A los protagonistas de la mítica serie de NBC no les solíamos ver haciendo deporte. Ellos preferían quedar a tomarse un café en el Central Perk o a ver la televisión en casa de Mónica que salir a correr o ir al gimnasio, por mucho que el físico de actores como Matt LeBlanc, David Schwimmer o Jennifer Aniston nos dijesen lo contrario. Tenían sus momentos y eran capaces de tirarse horas y horas lanzándose una pelotita si el reto les resultaba suficientemente intrigante, sin embargo ninguno de ellos era un as del deporte. Como prueba, cada vez que Chandler y Ross volvían de la cancha de baloncesto diciendo aquello de “hoy casi nos dejan jugar”.
Los guionistas de tan apreciada comedia nos dieron motivos más que suficientes como para pensarnos dos veces lo de ponernos a hacer ejercicio de algún tipo. Vamos a repasar aquellos capítulos de Friends en los que esta peculiar pandilla quiso disfrutar de los beneficios de una vida sana y no salió muy bien parada.
Ah, y por cierto… ¡Feliz Día Internacional del Deporte a todos!
¡Malditas pesas del cinco!
La carrera de un actor no sólo depende de su buen hacer interpretativo, el físico es un factor fundamental cuando te presentas a una audición y más si aspiras a ser el protagonista. Lo cierto es que a Joey le interesaba mucho más comer un buen bocadillo de albóndigas o pedir unas pizzas para cenar que ir al gimnasio. De ahí que no nos extrañase aquel episodio en el que decidía coger las pesas para hacer algunos ejercicios en el salón y en el que acababa en un mar de dolor. Tuvo que llegar Chandler a casa para confirmarle que aquello que le sobresalía del vientre era una hernia y necesitaba operarse de urgencia, algo harto costoso teniendo en cuenta que la estrella de ‘Los días de nuestra vida’ llevaba tiempo sin trabajar y carecía de seguro médico. ¿La solución? Hacer de tripas corazón y salir a buscar trabajo mientras pudiese aguantar semejante suplicio.
¡Es Rojo Ross!
El rugby es un deporte de equipo que levanta pasiones, pero tal vez no sea lo más adecuado para un tipo que dicho por él mismo “se magulla como un melocotón”. El bueno de Ross hizo muchas tonterías a lo largo de la serie intentando impresionar a una chica, pero pocas veces se jugó tanto el tipo como aquella vez en la que aceptó jugar un partido con los amigos de Emily. Pese a sus esfuerzos por disimular que a mitad del encuentro apenas se podía mantener en pie, el doctor en paleontología hizo de tripas corazón y aguantó como un verdadero campeón. Claro que no podemos obviar que los consejos de su novia tuvieron mucho que ver en su supervivencia, ya que la información sobre las lesiones de sus rivales le fue muy útil a la hora de atacar sus puntos débiles. ¿Quién dijo que había que jugar limpio?
La tradición del Día de Acción de Gracias
La ansiedad competitiva de Mónica llegó a convertirse en uno de los rasgos más extremos del personaje, casi tanto como su obsesión por la limpieza. Si a esto le sumamos la rivalidad que mantuvo con su hermano durante toda su infancia, era de esperar que un inocente partido de fútbol entre amigos para hacer tiempo hasta la cena de Acción de Gracias se convirtiese en una verdadera batalla campal. El pique entre ambos fue creciendo según avanzaban los minutos alentado además por la escrupulosidad de Ross a la hora de aplicar el reglamento, algo que la futura señora Bing entendía como meras excusas para evitar la derrota. El duelo entre los Geller acabó con ambos en el suelo agarrados a la pelota mientras sus amigos abandonaban en parque dispuestos a trinchar el pavo. Sencillamente el partido no significaba tanto para ellos, y más cuando el premio era un espantoso trofeo coronado por un troll que año tras año era testigo de los despropósitos de la familia en un día tan señalado.
¿Qué importa lo que piense la gente?
Cuando Mónica y Chandler comenzaron a vivir juntos era lógico que Phoebe y Rachel se hiciesen compañeras de piso. La convivencia entre ambas no fue un camino de rosas, sin embargo su amistad hizo que superasen una y otra vez los obstáculos que se les presentaban. Las manías de la masajista eran muchas, pero tal vez su estrafalaria forma de correr fuese la más embarazosa de todas. El personaje de Jennifer Aniston se preocupaba mucho más por su aspecto y por cómo la percibían los demás que la hippy del grupo, de ahí que no viese con muy buenos ojos salir a correr por el concurrido Central Park con alguien que daba zancadas como una rana y agitaba los brazos como una posesa. Tras una pillada que puso en riesgo su relación, finalmente Rachel decidió sacar su lado más payaso, dejando a un lado sus complejos y pasando un rato de lo más divertido. Al menos hasta que las ancas de un caballo le pararon los pies súbitamente.
Dios mío, soy como mi padre
Ross tenía razón, hay que tener respeto al mar. Y aunque ponerse dos chalecos salvavidas puede ser un tanto excesivo, no cabe duda de que si vas a salir a navegar por el Hudson con tu velero qué menos que aprender a gobernarlo. Rachel resultó ser una profesora excepcional, ya que al haber crecido en una familia acomodada tenía sobrada experiencia como timonel. Sin embargo la poca atención que Joey prestaba a sus lecciones náuticas acabaron sacando de quicio a la joven, que decidió tratar a su amigo con la misma mano dura que su padre utilizaba con ella. Aquello no funcionó y su relación estuvo a punto de irse a pique, pero hay que reconocer que es muy difícil enseñar lo que es babor y lo que es estribor a una persona que se lía con la izquierda y la derecha.
Igual de fuertes o igual de débiles
Echar un pulso no es sólo un deporte, es una cuestión de hombría. Ross y Chandler tenían muy claro que el perdedor de aquel lance iba a quedar como un completo enclenque ante los asistentes a la fiesta, entre los que se encontraban Mona y Mónica. La primera, el posible ligue del paleontólogo; la segunda, la mujer de Bing. Al final prevaleció el código entre amigos y Chandler se dejó vencer para que su colega tuviese opciones con aquella enfermera tan sexy. Un acto encomiable seguido de un error de bulto, retar a Mónica a otro pulso. No paraban de repetirlo pero es que esa mujer era “extrañamente fuerte”.
Cuidado con el disco
Para tener un incidente en mitad de un partido ni siquiera necesitas saltar al campo. A veces quedarte en la grada como espectador puede ser igual de peligroso, algo de lo que puede dar fe el cenizo de Ross. Lo que iba a ser una tarde de colegas viendo un partido de hockey acabó en una visita al hospital después de que un disco saliese disparado y golpease a este especialista en divorcios en toda la cara. La larga espera en la sala de urgencias frente a una recepcionista que podía ser la encarnación del anticristo no solucionaron el mal de amores de un personaje ya de por sí muy proclive a la depresión.
Quiero dejar el gimnasio
En Friends había muchas cosas que a sus protagonistas les resultaban completamente imposibles. Chandler no podía dejar escapar la oportunidad de soltar un buen sarcasmo, Joey detestaba compartir su comida y Mónica no podía encerrarse en un baño sin ponerse a limpiar, por poner sólo algunos ejemplos. Que el personaje de Matthew Perry se desapuntase del gimnasio también se antojó harto difícil, y más cuando los dueños del negocio se las apañaban para ponerle enfrente mujeres que parecían sacadas del videoclip de Flashdance cada vez que se personaba para efectuar las gestiones pertinentes. Una técnica muy eficaz que condenó al personaje a seguir pagando las mensualidades pese a no poner un pie en el local.
El talento oculto de Chandler
Otro de los lances deportivos de la serie más disputados fue la partida de tenis de mesa entre Mónica -sí, siempre ella- y Mike, el nuevo novio de Phoebe. Los jugadores no pararon de picarse mutuamente soltando un comentario mordaz detrás de otro, aunque lejos de lograr romper la concentración del contrario esta situación más bien llevó la contienda a un nuevo nivel. El partido se alargó en exceso, dejando exhaustos a los participantes y también a sus parejas, que observaban el duelo estupefactos. Cuando Mónica se lesiona la muñeca en un mal movimiento, Chandler coge el relevo poniendo fin a la partida con un punto de mucho mérito. Al final se descubrió que el señor Bing era un hacha al ping pong, pero prefería ocultar su talento consciente de la competitividad de la que hacía gala su esposa. Y es que el deporte nunca ha de anteponerse al matrimonio.
Punto, set y partido
Precisamente una de las primeras discusiones de Mónica y Chandler como pareja ocurrió tras perder un partido de tenis frente al jefe del primero y su mujer. Ambos ganaban con comodidad cuando el personaje de Perry, consciente de que era conveniente dejar ganar algún punto a su superior para no deteriorar su buena sintonía en la oficina, propuso a su chica bajar un poco el ritmo. Ante las reticencias de la joven y teniendo en cuenta que estaban jugando a dobles, Chandler decidió fallar sus golpes a propósito para forzar la victoria de sus oponentes. El coste fue grande, ya que en cierto modo dio a Mónica justo donde más le dolía. Ella lo pagó con la raqueta.
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