
temporada más de que pasa y otra temporada más que sigo enganchada a los bomberos de la ciudad del viento.
Chicago Fire lleva 7 temporadas dando caña y sigue tan fresca e interesante como en su primer año. Cada episodio, cada temporada me doy cuenta de algo nuevo cuando veo la serie. Ha tenido sus más y sus menos, sus temporadas más aburridas y sus temporadas más entretenidas, pero siempre se ha mantenido fiel a sí misma. Ha seguido su estilo y ha ido evolucionando.
Chicago Fire es siempre lo mismo y siempre es distinta y fresca. Esta temporada, tras la marcha de Gabriela Dawson iba a ser interesante como se recuperaba, era un personaje importante y un peso pesado en el cast. Y aunque se la echa de menos, y esta presente esa ausencia, es difícil de sustituir, han conseguido respetar a la actriz y al personaje que se marchan y a la actriz y al personaje que entran nuevos, no que la sustituye.
Foster entra dando tumbos de manera carismática, los personajes reflejan ese sentimiento que también tenemos los espectadores ante alguien que entra nuevo tras la marcha de un compañero muy querido. Pero tanto los personajes como los espectadores hemos sabido mirar más allá de nuestros sentimientos nostálgicos y ver a ese nuevo personaje por cómo es.

Con lo que me he quedado esta temporada de Chicago Fire es con esa sensación tras ver los episodios de bienestar. Da igual lo tensos o dramáticos que fueran los episodios. Chicago Fire es como estar en casa, es como tu familia adoptiva. Gente con la que sabes que puedes contar.
Porque no importa lo fuertes, rudos, grandullones que sean son buena gente. Y aunque no quieran mostrar sus sentimientos y vayan de tíos duros son unos pedazos de pan. Son buena gente que se preocupa y cuida de los suyos y de cualquiera que se cruce en su camino en busca de ayuda. Lo demuestran en cada episodio.
Como cuando se presentan en ayuda de Foster con el médico ese acosador. No es que no sepan que Foster puede encargarse de él sola, no es que no confien en ella o que no sepan que es independiente y puede solucionar sus problemas, es que quieren demostrarla que están con ella, que es parte de la familia y que si hacen daño a uno se lo hacen a todos. Quieren demostrarla que no está sola.
O cuando aparece un niño escondido y asustado y todos se vuelcan con él, para ayudarle, para hacerle sentir mejor, para protegerle. O cuando a Otis le da un ataque de pánico por lo que tiene que ver en su trabajo, o cuando Hermann ve en un chico atrapado en un accidente de coche a su propio hijo, o cuando Casey se queda sin apartamento porque lo incendian por querer desvelar un fraude, o cuando todos se vuelcan a ayudar a Severide tras las muerte de su padre. O cuando todos hacen los que sea por animar Sylvie tras su última ruptura. Y así podría tirarme dando ejemplos de todos y cada uno de los episodios de Chicago Fire.

Es una serie que a pesar del drama, de lo intenso de las situaciones encuentra ratos divertidos y de humor, e incluso cuando odian a otros personajes terminan viendo a las personas, sus necesidades, y aunque les fastidie les comprenden y abren sus corazones hacia ellos.
Y es que los personajes de Chicago Fire son ejemplos de buenas personas que intentan hacer lo mejor para la gente que conocen y que no. Que no quieren pisar a nadie, que no quieren quedar por encima de nadie, que piden perdón cuando se equivocan, que quieren ayudar a los demás cómo puedan, que se cuidan y se quieren como una gran familia.
Y que queréis que os diga a mi eso me levanta una sonrisa. porque tras la acción, la rudeza, las terribles situaciones siguen teniendo fe en las personas y a mi me transmiten ese candor, esa manera de ver la vida positiva, poniendo su fe en la gente. Y será naif y cursi, y os puedo asegurar que Chicago Fire no es ni naif, ni cursi, ni sentimentaloide. Pero es agradable.
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