Era de esperar que los primeros meses de vida de Apple TV+ fuesen todo un desafío para la plataforma. Competir en el abarrotado mercado de vídeo en streaming no sólo requiere un servicio eficiente y económico, también un catálogo trufado de contenido original con series de cierta envergadura y actores de prestigio que actúen como catalizadores de la audiencia. Si bien a día de hoy la propuesta de la compañía liderada por Tim Cook no puede rivalizar con la oferta de gigantes como Netflix, hay que admitir que parece tener muy claro el camino a seguir para convertirse en una alternativa a tener en cuenta.
Series como Servant o The Morning Show son una buena muestra de cómo la plataforma está poniendo en marcha esta estrategia, si bien ha sido la apocalíptica See el principal reclamo de su catálogo inicial. Protagonizada por el emergente Jason Momoa esta ficción nos plantea un mundo en el que una catástrofe global ha devuelto a la humanidad a una edad primigenia en la que la supervivencia se antoja más ardua debido a que nuestra especie ha perdido el sentido de la vista. Sólo un hombre, Jerlamarel, posee un don que con el paso del tiempo se ha convertido en un mito para la mayoría y en una herejía para aquellos que han caído presa del fanatismo. Temiendo por su seguridad, este nómada decide dejar a su mujer y a sus hijos al cuidado del cacique de una pequeña tribu que responde al nombre de Baba Voss, un formidable guerrero que asumirá la tutela de dos gemelos que han heredado la extraordinaria capacidad de su padre y que están destinados a cambiar el mundo.
Tras un arranque algo confuso la ficción no tarda en adoptar la forma de un relato de aventuras en el que el clan de Baba iniciará un peligroso viaje en el que deberán enfrentarse a animales salvajes, esclavistas sin escrúpulos, inquisidores sedientos de sangre y otras muchas amenazas. Cabe decir que es en este terreno en el que See se desenvuelve con mayor soltura y exhibe sus mejores argumentos como producto de entretenimiento, mostrándose más torpe cada vez que intenta introducir confabulaciones palaciegas y otros elementos hoy más que nunca asociados al género fantástico.
La premisa de See resulta tan fascinante como arriesgada. Descubrir cómo estas sociedades han redefinido su forma de vida para llevar a cabo actividades tan básicas como la caza, la pesca o la construcción es cuanto menos intrigante teniendo en cuenta sus limitaciones sensoriales. A pesar de que la ficción aporta algunas soluciones creativas a varias de las problemáticas derivadas de la ceguera, lo cierto es que las situaciones que plantea no siempre consiguen ser lo suficientemente verosímiles como para hacernos partícipes del juego que propone. Contemplar cómo decenas de guerreros se pintan el rostro (¿?) justo antes de cargar contra el ejército enemigo esquivando árboles y fosos sin tropezar ni una sola vez o a grupos de exploradores atravesar valles y ríos sin extraviar el rumbo no sólo nos transmite cierta incredulidad sino que a menudo nos distrae de la acción.
Esta falta de rigor a la hora de construir un universo al que sólo es posible aproximarse a través del oído, el gusto, el olfato y el tacto diluye una experiencia que se presumía mucho más extrema y excitante, lo cual no quita que encontremos algunos aspectos interesantes. El carácter único y cautivador de las Sombras, tan gráciles y silenciosas que nadie es capaz de detectar su presencia, o la manera de luchar de Baba, una funesta danza tan precisa como brutal, propician algunas de las secuencias más deleitables de una temporada irregular pero que dispone de importantes bazas para mantenernos pegados a la pantalla.
A la feroz presencia de Momoa, cuyo personaje ha sido minuciosamente confeccionado para el actor, hay que sumar unas localizaciones de una belleza natural sobrecogedora y que propician una de las series con mejor fotografía del panorama actual. Un despliegue visual posibilitado por el abultado presupuesto de una serie ambiciosa y de innegable potencial pero a la que debemos exigir una mayor audacia a la hora de liberarse de ciertos convencionalismos y ahondar en una mitología propia que apenas ha empezado a arañar.