5 villanos a los que resulta difícil echarles algo en cara

La existencia del héroe en el relato cinematográfico suele estar supeditada a la figura del villano. Cuanto más malévolo y resolutivo sea este némesis mayor será la leyenda de aquel que está llamado a derrotarle, de ahí que la mayoría de las veces se trate de sujetos sedientos de poder, carentes del más mínimo escrúpulo y con una desmedida afición por sufrimiento ajeno. De esta manera al espectador le resulta fácil detestarles y en consecuencia canalizar su simpatía hacia roles más justos y rectos. Solo muy de vez en cuando encontramos villanos cuyas motivaciones y argumentos nos permiten empatizar con ellos, personajes que no representan el mal en estado puro sino que son el resultado de un cúmulo de vivencias, temores y anhelos que no nos resultan ni mucho menos extraños. A continuación repasamos algunos que nos hicieron reflexionar sobre si sus intenciones no eran tan perversas como en un principio parecía.

 

Arthur Fleck de El Joker

La película de Todd Phillips nos presentaba un Joker muy diferente al resto de sus versiones cinematográficas. Mientras que Jack Nicholson dio vida a un ególatra enloquecido y Heath Ledger hizo lo propio con un villano cuyo único fin era ver el mundo arder, el personaje de Joaquin Phoenix no era sino un triste reflejo de muchos de los males que asolan la sociedad actual. Vilipendiado en un trabajo en el que imperaban las prácticas abusivas, humillado públicamente en pos de alimentar a las ávidas audiencias televisivas y maltratado por aquellos que delinquían con impunidad, Arthur se rindió a lo más oscuro de su ser y respondió con un frenesí de violencia dirigido a aquellos que se habían regodeado en su penosa situación. No queremos justificar las acciones tan brutales cometidas por este aspirante a cómico pero hemos de reconocer que resulta inevitable compadecer a la víctima de un sistema que no acostumbra a dar segundas oportunidades.

William Foster de Un día de furia

Mucho antes de que en Gotham empezasen a pintarse la cara el director Joel Schumacher efectuó una feroz crítica social a través de esta excelente cinta protagonizada por Michael Douglas. El actor de Wall Street asumía el rol de un hombre corriente cuya vida había tocado fondo y que se disponía a volver a casa en plena ola de calor. Su temperamento irascible le llevaba a rebelarse contra una concatenación de situaciones injustas y también de lo más convencionales que alimentaban cierta empatía en el espectador por muy desproporcionados que fuesen sus métodos para resolver los conflictos. Había pandilleros tratando de robarle el maletín, pedigüeños que le culpabilizaban de su mala fortuna y operarios que despertaban serias dudas sobre el óptimo empleo del dinero del contribuyente. Pero nada comparado con un encargado de una hamburguesería demasiado estricto a la hora de acatar los horarios del servicio de comidas.

Roy de Blade Runner

«Es toda una experiencia vivir con miedo, eso es lo que significa ser esclavo». Roy Batty no era un forajido al uso. Su misión y la de sus devotos camaradas no venía motivada por la obtención de riqueza o la satisfacción de sus impulsos más sádicos. Y es que para un replicante el mero hecho de vivir suponía el más poderoso de los incentivos, la búsqueda de un futuro tras dejar atrás años de abnegada servidumbre sólo condicionado por los caprichos de sus creadores. El afán de libertad y la imperiosa necesidad de saber cuánto tiempo les quedaba eran estímulos estrechamente asociados a la naturaleza humana, de ahí que la obra de culto firmada por Ridley Scott resultase tan fascinante. «Lo único que quería eran las mismas respuestas que el resto de nosotros», reflexionaba Deckard mientras le veía morir en la azotea de aquel desolado edificio.

Magneto de X-Men

Para entender el radicalismo del que hacía gala Erik Lehnsherr hay que atender a sus orígenes. En el prólogo la cinta de Bryan Singer que abrió la saga veíamos a un joven Magneto que padecía el horror del Holocausto, uno de los episodios más espantosos de la historia que condicionó irremediablemente su forma de entender la conducta humana. De ahí que siendo adulto se resistiera a permanecer impasible ante la actitud cada vez más desafiante de los gobiernos del mundo ante al crecimiento de la población mutante, temerosos de que esta nueva raza acabase siendo la mayor amenaza jamás conocida. Erik había experimentado en sus propias carnes los efectos que el odio y el miedo pueden producir en las personas de ahí que formase la llamada Hermandad de Mutantes y se opusiese al Acta de Registro de Mutantes planteada por el senador Kelly, lo que él entendía como un primer paso para restringir la libertad de sus camaradas y volver a los tiempos de los ghettos y, por qué no, del exterminio. Charles Xavier nunca toleró el supremacismo que irradiaba el discurso de su viejo amigo pero incluso él era muy consciente de los peligros del nuevo orden social que se avecinaba.

General Hummel de La Roca

No se puede negar que Francis Hummel sabía dar un discurso, uno con el que llegó a convencernos de la licitud de su causa. A este veterano del Cuerpo de Marines y héroe de guerra le bastaron unos minutos al teléfono para destapar las vergüenzas de su gobierno y poner en jaque a un país que no acostumbra a tratar con benevolencia a aquellos que derramaron su sangre por la bandera. Atrincherado en la prisión de Alcatraz y con una batería de misiles dispuesta para desatar el infierno en San Francisco, el consagrado líder militar exigía a los altos mandos el reconocimiento de aquellos soldados que murieron en distintas operaciones encubiertas en el extranjero y una generosa compensación económica para sus familias. Hummel, hombre de honor, acababa confesando que todo se trataba de un farol y que de ningún modo iba a poner en riesgo vidas inocentes. Sin embargo, la cinta de acción de Michael Bay volvía a meter el dedo en la llaga como ya hicieran otros filmes como Acorralado, que exponían las verdades incómodas de las fuerzas armadas.

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