curiosidad, se puede acceder a esta modalidad desde la propia campaña, más concretamente interactuando con una serie de máquinas recreativas dispuestas en aquellos puestos que pasemos a controlar.
Gráficamente se trata de un juego muy vistoso, dentro de los estándares que cabría esperar de una producción de esta envergadura. El paisaje rural del llamado País del Gran Cielo ha sido plasmado con mucho acierto y está plagado de pequeños detalles que invitan a recorrer cada una de sus áreas en pos de descubrir todos sus secretos. Un gran trabajo al que respalda el excelente rendimiento del motor gráfico, sólido más allá de algún que otro bug inevitable en este tipo de juegos de mundo abierto.
Pero es el apartado sonoro el que brilla con más fuerza, con unos doblajes al castellano de primera línea propios de una película y una banda sonora siempre adecuada y que actúa como refuerzo de la ambientación en especial cada vez que nos encontramos en algún emplazamiento tomado por la secta, cuya influencia se hace notar en los medios de comunicación y a través de esos equipos de sonido que cargan en sus camionetas. Ocasionalmente nos sorprenderemos escuchando algunos temas musicales tan populares como Sexual Healing de Marvin Gaye o Barracuda de Heart que acompañarán situaciones de lo más desenfadadas, arrancándonos algunas sonrisas.
Far Cry 5 refina la fórmula que nos llegó a deleitar en la tercera entrega numerada siendo el juego de la saga más redondo que hemos podido probar. Elimina algunos aspectos de la jugabilidad que veníamos viendo desde hace años como las atalayas o la confección de nuestro propio equipo a base de cazar animales a cada cual más esquivo, pero también depura el control de nuestro personaje durante los tiroteos y a los mandos de los vehículos. Apenas introduce novedades, lo cual es un poco preocupante y nos hace pensar que en el futuro a la saga se le debería exigir una mayor innovación en sus mecánicas, aunque dada la amplitud y diversión de su última propuesta hoy por hoy nos resulta difícil ponerle demasiadas objeciones.