Tal vez no sea uno de los clásicos Disney más populares de la inagotable factoría, pero sí uno de los más encantadores y audaces. La cinta de Robert Stevenson, ganadora de un óscar a los mejores efectos especiales, era un festival de música, color y magia, ¡mucha magia!
Angela Lansbury y el genial David Tomlinson protagonizaron la historia de una aprendiz de bruja que ansiaba adquirir el conjuro definitivo que le permitiese poner punto y final a la guerra en Europa. La búsqueda de tan sensacional hechizo nos dejaría momentos para el recuerdo como aquel delicioso baile en el fondo del mar, el divertidísimo partido de fútbol que de nuevo combinaba imagen real con dibujos animados o la invasión alemana frustrada gracias a un ejército de armaduras encantadas.
Si alguno de vosotros ha acudido recientemente al servicio de Disney+ o al formato doméstico para disfrutar de nuevo de la película es probable que se haya llevado más de una sorpresa en forma de escenas inéditas. Y es que teniendo en cuenta que La Bruja Novata se estrenó en el año 1971, es fácil adivinar el motivo por el que buena parte del metraje jamás se exhibió en los cines españoles. Es más, en las reposiciones televisivas de la cinta en la década de los noventa todavía se utilizaba el montaje aprobado durante el régimen franquista debido a que eran las únicas copias de las que disponían las cadenas.
Resulta cuanto menos curioso que el filtro censor se aplicase una vez el proceso de doblaje del filme había finalizado, lo cual ha propiciado que la versión íntegra que podemos visionar en la actualidad cuente con las mismas voces en castellano, tanto en los diálogos como en las canciones que fueron suprimidas.
A continuación vamos a repasar aquellas escenas que fueron censuradas y que ahora sí forman parte de esta obra irrepetible. Decid con nosotros: Treguna, Makoidees, Trecorum, Sadis Dee!
El desfile de la Guardia Territorial
Los hechos que narra la cinta tienen lugar durante la Segunda Guerra Mundial, cuando Gran Bretaña estaba siendo bombardeada por la aviación alemana. Ante la amenaza del desembarco de fuerzas enemigas, la localidad costera de Pepperinge Eye organiza a la milicia local para defender el territorio si fuese necesario nutriendo sus filas con veteranos de guerra y otros voluntarios. Al comienzo de la película vemos a este cómico destacamento marchando hacia el pueblo mientras entonan una rítmica marcha militar: “Nuestras trincheras los contendrán, nuestra gran fiereza los pulverizará, no saben bien el gran historial que tiene la Territorial. Valor, vigor y juventud. Y afán”. Este himno a la patria fue eliminado del montaje, aunque algunas escenas puntuales sí mostraban a estos envejecidos combatientes y al oficial que los dirigía. Eso sí, en ningún momento se les escuchaba tararear estrofas tan apasionadas como “Por fin nuestras fuerzas pueden ya tener, hoy nuevas glorias tan grandes como ayer”.
La edad de la incredulidad
La señorita Price estaba decidida a convertirse en bruja y no iba a dejar que el profesor Browne cancelase el curso de hechicería por correspondencia, de ahí que decidiese desplazarse a Londres con la ayuda del boliche de Paul, un objeto al que había conferido poderes mágicos. El único que no parecía entusiasmado con la idea es el joven Charlie, que rechazaba acompañarles alegando que no creía ni una palabra de un plan tan descabellado. Antes de que el niño acabase subiendo a la cama por temor al gato de su anfitriona, el personaje al que da vida Angela Lansbury cantaba una breve canción recordando las palabras de su padre: “Cuando crees que ya no eres un niño y cuando en jugar hay ilusión viene la edad un poco triste y la incredulidad nació”. Algunos fragmentos de la letra como “Cuando en un rincón dejas los libros cuyos héroes tú soñaste ser, ya no creerás lo que soñabas de todo has de dudar también”, no debieron pasar el filtro de los censores ya que la escena fue despojada de su parte musical con precisión quirúrgica.
Un tipo genial
Emelius Browne queda tan impresionado por las habilidades de su alumna que no duda en invitarla a almorzar en la lujosa mansión que habita sin que nadie más lo sepa. Una vez han llenado el estómago y mientras los niños se divierten en el cuarto de juegos el profesor decide hacer una propuesta de negocios a la señorita Price, ni más ni menos que lanzarse al mundo del espectáculo como su ayudante en un número de ilusionismo que podría reportarles cuantiosas ganancias. Eglentine no parece interesada en la oferta de modo que Emelius trata de convencerla con una canción que, una vez más, fue extraída del montaje por los censores. Ni siquiera con frases como “Las estrellas han escrito su triunfo en ellas” o “Igual que una joya valora su brillo usted siempre debe brillar” lograba llamar la atención de su alumna, obsesionada con revisar la librería en busca del libro mágico. “No me deje marchar, aprovéchese usted sin tardar”, imploraba el pillastre antes de ser convertido en conejo como castigo.
Fiesta interrumpida en Portobello Road
Con la esperanza de hallar la otra mitad del libro de hechizos, los protagonistas acudían a Portobello Road, “donde se compra y se vende hasta el sol” según canturreaba el bueno de Emelius. Al poco de llegar al mercadillo daba comienzo una verdadera fiesta llena de música y danza que fue recortada severamente por los censores, reduciendo su duración a la mitad. Momentos tan inocentes como el de un vendedor entreteniendo a los niños con divertidas contorsiones propias de los payasos o la danza de los escoceses dieron forma a un número musical en el que sin embargo no tuvieron cabida la coreografía de los soldados indios o el alegre baile de los músicos negros y sus exóticas bailarinas. En otras escenas que también fueron suprimidas la película nos mostraba a varios comerciantes ofreciendo joyas, obras de arte e incluso armas de fuego antiguas, a los hermanos comiendo chocolate en un puesto, a varios marineros alternando con jovencitas y danzando con un grupo de mujeres uniformadas, e incluso a dos meretrices que no dudaban en insinuarse al profesor.
Las malas artes del librero
Para su sorpresa, la señorita Price y los suyos no eran los únicos que buscaban Los Hechizos de Astaroth. Un codicioso librero hacía años que había encontrado la segunda mitad del libro y ambicionaba el conjuro de la Locomoción sustitutiva. Al darse cuenta de que la pista definitiva para hallar las palabras mágicas se encontraba en el tebeo al que se aferraba el pequeño Paul, el anciano no dudaba en amenazarlos con un puñal que sacaba del cajón de su escritorio. Esta escena, en la que el villano entregaba el arma a su esbirro para que la usase contra cualquiera que se resistiese, se percibió un tanto intimidante por lo que al tratarse de unos pocos segundos se eliminó limpiamente del metraje.
Ensayo y error
Tras su paso por la Isla de Naboombu el fatigado grupo regresaba a la casa de la señorita Price, donde la aprendiz de bruja insistía en que debían probar el conjuro de la Locomoción sustitutiva inmediatamente. Fueron muchos los cortes que se realizaron en esta escena, ocultando algunas partes que incluían al profesor quitándose los zapatos y exhibiendo unos calcetines llenos de agujeros o descubriendo que la estrella de Astaroth que había guardado cuidadosamente en su pañuelo -alegando que las mujeres siempre lo pierden todo- se había volatilizado al abandonar el reino de fantasía al que pertenecía. También se prescindió de un comentario de Browne en el que instaba al joven Charlie a pasar por el pueblo para comprar algo de cenar y así aprovechar para tomarse una cervecita en el bar, o el de Paul riñendo a sus mayores porque nunca le escuchaban pese a que desde el principio había tenido las palabras mágicas impresas en su tebeo. Por último, cuando Eglentine conseguía que los zapatos cobrasen vida, la bruja se dejaba llevar por la emoción y comenzaba a danzar junto a ellos hasta que se descontrolaban y le asestaban un puntapié en el trasero. Un momento un tanto embarazoso que no llegamos a ver.
El chiste que nunca nos contaron
Durante la cena, la señorita Price se encontraba deprimida debido a sus dificultades para controlar su nuevo hechizo. El profesor Browne trataba de animarla realizando malabares con unas manzanas, pero accidentalmente pisaba el rabo al gato y la fruta caía en la salsera manchándole toda la cara, lo que provocaba la risa del resto de comensales. En la versión aprobada para su exhibición en España no se incluyó esta parte, de hecho el corte que se realizó fue tan brusco que cuando llamaban a la puerta y Eglentine se levantaba para abrir todavía se podían escuchar las carcajadas del grupo. En aquel momento el público dio por supuesto que a todos les había parecido divertido que Emelius diese un trozo de salchicha a un Rayo Cósmico que le miraba desde el suelo con ojos suplicantes, sin embargo el verdadero gag se había quedado en la sala de montaje.
El sueño de Emelius
La despedida de Browne era más larga y emotiva de lo que se llegó a ver en la gran pantalla. No se incluyeron las lágrimas de Carrie cuando el profesor se disponía a partir ni los ruegos de Paul, que le veía como su nuevo papá. Ya en la estación, acostado en uno de los bancos a la espera de que llegase el tren de las 4:00, Emelius trataba sin éxito de conciliar el sueño. Sus remordimientos propiciaban una escena ciertamente surrealista en la que la señorita Price se le aparecía en mitad de las vías con un sugerente traje dorado como el que lucía Mademoiselle Franceska, la ayudante del póster de su espectáculo de ilusionismo. Como os podéis imaginar, esta extravagancia tampoco pasó el filtro.
Una derrota inevitable
Visto lo visto, la batalla de las armaduras no fue censurada con demasiada severidad. Cabe destacar que se eliminaron un par de comentarios lanzados por el comandante alemán instando a sus hombres a no ceder terreno al enemigo (“Mantened la posición como buenos soldados alemanes”) y más tarde a no abandonar sus posiciones (“¡Sois todos unos cobardes!”). Tampoco vieron con buenos ojos que Paul gritase a sus tropas aquello de “¡Romperles la cabezota!” o que varios guerreros cortaran con el filo de sus espadas y hachas las ametralladoras de los soldados nazis.
Sirviendo a la patria
El verdadero final de La Bruja Novata mostraba al señor Browne alistándose en el ejército con el objetivo de ayudar a su país a ganar la guerra. Vestido de uniforme y con el petate al hombro, Emelius besaba a Eglentine y se despedía una vez más de los niños prometiendo volver una vez finalizado el servicio. A continuación, hacía su aparición la Guardia Territorial para acompañarle hasta la estación de tren al son de su pegadiza canción. Un sentido homenaje a un hombre que se disponía a luchar… contra el fascismo.