Titans o Titanes, dependiendo de si caemos en la anglofilia o no, tiene lo mejor y lo peor de la etapa superheroica post-Nolan. Y es que todo es oscuro, todo es intenso, todo es un drama desde los títulos de apertura hasta los del final. Nada que ver con los Teen titans go, por supuesto, algo lógico considerando que sus públicos no pueden ser más distintos.
Aún así está adaptación está hecha con cabeza, con una idea clara de qué quiere construir y de vez en cuando se permite aflojar un poco la atmósfera post-caballero oscuro para dejarnos vislumbrar momentos valientes, con verdadero ingenio – a quien haya tenido la idea de ponerle música disco a cualquier escena en la que Starfire está siendo icónica, gracias- y teniendo muy en cuenta la construcción de los personajes. Y es que no nos olvidemos: la oscuridad forma parte de nosotros y por tanto del mundo de los héroes enmascarados, pero también forman parte de nosotros los destellos de bondad y las buenas intenciones. Es decir, gran parte del atractivo de todo esto es poder ver a Robin como el adulto exasperado pero también ver como intenta construir una pequeña familia disfuncional con gente tan perdida como él.
Así, las misteriosas habilidades de Raven, o Rachel, se mezclan con los mucho más cercanos a la realidad achaques de Halcón y los trajes de colores se fusionan con la ambientación detectivesca para contarnos una historia vertebrada en torno al Detective Dick Grayson (Brendan Thwaites), que ha decidido poner distancia entre él y su mentor en Gotham, Batman. Porque, lo cierto es que después de un tiempo conviviendo con Bruce Wayne… ¿Quién no querría poner distancia y evitar convertirse en un Batman 2.0?
Titans puede que no sea la adaptación perfecta, ni mucho menos, pero es una aproximación más que digna al universo de DC y muestra un gran afecto por el material original de los comics sin tener ningún miedo a experimentar con cosas nuevas. Y es muy entretenida. Razones más que válidas para no perdérsela.