El lanzamiento del título firmado por Ubisoft Sofia allá por 2014 fue un tanto especial. Aquel año fue Assassin’s Creed Unity la entrega de la popular franquicia que atrajo toda la atención, pues se trataba de la primera incursión de los asesinos en las consolas de nueva generación y además hacía gala de una ambientación largo tiempo anhelada por los fans: el París de la Revolución Francesa. Por desgracia, su inestabilidad técnica pasó factura a la aventura de Arno convirtiéndola en uno de los juegos peor valorados de la saga, algo no del todo justo teniendo en cuenta que también poseía virtudes reseñables.
Como a veces la desgracia de uno supone la suerte de otro, todas las miradas se posaron en Rogue, un Assassin’s Creed que llegó haciendo mucho menos ruido y que respondía a la necesidad de la compañía gala de no dejar a los usuarios de PlayStation 3 y Xbox 360 sin su ración anual del credo. Desarrollado por los responsables de Assassin’s Creed Liberation, la entrega para la portátil PlayStation Vita, el juego no sólo contó con un presupuesto menor al de la mayoría de sus hermanos, sino que además se resistió a asumir demasiados riesgos apuntando directamente a los incondicionales de la saga.
De esta manera, Rogue se erigió como el perfecto híbrido entre Assassin’s Creed III y Assassin’s Creed IV: Black Flag, recuperando los entornos naturales del primero y volcándose en esas mecánicas marineras que tanto nos hicieron disfrutar junto a Edward Kenway y sus piratas. Es más, el título se esforzó sobremanera en crear un argumento que sirviese como puente entre las distintas entregas de Assassin’s Creed, pues al situarse temporalmente entre los dos juegos antes mencionados nos daba la oportunidad de volver a disfrutar de viejos conocidos como Haytham Kenway, Adéwalé o Achilles, revelándonos algunos detalles interesantes en torno a estas figuras y a su trascendencia en el eterno conflicto entre asesinos y templarios. Por si esto fuera poco, establecía conexiones con la trama de Unity y nos obsequiaba con multitud de documentos y referencias a todos los episodios publicados hasta la fecha, gracias a algunas secuencias fuera del Animus y en las que volvíamos a recorrer –de manera muy limitada- las oficinas de Abstergo.
Pero el principal atractivo de Assassin’s Creed Rogue se encontraba en su premisa, que nos posibilitaba meternos en la piel de un antiguo miembro de la orden de los asesinos que decidía pasarse al bando contrario y luchar contra el credo utilizando lo aprendido durante su adiestramiento. No es que Shay Patric Cormac fuese un villano al uso, sino más bien un hombre que se sentía engañado y que decidía romper con su pasado en pos de unos valores y una visión del mundo que no se correspondían con los de sus mentores. De este modo, a bordo del Morrigan y con el respaldo de algunos templarios ilustres como James Cook o George Monro, el renegado llevaba a cabo múltiples misiones en tres regiones de Norteamérica bien diferenciadas como eran River Valley, el Atlántico Norte y la ciudad de Nueva York, todo ello con la Guerra de los Siete Años como telón de fondo.
No nos sorprende que Ubisoft haya apostado por remasterizar los viajes de Shay, ya que a buen seguro el título pasó desapercibido para buena parte de la comunidad. En todo caso, estamos en disposición de afirmar que si bien el juego se ha mantenido inalterado en cuanto a desarrollo, sí ha sufrido un lavado de cara que le ha venido muy bien. En primer lugar, se ha hecho un buen trabajo en términos de texturizado ya que absolutamente todo lo que se muestra en pantalla, desde los personajes hasta la vegetación y nuestro propio navío, han ganado en definición y han dicho adiós a los dientes de sierra más evidentes. También se ha puesto especial esmero en mejorar la distancia de visionado reduciendo el efecto de niebla, algo que no sólo se nota cuando nos encontramos al timón, sino también en algunos escenarios naturales de gran amplitud.
Hemos encontrado menos errores gráficos que en su versión original, en la que el popping era algo realmente molesto, si bien las físicas siguen ofreciendo instantes en los que no sabes muy bien si reír o llorar, uno de esos males endémicos de la saga que no acaban de desaparecer pese a todos sus progresos. Eso sí, se ha conseguido estabilizar la tasa de imágenes a 30 fps, lo cual sin ser nada del otro mundo es muy satisfactorio y hace que la experiencia de juego sea más sólida.
Para nuestra sorpresa, Assassin’s Creed Rogue no ha envejecido nada mal. Pese a que salió hace ya cuatro años, sigue ofreciéndonos un despliegue visual de lo más sugestivo gracias al detalle con el que se recrearon las travesías por mar, el verdor de los paisajes de la América colonial o las bellas estampas que nos dejan nuestros expediciones por las aguas heladas del Ártico, llenas de icebergs y bañadas por la aurora boreal. En peor lugar queda Nueva York, una gran urbe que palidece ante el París de Unity o el Londres de Syndicate, así como otras localizaciones menores.
Tal vez el principal obstáculo al que deba hacer frente esta remasterización para convencer a los aficionados no se encuentre dentro del propio título, sino más bien fuera de él. Y es que no hace muchos meses que llegó a las tiendas Assassin’s Creed Origins, una entrega que no sólo era tremendamente completa y muy puntera en lo audiovisual, sino que además redefinía la fórmula que venía imperando en la franquicia casi desde sus inicios, un escalón que en Rogue puede resultar desconcertante.
Tras haber jugado a la aventura de Bayek, es difícil permanecer impasible ante una IA inconsistente y un control notablemente más impreciso y que nos recuerda que, aunque a veces no lo parezca, la saga va puliéndose año tras año. Por otro lado, las animaciones también denotan su edad, tanto en la jugabilidad como en las cinemáticas, en las que el juego no se muestra demasiado generoso.
Assassin’s Creed Rogue Remastered ha sido concebido al servicio de los fans más acérrimos de este sello. No introduce nada original, pero se centra en aquellos aspectos que más gustaron de aquellos que le precedieron como la navegación y los combates navales, que han ganado en protagonismo y cuentan con algunos añadidos de interés. Su historia principal –algo más breve que de costumbre- cumple con lo prometido y vuelve a hacer hincapié en los cada vez más imperceptibles matices que separan dos ideologías enfrentadas y que tienen en la venganza de Shay uno de sus episodios más oscuros. Es su premisa unida a una notable dirección artística lo que alimenta un título que, ante todo, resulta muy divertido y que te invita a explorar y a descubrir todos sus secretos, algo que se traduce en una ingente cantidad de horas asaltando fuertes, capturando barcos, cazando animales, interceptando asesinos y desenterrando reliquias. Si ya lo has jugado no encontrarás extras o suficientes alicientes como para embarcarte de nuevo en el Morrigan, aunque si en su día no le prestaste atención tal vez quieras darle una oportunidad.