Crítica de Bumblebee, cuando menos es más

Desde que en 2007 se estrenase la primera Transformers los juguetes de Hasbro apenas han tenido descanso en la gran pantalla. Han sido cinco las películas dirigidas por el estadounidense Michael Bay, perro viejo en esto de confeccionar el perfecto blockbuster que dictan los cánones hollywoodenses y que con el paso de los años ha pecado de cierto conformismo haciendo valer aquello de que si algo funciona mejor no tocarlo demasiado. O mejor dicho, sólo lo justo para hacerlo un poco más grande la próxima vez.

Por esa razón las últimas entregas de la franquicia no sólo eran un magnífico derroche de pirotecnia y decibelios en el que se daban cita un ingente número de colosos mecánicos, sino también producciones que en cierto modo habían perdido esa chispa vital que en sus inicios había conseguido inflamar al público más entusiasta.

Se requería por tanto abordar la saga desde una nueva perspectiva, una vuelta a los orígenes que recuperase el encanto de una licencia marcada no sólo por su espectacularidad visual, sino también por el carisma de sus personajes más queridos. El camino una vez más lo marcó el genial Steven Spielberg, quien se aventuró a imaginar una entrega de carácter independiente en la que fuese Bumblebee el principal protagonista de la función, un spin-off centrado en este audaz autobot que no estuviese ligado a los acontecimientos de las anteriores cintas facilitando su consumo y digestión pero que a la vez sirviese de precuela evitando así la ruptura del universo cinematográfico desarrollado durante la última década.

Bumblebee no sólo le debe al realizador de Parque Jurásico su propia concepción, sino también un buen puñado de elementos tan comunes en la filmografía del afamado cineasta como es su esencia juvenil y su gusto por la estética ochentera, plasmado no sólo a través de su sensacional banda sonora sino también de múltiples referencias a la cultura popular y en especial al cine de aquella década irrepetible y que a día de hoy vuelve a servir de inspiración para tantas producciones.

Tampoco es casualidad que el desamparado transformer, lejos de su hogar y de los suyos, logre establecer un inquebrantable vínculo afectivo con la joven Charlie, una amante del motor que todavía no ha superado la repentina muerte de su padre y que no sólo no ha encontrado su lugar en el mundo, sino que además se siente desligada al resto de su familia que sí parece haber logrado pasar página. Ni que decir tiene que es la relación entre ambos la que da sentido a una película llena de ternura y que no esconde sus evidentes paralelismos con clásicos como ET, el extraterrestre. ¿Habíamos dicho ya que al alienígena le pisa los talones el ejército?

Si esta emotiva historia de amistad funciona tan bien es en gran parte por el buen hacer de Hailee Steinfeld, que viene a confirmar su madera de estrella y las buenas sensaciones que nos dejó en cintas como la excelente Valor de ley. La actriz no sólo se desenvuelve con soltura en aquellas escenas en las que la comicidad se dispara, sino también en los momentos más dramáticos granjeándose sin dificultades la simpatía del espectador. Su buena sintonía con Bumblebee acaba eclipsando otras tramas, algunas un tanto prescindibles como la de su amigo y vecino Memo o los torpes intentos de su madre y su padrastro por conectar con su hija, y otras en cierto modo ineludibles para el avance de la acción, como son la de los decepticons enviados para apresar al héroe –una pareja de villanos que pese a gozar de poco metraje nos dejan algunos instantes deliciosamente malévolos- y la del agente Burns, un implacable militar dispuesto a todo por abortar una posible invasión y al que da vida John Cena. El célebre luchador profesional, más allá de que su presencia esté ligada a un fuerte reclamo comercial para el público estadounidense, se muestra cómodo en su papel, adoptando su pose de tipo duro cuando que la ocasión lo precisa –que es casi siempre- e incluso dejándonos algunas réplicas genuinamente divertidas.

Como era de esperar, Bumblebee está salpicada de secuencias de acción, algunas excepcionales como ese breve prólogo en Cybertron que hará las delicias de los fans, y otras muy disfrutables como los duelos del protagonista con sus archienemigos, dirigidas con la fluidez, energía y el excelente sentido de la cohesión que caracterizan a Travis Knight, responsable de cintas animadas como la virtuosa Kubo y las dos cuerdas mágicas. Cabe decir que pese a que la cinta sigue siendo un espectáculo digno de la franquicia a la que pertenece, se siente más comedida y mejor dosificada que la mayoría de sus predecesoras, lo cual permite que la historia se desarrolle con un mayor margen de maniobra.

Y es que a veces menos es más. Mucho más. Tal vez no se trate de una cinta estrictamente innovadora, y que su esquema recuerde en demasía a la primera entrega de Transformers, pero sin duda es capaz de imprimir esa sensibilidad a su relato que la dota de personalidad y la sitúa como la mejor de la saga hasta la fecha.

5 comentarios

  1. Ya era ahora darle bye al Bay sus películas solo son explosiones, supermodelos y mas explosiones. Cine de usar y tirar. Me alegra ver un cambio.

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