Valeria: un quiero y no puedo

La serie de Valeria, como su protagonista es un quiero y no puedo. Quiere ser Sexo en Nueva York, o Girls… y no llega. Igual es que no he leído las novelas y hay algo que se me escapa, aunque eso tampoco es excusa, porque si una adaptación no transmite lo mismo que el original y lo necesita para ser entendida, entonces muy bien hecho no está.

En serio, he intentado que me caiga bien Valeria casi con tanta fuerza como intenté en su momento querer a Carrie. Pero mira, no. Las dos viven a medio camino entre la precariedad laboral y el pijismo más absoluto (¿escritora en paro, pero piso en Chueca?), las dos tienen complejo de copo de nieve y las dos se busca sus propios problemas mientras pretenden que empatices con ellas, pero claro, tú no puedes, porque te vaya mejor o peor, tú un trabajo bien pagado sí lo cogerías. Aunque luego tuvieras que trasnochar para escribir. Que una cosa es perseguir tus sueños y otra pretender vivir del aire haciendo la fotosíntesis.

Todo eso podría ser lo de menos si lo demás acompañara, pero la diferencia entre Carrie y sus amigas y Valeria y sus amigas, no obstante, es clave: el grupo de Bradshaw tenía carisma, eran personajes mucho más atrevidos en su momento y que eran capaces de crecer más allá del “tópico” que representaban. Eran personajes redondos. En la ficción de Netflix nos encontramos todo lo contrario, los personajes de Valeria son planos hasta el punto de que uno de ellos es de “personalidad: lesbiana”. Y se queda tan ancha.

Al final, la serie de los 90 – y la de Lena Dunham- eran mucho más atrevidas, mucho más divertidas y mucho más humanas. Desde luego ninguna de las dos series en las que se inspira Valeria tenían este olorcillo a añejo, a fórmulas que ya hemos visto y tópicos que ya hemos utilizado sin molestarse en infundirles un mínimo de nueva vida.

La fotografía es preciosa – qué ganas de pasear por ese Madrid, de luces crepusculares y gente sin mascarilla-, pero no es más que un bombón en el que te han prometido que vas a encontrar un buen relleno de licor y resulta que está hueco.

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