Juego de Tronos 8×02: Toda una carta de amor a sus personajes

Una de las principales diferencias entre el cine y la televisión es que en la segunda uno tiene mucho más tiempo para establecer lazos emocionales con los personajes.  No en vano están acompañándote durante años en el salón de tu casa – o en tu habitación, su prefieres verlas en la tablet envuelto en un una manta- y es inevitable que acaben formando parte de tus conversaciones diarias, de tu rutina, en definitiva. Esto puede notarse menos en una serie pequeñita que ven cuatro gatos de los cuales uno eres tú, pero si la ficción de la que hablamos se llama Juego de Tronos la cosa ya es harina de otro costal. A estas alturas el dracarys de Daenerys, las frases lapidarias de Cersei y el “no sabes nada, Jon Nieve” son parte de nuestro día a día.

Por eso ha sido un placer ver que los creadores de la serie y sus guionistas les han cogido tanto cariño como nosotros pese a haber estado ocho años torturándoles con un millar de perrerías. Porque el segundo capítulo de la última temporada de la serie de HBO no es otra cosa que una carta de amor a sus personajes. Una serenata a sus miedos, sus fortalezas, sus sentimientos, sus amistades y sus enemistades.

Si por algo se ha caracterizado esta ficción – más allá de buscar causar el efecto “boda roja”- ha sido crear unos personajes complejos, con sus aristas y contradicciones, que crecían episodio tras episodio. Ninguno de los protagonistas o de los secundarios ha llegado vivo a este punto de la historia sin tener cicatrices y, antes de meterse en harina con la guerra contra el Rey de la noche, todos necesitaban un respiro a la luz del fuego entre las paredes de Invernalia. Y nosotros también.

El Abismo de Helm de Juego de Tronos está a la vuelta de la esquina y nosotros solo podemos dar gracias por haber tenido un episodio para coger aire con nuestros personajes antes de lanzarnos a la última batalla por Poniente.

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