Son muchos los que apuntan que la industria de los videojuegos, al igual que ocurre con la cinematográfica, lleva años acomodada. Buscar nuevas fórmulas de éxito es mucho más arduo y arriesgado que explotar aquellas que han funcionado en el pasado y de las que la comunidad parece no haberse aburrido, de ahí que las compañías sigan apostando por sus franquicias estrella a la hora de asaltar el mercado en busca de cuantiosos beneficios.
Los altos costes que conlleva el desarrollo de las grandes producciones y las altas expectativas depositadas en los estudios responsables no dejan demasiado margen para el error. Que las nuevas entregas de Call of Duty o Assassin’s Creed naufraguen en ventas supone un verdadero descalabro para gigantes como Activision o Ubisoft, forzándoles a replantearse su estrategia e incluso su plan de lanzamientos a medio y largo plazo.
Sólo los indies parecen vivir ajenos a una realidad que afecta a la innovación de un sector acostumbrado a ir con pies de plomo y pensar más en las bondades tecnológicas de sus productos que en abordar verdaderas revoluciones a nivel jugable. Dicho esto, que 2019 haya continuado con esta tendencia no ha sido necesariamente algo malo. Todos tenemos sagas a las que hemos dedicado incontables horas y que de un modo u otro no queremos que finalicen nunca, expandiendo la experiencia hasta el infinito y reportándonos más y más diversión.
Es el caso de Wolfenstein, un sello que sigue gozando de la fidelidad de los amantes de la vieja escuela. Mientras esperamos a la siguiente entrega numerada de este colosal reinicio que firma MachineGames este año hemos podido practicar nuestra puntería con dos títulos de transición pero que han tratado de aportar nuevas perspectivas. En Youngblood controlamos a las hijas del gran B.J. Blazkowicz en una aventura concebida para jugarla junto a un amigo. Acción y sigilo con algunos elementos asociados a los juegos de rol y una narrativa más comedida pero que nos deja algunas pistas interesantes de cara al futuro de la guerra contra los nazis. Por otro lado, Cyberpilot centra su atractivo en el uso de las gafas de realidad virtual, y si bien parte de una idea interesante -el protagonista es capaz de controlar drones y otros ingenios robóticos a distancia- resulta demasiado breve y sin la chispa que caracteriza a la licencia.
No son los únicos shooters que han tratado de complacer a sus incondicionales. Far Cry: New Dawn ha querido dar un cierre a la historia de la quinta entrega con un título sumamente continuista pero que basa su atractivo en su delirante ambientación post-apocalíptica. Con la suficiente envergadura como para no ser considerado una expansión pero más limitado que su antecesor, el juego de Ubisoft divierte como siempre y experimenta tímidamente con algunas ideas que no nos extrañaría que tomasen forma en el futuro.
Los ucranianos de 4A Games también han querido dar la puntilla a su saga Metro con Exodus, la épica conclusión del viaje de Artyom que comenzó en las entrañas de Moscú y que finalizó a los mandos del Aurora en busca de un nuevo hogar. Desafiante y con una atmósfera excepcional, el título adopta un nuevo enfoque que se acerca al mundo abierto ampliando sus posibilidades, lo cual no quita que siga adoleciendo de problemas de sobra conocidos tanto a nivel técnico como en lo referente a una inteligencia artificial muy por debajo de lo esperado.
No ha sido la única saga que ha querido romper con la linealidad de las primeras entregas, Gears 5 también ha potenciado sus excelentes tiroteos con unos entornos más amplios por los que desplazarnos. Puro músculo para la consola de Microsoft, que sigue necesitando desesperadamente exclusivos con el impacto de la obra de The Coalition.
Otro regreso muy aplaudido ha sido el de Borderlands, el buque insignia de Gearbox Software que sigue siendo la mejor opción del mercado para jugar en compañía. Borderlands 3 no engaña a nadie, su apartado gráfico es inconfundible y su sentido del humor cuanto menos particular. La cantidad de armas que podemos empuñar es abrumadora y su campaña es más variada que nunca gracias a la posibilidad de viajar a diversos planetas cada uno de ellos con su propias características. No reinventa nada pero da exactamente lo que cualquier fan esperaría de semejante odisea espacial.
La acción en primera persona sigue estando en alza, de ahí que tras ocho años idSoftware haya recuperado una de las licencias que había mantenido en el dique seco. Rage 2 es una continuación mucho más desinhibida que el original, lo que no quita que tenga una jugabilidad a prueba de bombas y que es marca de la casa. Ni que decir tiene que nos ha dejado mejor sabor de boca que Sniper Ghost Warrior: Contracts, que una vez más no ha logrado dar ese salto de calidad que muchos esperan en una saga que no llega a explotar pero que sigue acumulando entregas.
Claro que puestos a realizar un repaso por los grandes nombres del género no podemos obviar Call of Duty: Modern Warfare. Activision ha dicho definitivamente adiós a sus entregas ambientadas en la guerra del futuro para volver a sus raíces, a esos conflictos contemporáneos que mezclan crudeza y realismo pero sin descuidar el sentido del espectáculo asociado a Call of Duty. Vuelve el Capitán Price y vuelve el modo campaña a un título técnicamente portentoso y que deja un gran sabor de boca tanto en su vertiente en solitario como en el multijugador. Modern Warfare supone una mirada al pasado pero a la vez demuestra no tener miedo al cambio, introduciendo un componente más táctico en las partidas y desplegando mapas de mayor amplitud y que aumentan la escala de los combates.
Saltando al terreno de la fantasía el primer título que nos viene a la cabeza es sin duda Kingdom Hearts 3. Tetsuya Nomura ha cerrado de manera brillante la gran aventura de Sora y sus amigos con un título que hace gala de un diseño artístico impecable y que aprovecha como pocos las licencias de Disney que han insuflado de magia este inolvidable universo. Ha tardado en llegar, pero sin duda ha merecido la pena.
Pero para retornos que se han hecho de rogar el de MediEvil. Los fans llevaban años pidiendo a gritos el regreso de Sir Daniel Fortesque y tras los éxitos de Crash Bandicoot N. Sane Trilogy y Spyro Reignited Trilogy Sony ha optado por ir a lo seguro lanzando un remake del título original que, si bien ha sido totalmente renovado en lo visual por el estudio Other Ocean, mantiene el diseño de los niveles intacto. MediEvil sigue siendo tan divertido como siempre, aunque también es cierto que hereda algunos problemas asociados al control del personaje y a la cámara. Sospechamos que la compañía ha querido comprobar si la licencia sigue siendo bien recibida después de tantos años en el dique seco, por lo que si los números acompañan no sería de extrañar que se diese luz verde al desarrollo de una nueva entrega.
Shemnue III también debe mucho a la comunidad de jugadores, de hecho que esta tercera entrega haya logrado ver la luz es todo un triunfo ya que hablamos de una saga cuyo último juego tenía el sello de Dreamcast en su carátula. Pese a que su ajustado presupuesto no le ha permitido brillar como muchos esperaban la obra de Yu Suzuki sigue atesorando ese encanto tan particular que impidió que el mundo se olvidase de la historia inconclusa de Ryo Hazuki. Tal vez su creador haya pecado de ser demasiado ambicioso al resistirse a darle una verdadera conclusión a tan emotiva epopeya, de modo que sólo cabe esperar que su continuación no se demore tanto.
El que parece disfrutar de una segunda juventud es el bueno de Dante. El cazademonios más socarrón ha recuperado su mejor versión en Devil May Cry 5, un título no apto para cardiacos y que es un espectáculo visual de altura. Tras la decepción que supuso la cuarta entrega y la controversia suscitada por el notable reinicio que firmó Ninja Theory, Capcom ha demostrado que era posible retomar la saga respetando el legado de sus personajes más emblemáticos, introduciendo algunos nuevos con vistas al futuro y, en definitiva, homenajear un género al que aupó a lo más alto.
La editora japonesa acaba un año de ensueño en el que también ha sido elogiada por crítica y público gracias al remake de Resident Evil 2, que en pleno 2019 ha logrado ponernos los pelos de punta como ya hiciera el original allá por 1998. Mucha menos suerte ha tenido Ubisoft, que depositó toda su confianza en The Division 2 y Ghost Recon: Breakpoint y no sólo ha visto cómo ambos se quedaban muy lejos de sus previsiones sino que además el título de acción táctica era señalado por la prensa especializada debido a su inconsistente diseño de misiones y a otros muchos problemas que sus responsables tratarán de solventar a base de duro trabajo.
Siempre nos quedará Trials Rising, la entrega más completa, espectacular y divertida de cuantas se han hecho, y Just Dance 2020, un imprescindible para los asiduos a las pistas de baile que además de contar con un excelente sistema de progresión y una lista de canciones muy variada también homenajea sus diez años de recorrido con el modo All Stars. Aquí, la compañía gala no ha decepcionado.
Todavía nos quedan por nombrar títulos ilustres como Ace Combat 7: Skies Unknown, un punto y aparte en la historia del simulador de combate de Bandai Namco que vuelve a centrarse en las sensaciones de estar en la cabina de pilotaje. Apenas comete errores, consigue engancharnos como pocos lo han conseguido y además hace gala de unos efectos climatológicos que potencian aún más la inmersión en cada partida. Como contrapunto tenemos a Need for Speed: Heat, que pese a entrar por los ojos y ofrecer gran cantidad de opciones de personalización para nuestros vehículos no ha conseguido satisfacer a los conductores más exigentes, que piden a gritos novedades de peso y una mayor variedad de modalidades para una de esas sagas que a estas alturas deberían escribirse con mayúsculas.
El género de lucha merece una mención aparte, ya que este año ha recibido dos colosos que sí han hecho los deberes. Dead or Alive 6 ha arriesgado mucho, introduciendo importantes cambios en su sistema de combate propiciando un mayor dinamismo y versatilidad sin llegar a desvirtuar su propuesta, mientras que Mortal Kombat 11 ha logrado elevar el concepto de fatality a una nueva dimensión. Sin duda uno de los mejores del año no sólo por un apartado gráfico demoledor y la jugabilidad más depurada que hemos podido disfrutar, sino también por su extraordinaria oferta de contenido. La campaña en solitario es una delicia, las Torres del Tiempo un desafío digno de los más osados y el plantel de 25 luchadores extenso y bien diferenciado.
Para finalizar citar a Tropico 6, otra vuelta de tuerca al paródico juego de gestión social de Limbic Entertainment que mejora en todos y cada uno de sus apartados, y Luigi’s Mansion 3, una nueva muestra de que Nintendo sigue jugando en su propia liga. El hermano de Mario se reivindica con una aventura sumamente original, de las que gustan de principio a fin y que quedan en el recuerdo. Sobra decir que se ha colocado por méritos propios como uno de los juegos que no pueden faltar en la estantería de aquellos que posean una Nintendo Switch.
Y ahora… ¡a por un 2020 que a buen seguro traerá de vuelta muchas de nuestras franquicias favoritas!
Invítanos a un café. Ayúdanos a continuar