Los adolescentes televisivos son otra especie. Las ventajas de ir al instituto en la pequeña pantalla son infinitas. A cambio solamente exigimos talento para el drama. Élite ha entendido esto a la perfección especialmente en esta segunda temporada. No dejes que la verosimilitud te estropee un momento “Oh Dios mío”, parece que te grita la serie de Netflix. No es fácil hacer un buen culebrón y el de los alumnos de las Encinas funciona como un reloj.
La sombra de Marina sigue siendo alargada en el instituto de Las encinas. La ficción mantiene la estructura en flashbacks que tan bien le funcionó en la primera tanda de episodios. El misterio esta vez es la desaparición de Samuel. Pero no nos equivoquemos, esto no ha ido nunca de una investigación policial, lo que importa es el entramado de secretos y sospechas que pone en marcha.
Un gran acierto han sido las nuevas (y carismáticas) incorporaciones que sirven a la perfección para agitar el avispero. Especialmente Rebeka con K (Claudia Salas) , la Nairobi de esta función, y Valerio (Jorge López) nuestro propio Chuck Bass. De los antiguos alumnos, los fans pueden estar tranquilos: Omar y Ander siguen siendo los dueños de nuestros corazones, la Marquesita sigue teniendo pestañas que duran días y Lu sigue siendo la reina del cotarro.
Discotecas en las que se comparten secretos en susurros bajo música atronadora y luces de neón, incestos ocultos con ropa de marca decadente y que no tienen muy claro la diferencia entre una “medio hermana” y una hermanastra”, todo espolvoreado con historias de amor más grandes que la vida y un poco de misterio. La segunda temporada de Élite viene a cubrir el hueco generacional de las Gossip Girl los Física o Química y los “Sensa”. Y nosotros pensamos disfrutarlo tanto como Valerio una fiesta.