Las escalofriantes aventuras de Sabrina, como su protagonista, se lo están pasando mucho mejor. La serie de Netflix sabe perfectamente a lo que juega y ha abrazado los hechizos, la noche, los encajes, las maldiciones, las conspiraciones, los brocados, los cigarros con boquilla de la tía Zelda y los pasteles -envenenados o no – de la tía Hilda. Al final de la temporada Sabrina firmaba en el Libro de la Bestia y, lógicamente, eso ha implicado que en esta segunda hayamos visto como poco a poco se alejaba de su parte mortal.
Sabrina se dedica por completo a su estudio de las artes oscuras para alegría del Señor Oscuro y desesperación del Padre Blackwood que digamos que estaría mucho más contento si las brujas no estudiaran y estuvieran haciendo potingues en casa. Sin salir. Porque el patriarcado es más su estilo. ¿Para qué ser abierto de miras si puedes montarte tus propias juventudes judaicas, verdad, Blackwood?
Porque sí, para aquellos que se lo estén preguntando, sigue habiendo un fuerte subtexto feminista a lo largo de todos los episodios: la serie se pregunta sobre cómo son tratadas las mujeres en la sociedad. Así la discriminación por causa de género afecta tanto a protagonistas como secundarios. A veces sin ninguna sutileza – tampoco es que sus seguidores se la pidamos- y otras con un saber hacer que no hubieras esperado de un programa en el que se han hecho un lío bastante tremendo con la cultura judeo-cristiana en su intento de explicar ciertas decisiones argumentales.
Y aunque no se pueda negar que Kiernan Shipka está completamente cómoda con su papel de Sabrina y que la medio-bruja-medio-mortal sigue siendo la innegable protagonista ha sido una gozada que los personajes secundarios hayan tenido su espacio para lucirse. Empezando por la tía Hilda, que ha demostrado que pese a ser un encanto sigue siendo una bruja de la Iglesia de la Noche; la tía Zelda, que llega a vivir en carnes la que seguro es una de sus peores pesadillas, siguiendo por los amigos mortales de Sabrina, especialmente la trama de Theo; y por último la única e inimitable Lilith, que se ha pasado la temporada subida en una montaña rusa emocional sin perder un ápice de estilo.
Los puntos débiles de la temporada son los mismos de la temporada anterior: ciertas inconsistencias con personajes como Prudence, tramas que se disuelven en el inframundo y de la que no volvemos a saber nada (sí, te miro a ti, íncubo)… En definitiva, la narrativa es tan caótica como siempre. Pero en el fondo es lo de menos, porque el viaje la serie no permite que te aburras en nunca y a un momento de caos sigue siempre uno de genialidad.
Porque en Greendale la magia podrá funcionar en términos de acción- reacción, pero nadie dijo que tuviera que parecer lógica.