Análisis de Death Stranding, conexiones humanas contra la extinción

Esperábamos mucho del primer gran proyecto de Hideo Kojima tras abandonar Konami y fundar su propio estudio desde el que seguir desarrollando con esa libertad creativa que en los últimos años había sentido cada vez más vulnerada. Unas altas expectativas alimentadas por el reputado diseñador nipón que quiso jugar la baza del misterio desde el mismo momento en el que anunció Death Stranding, ese juego “diferente a cualquier otra cosa” y que volvía a reunirle con Norman Reedus, actor que apuntaba a protagonizar el retorno frustrado a Silent Hill.

Campañas como las del título que nos ocupa son un arma de doble filo, pues si bien son eficaces a la hora de llamar la atención e incluso empezar a generar cierto halo de obra de culto en torno a una propuesta todavía lejos de materializarse también pueden provocar cierto rechazo en la comunidad una vez toca ponerse a jugar y juzgar si en verdad el título merecía semejante cobertura en los medios y la veneración por parte de los aficionados.

Si Death Stranding no consiguió poner de acuerdo a los jugadores con cada nuevo tráiler distribuido no esperéis que ahora que el juego está en las tiendas se llegue a un consenso unánime. Kojima no mintió y su última extravagancia no es comparable a cualquier otra producción que podamos encontrar en las estanterías de las tiendas especializadas, ninguna de ellas cuenta con sus pretensiones y su manera tan particular de dirigirse al jugador. Tampoco es perfecto, ni de lejos, pero como se suele decir aquellos títulos que arriesgan y que tratan de inspirar a una industria acomodada raras veces lo son.

Resulta complicado explicar el universo que Kojima Productions ha desplegado para la ocasión. Una suerte de futuro postapocalíptico en el que la humanidad se encuentra disgregada y en el que la única manera de conectar los asentamientos radica en porteadores que se juegan la vida en entornos hostiles para llevar a cabo entregas de suministros allí donde todavía hay vida. Su valor y determinación será puesto a prueba por la presencia de los llamados “entes varados”, seres que no han podido cruzar al mundo de los muertos produciendo efectos catastróficos en el de los vivos.

La complejidad de la historia es cuanto menos considerable y nos llevará muchas horas de juego empezar a percibir el cuadro en su totalidad. Una pintura en la que se han volcado toneladas de delirante imaginación, que exuda atrevimiento, que busca emocionar al jugador e incluso explorar una gran variedad de temas a menudo desde una perspectiva existencialista. El viaje de Sam Bridges, un porteador con una conexión especial con un espacio extradimensional que alberga todas las respuestas, no sólo tendrá como objetivo formar una red con la que volver a unir el país sino también hallar las claves del futuro de nuestra especie.

Las reglas que rigen el mundo de Death Stranding son muchas y conocerlas en detalle no sólo nos facilitará seguir el argumento sino también llevar a cabo nuestra misión. Harán falta muchas partidas para que dejemos atrás esa sensación de encontrarnos en un amplio tutorial en el que múltiples personajes se resisten a soltarnos de la mano y transmitirnos por el comunicador todo aquello que resulta crucial en nuestra aventura. La mejor manera de cumplir con nuestros encargos, los recursos de los que dispondremos, los artilugios que podremos fabricar, las construcciones disponibles, los enemigos que iremos encontrando… Es mucho lo que necesitaremos aprender, de ahí que el título se tome su tiempo y nos exija sumergirnos en él sin miedo a desfallecer.

Como es evidente, no todo el mundo se mostrará satisfecho con este desarrollo. Aquellos que sientan debilidad por los juegos de acción que dejan poco margen para la pausa o que prefieran estar en continuo movimiento en vez de dejarse llevar con frecuencia por escenas cinemáticas con un fuerte componente narrativo es más que probable que no comulguen con la original propuesta de Kojima. Y menos cuando les toque calzarse las botas y recorrer un amplísimo mapa en el que la mayoría del tiempo de lo único que deberás preocuparte es de no resbalar por una pendiente y perder tu carga, de cómo vadear el riachuelo que nos corta el paso o descender por unos riscos sin caer al vacío.

Como porteadores es esencial cambiarnos de botas cuando estas se hayan desgastado y amenacen con hacernos daño, equilibrar bien la carga que nos echaremos a la espalda o que adheriremos a nuestro traje para no acabar en el suelo y dañar los contenedores, vigilar el viento y la lluvia, saciar nuestra sed cuando la fatiga haga mella e incluso echarnos a dormir cuando necesitemos reponer fuerzas. Mantener a nuestro personaje en las mejores condiciones es tan importante como utilizar con inteligencia nuestro equipo, desplegar escaleras cuando debamos cruzar un acantilado o fijar cuerdas de escalada cuando lo más sensato sea descender por una pared.

Llegar a nuestro destino y hacer nuestra entrega siempre es el principal objetivo de Death Stranding, así que preparaos para hacer kilómetros a pie o con algo de suerte haciendo uso de alguno de los vehículos disponibles. Tal vez la fórmula parezca tediosa, y para muchos lo será, sin embargo aquellos que conecten con el título acabarán encontrando estas mecánicas extrañamente adictivas.

Como os podéis imaginar esta dinámica será interrumpida por diversos encuentros en los que el juego toma prestados elementos de muy diversos géneros. Cuando atravesemos zonas atestadas de entes varados deberemos hacer uso del sigilo para evitar que nos detecten, andando agachado para minimizar el ruido de nuestras pisadas y conteniendo el aliento. Aquí entrará en juego nuestra unidad BB, ese bebé nonato que cargaremos en un dispositivo acoplado al pecho dando pie a tantas teorías y cuya función no es otra que la de señalarnos la posición de unos seres que de otro modo serían totalmente invisibles. Se trata de secciones que coquetean con el survival horror y que según avancemos en la trama irán siendo más desafiantes, si bien poco a poco contaremos con nuevos medios con los que hacer frente a nuestros enemigos.

No serán los únicos que pondrán en riesgo nuestro cometido. También existen las llamadas Mulas, bandidos que nos rastrearán nada más entrar en su territorio y harán todo lo posible por arrebatarnos nuestra carga. Es posible despistarlos, aunque a veces no tendremos más remedio que plantarles cara a puñetazo limpio o con armas ligeras, momentos que a pesar de dar variedad al título evidencian que la aventura no se concibió para explotar las mecánicas propias de los beat’em up o los shooter, de ahí que se trate de un aspecto que se queda en lo elemental y por tanto lejos de la audacia de otros apartados.

Todo cuanto alberga Death Stranding es susceptible de interpretación en función de lo que sugiera al jugador. El mapa, por ejemplo, comparte ciertas similitudes con el de la quinta entrega de Metal Gear Solid, muy criticado por no ofrecer entornos tan variados como los de otros juegos de mundo abierto o carecer de alicientes que vayan más allá de las misiones estándar. Sin embargo, también es preciso tener en cuenta otras consideraciones como lo fascinante que acaba resultando, la belleza y el realismo que desprende su paisaje y por qué no la sensación de soledad que transmite y que rara vez habíamos experimentado en esta magnitud. Un encanto especial que enriquece el juego sin necesidad de intimidar al jugador con decenas de actividades disponibles por metro cuadrado y que sintoniza a la perfección con la esencia del título.

Pero más allá de la sensación de aislamiento y toda esa melancolía que envuelve Death Stranding encontramos un componente social muy acusado y bastante atípico, que no resulta indispensable para completar nuestro viaje pero que incide directamente en la jugabilidad y en la manera de entender la interacción con otros usuarios fuera del ámbito competitivo.

En nuestras expediciones descubriremos que otros jugadores que han pasado por la misma zona han querido dejarnos señales indicando los riesgos que entraña el camino a partir de ese punto, mensajes de ánimo, pequeñas construcciones como buzones donde guardar parte de nuestra carga o simplemente escaleras o cuerdas que nos facilitarán superar obstáculos. Siempre podremos agradecérselo otorgándoles un ‘me gusta’, lo mismo que recibiremos si somos nosotros los que dejamos algo para la comunidad o donamos aquellos suministros que nos sobran.

A esto hay que sumarle la posibilidad de recoger las cargas de otros porteadores que no pudieron completar la entrega llevándolas a su destino, dando por finalizado el encargo y recibiendo nuestra recompensa. Se trata en definitiva de una manera de fomentar la cooperación, de hacernos ver que no estábamos tan solos como pensábamos y de conectar a unos usuarios con otros, que es precisamente de lo que trata la obra de Kojima.

Una producción técnicamente estimulante y con un exquisito gusto en lo musical, con temas que tienen la asombrosa cualidad de romper el silencio que impera en la aventura en los momentos más idóneos, siempre transmitiendo sensaciones y logrando cautivarnos.

Como decíamos no es nada sencillo explicar qué es Death Stranding, y mucho menos confirmar que es el juego que estabais esperando. Mucho se le va a criticar por su sistema de misiones, que carece de variedad y de profundidad, o por mecánicas propias de los juegos de infiltración y de acción que están lejos de aportar algo novedoso. Pero también es justo alabar su ambición, su maravilloso apartado artístico o esa inusitada capacidad para seducirnos y mantenernos muy pendientes de la historia durante las muchas horas que tardaremos en llegar a su conclusión. Una experiencia única y relevante, valiente como pocas y que no dejará a nadie indiferente.

Compra aquí Death Stranding

Invítanos a un café. Ayúdanos a continuar

3 comentarios

  1. Tras las primeras horas jugadas puedo decir que sí, es un juegazo que va a encantar a los que somos fans de Kojima, pero la verdad es que hay que entrar a jugar con ganas porque la propuesta es muy arriesgada.

Deja un comentario