
Mete en una coctelera Élite, Rebelde y Black Mirror, agita bien, añade unos toquecitos de un Riverdale y como resultado te saldrá Control Z.
El Colegio Nacional, como las Encinas, es una escuela para gente de bien, si por gente de bien entendemos los hijos de personas con dinero , influencias o las dos a la vez. Allí conocemos a Sofía una chica que no es exactamente la más popular del instituto, porque lo ha pasado muy mal, tiene sus traumas y ha sido carne de cotilleo en los pasillos de la escuela. Así que ella se dedica a observar, porque es observadora y lista como una liebre aunque solo pueda contarle sus conclusiones al chico nuevo.
Así están las cosas cuando entra en acción un hacker que se dedica a publicar los secretos más oscuros de sus compañeros de aula. Todo el mundo entra en pánico acuden a Betty Cooper…. digo, a Sofia, para que resuelva el misterio.
Control Z pretende sobre todo ser entretenimiento puro y en ese sentido cumple con creces. Pero también es verdad que sus ocho capítulos son una sucesión de oportunidades perdidas: oportunidad de hacer algo más nuevo, de aprovechar las posibilidades de lo digital, de no caer tan de lleno en los tópicos de los dramas adolescentes televisivos. No nos equivoquemos esos dramas nos encantan, pero para eso ya está ahí Élite que hace lo mismo, sin tanto hacker, y lo hace mejor.
Dicho esto, y sabiendo que no es tan valiente el hacker como nos lo pintaban la serie de Netflix es una opción más que digna para los amantes del “Quién lo hizo” más puro y para los que se hallan quedado sin su dosis de las Encinas y de Riverdale. No se llevarán muchas sorpresas, pero tampoco se aburrirán un solo segundo.