Tercera temporada de GLOW: Living Las Vegas?

Al final de la segunda temporada de Glow dejábamos a nuestras chicas camino Las Vegas. El futuro parecía brillante como las luces de neón de un casino. Pero la capital del juego no deja de ser un oasis artificial, un espejismo en medio del desierto. Un lugar laberíntico, donde los relojes y la luz natural desaparecen, donde las vidas se estancan. En principio la quietud no parece el entorno ideal para desarrollar una serie sobre la lucha libre femenina en los años ochenta. Pero la serie de Netflix no tarda en utilizarla para su beneficio dedicando toda su atención a los personajes.

Las chicas ahora no tienen que enfrentarse a una trama televisiva que debe evolucionar todas las semanas, su nuevo día a día es repetir el mismo espectáculo una y otra, y otra, y otra, y otra vez. La cuestión es cómo gestiona cada una esa calma chicha y como esa quietud saca a la luz todo tipo de cuestiones.

Y podéis apostar que Glow habla de todo desde lo social hasta lo personal:sexismo, racismo, homofobia, maternidad, conciliación familiar, la inseguridad, la soledad, la incomunicación, la falta de aceptación, la insatisfacción… La serie es tan aguerrida como sus protagonistas y no tiene miedo de hacerle una llave a asuntos por los que otras ficciones pasarían de puntillas.

Esta decisión supone que la mayor parte de los espectáculos de lucha transcurren fuera de plano. Y es un sacrificio grande – de hecho uno de los mejores episodios de la temporada es un combate de lucha en el que todas deciden cambiar sus papeles en un intento de deshacerse de la monotonía- aunque sea consciente y buscado.  Esta temporada, esa ausencia (y creednos, los shows de lucha se echan en falta) contribuye a que avance la trama, pero espero de corazón que no se extienda a la siguiente.

Glow se convierte con su tercera temporada en una de las series más honestas y diversas del catálogo  de Netflix .

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