No es fácil empresa la de construir una antología de zarzuela con un mínimo de buen gusto y dignidad hacia el género. Un género que, sin comerlo ni beberlo, ha tenido que cargar con el sobrenombre de “chico” desde sus orígenes. Eso a pesar de que los chulapos, las chulapas,las taberneras, los sentimientos sencillos y las canciones populares, pero difíciles – todos las cantamos, sí, pero todos las cantamos mal- , todo estaba pensado para gustar y emocionar. Con Antológica de la Zarzuela, Juanma Cifuentes nos recuerda que eso es precisamente lo que debería interesarnos del género, porque el dolor de amores es igual ahora que en los tiempos de Chueca, allá por finales del siglo XIX.
Junto con la -fantástica- mezzosoprano Beatriz Lanza, Cifuentes y su ‘Antológica de la Zarzuela’, propone una puesta en escena que desnuda el juego teatral, permitiéndonos observar las idas y venidas de actores y bailarines, mientras nos recuerda con humor que lo que importa son los sentimientos, la música y la verdad de que para saber a dónde ir, primero hay que saber y entender de dónde se viene. Hay algo hipnotizante en la ampulosidad desvergonzada de la Zarzuela, y Cifuentes tiene razón como mínimo en una cosa: si no nos permitimos ya la inocencia de la extravagancia cantando una canción de amor en un escenario ¿Dónde?
Así, con humor y cariño repasamos los amores de la Tabernera del Puerto, la chispa de la “Zarzuela protesta de Chueca”, la sensualidad de los dobles sentidos y sobre todo nos sentimos cómplices de estos personajes, casi quijotescos, que se quieren entre ellos y defienden a capa y espada un género que está más acostumbrado a recibir palos que alabanzas más por inferencias y asociaciones, que por la calidad de sus textos y libretos musicales.
Antológica de la Zarzuela, te lleva de la mano a jugar al teatro dentro del teatro, mientras reivindica el amor a la música.