Análisis de The Last of Us Parte II – La canción triste de Ellie

La historia siempre se repite. Si con el lanzamiento del primer The Last of Us sus responsables pusieron el broche de oro a una generación sacando verdadero petróleo de una PlayStation 3 a la que le quedaban escasos meses de vida, con su continuación Naughty Dog se despide de PlayStation 4 con un título que vuelve a sacar el máximo partido a una consola cuya sucesora se pondrá a la venta estas mismas navidades. Sólo ellos, acostumbrados a maravillarnos con cada nuevo trabajo, podrían haber llevado a cabo una proeza técnica que además tenía la gran responsabilidad de dignificar un universo en el que nos sumergimos por primera vez hace ya siete años con una aventura irrepetible y que para la mayoría sigue siendo la más absorbente de cuantas conforman el catálogo de la sobremesa de Sony.

El estudio californiano ha echado toda la carne en el asador con una segunda parte que, a pesar de haber perdido cierta capacidad de sorpresa respecto a su antecesora, hace gala de un nivel tan alto en todos y cada uno de sus apartados que sólo podemos calificarla de auténtica delicia. Y no sólo en lo jugable, donde pocos juegos pueden hacerle sombra, sino también por una narrativa tremendamente ambiciosa y un enfoque cinematográfico que nos recuerdan constantemente que nos encontramos ante toda una superproducción.

El argumento de The Last of Us Parte II no se olvida del fatigoso viaje de Ellie y Joel hasta Salt Lake City y tiene muy en cuenta los eventos que marcaron el desenlace del título original para conformar un relato coherente no sólo con los cimientos de esta distopía post apocalíptica, sino también con la evolución de unos personajes complejos que portan cicatrices demasiado profundas. Sería un delito desvelar detalles de una trama llena de sorpresas y giros inesperados, de modo que nos limitaremos a decir que los protagonistas se han asentado en Jackson (Wyoming) donde se ganan la vida patrullando los alrededores de la ciudad y eliminando cualquier amenaza potencial para la comunidad. Un desafortunado encuentro entre Ellie y un grupo de desconocidos durante una de estas salidas desatará la ira de la joven que no dudará en perseguirlos hasta hacerles pagar todo el daño que le han hecho con su propia sangre. Es el inicio de una historia de venganza, brutal y desgarradora, que nos advierte de cómo el odio y la rabia pueden destruir a las personas que se dejan arrastrar por estos sentimientos hasta sus últimas consecuencias.

Porque si de algo no tienen miedo en Naughty Dog es precisamente de ser consecuentes con sus ideas y conducir la narración siempre en la dirección que consideran correcta, sin importar si sus decisiones agradan a todo el mundo o no. La manera en la que Neil Druckmann y su equipo han estructurado la aventura sorprenderá y mucho, y más teniendo en cuenta que llegados a su ecuador el juego toma un rumbo inesperado proporcionándonos una nueva perspectiva de los acontecimientos desde la que ahondar en esa violencia descarnada que define la obra y cuya finalidad va mucho más allá del mero efectismo, tratando constantemente de incomodar al jugador, sobrecogerlo y hacerlo partícipe del alto precio que conlleva hasta el acto más nimio en un mundo deshumanizado y perverso donde todos han perdido algo y en el que no hay héroes ni villanos. Un movimiento audaz que será objeto de debate, ya que la exquisita narrativa de las primeras horas se desequilibra durante los últimos actos, pero que en cierto modo logra que la experiencia sea más poderosa y que su desenlace nos cale muy hondo.

¿Quién teme al Lobo Feroz?

El diseño de The Last of Us Parte II bebe directamente de la experiencia adquirida en la cuarta parte de la saga Uncharted y en su expansión independiente El Legado Perdido. Aunque se trata de una aventura en su mayoría lineal, sus responsables han dedicado un notable esfuerzo en representar zonas de gran amplitud por las que movernos con libertad, dando siempre la sensación de que nuestra ruta no está predefinida. De hecho, no siempre tendremos claro dónde se encuentra nuestro destino, de ahí que debamos deambular por calles llenas de locales o barrios con múltiples ubicaciones hasta dar con la manera de salir del área y seguir avanzando.

En algunos momentos hemos tenido la sensación de que Naughty Dog coqueteó con la idea de hacer un juego de mundo abierto, de ahí que en la versión final del juego se haya incluido una pincelada de lo que podría haber sido durante nuestro paso por el distrito centro de Seattle. Será el único momento en el que a lomos de nuestro caballo tengamos la opción de desplazarnos sin barreras y visitar un buen puñado de lugares en los que hacer acopio de los recursos que necesitamos para continuar nuestro camino o simplemente escudriñar cada rincón del mapa para obtener mejoras de equipo y desvelar secretos ocultos. No se nos pedirá en ningún momento ir más allá de nuestro objetivo principal, pudiendo dedicar a esta parte del capítulo el tiempo que nos apetezca. Sin embargo hay que tener en cuenta que la propuesta del estudio nos insta explorar sin descanso y a experimentar todas las situaciones que pueden darse, ya sea compartir un momento de intimidad con alguno de nuestros compañeros de fatigas o salir airosos de un súbito encuentro con el enemigo. Todo dependerá de estar en el sitio adecuado en el momento adecuado, por lo que es posible que alcancemos los créditos finales sin haber visto todo lo que sus responsables nos tenían preparado.

Otro de los puntos que nos recuerdan a las últimas hazañas de Nathan Drake es precisamente la verticalidad de los escenarios, de gran importancia a la hora de desenvolvernos en territorio hostil. Para sobrevivir es vital aprender a movernos por los entornos aprovechando cualquier ventaja que nos proporcionen, ya sea subiendo a los pisos superiores, reptando por el suelo, buceando o escurriéndonos por cualquier rendija que conecte dos estancias. Porque al contrario de otros juegos en los que el sigilo es una parte primordial de la fórmula, The Last of Us Parte II nos obliga a estar en constante movimiento. Ya no basta con quedarnos detrás de una cobertura y esperar nuestra oportunidad, puesto que los soldados que encontremos tienen la mala costumbre de hacer batidas en grupo y registrar cada rincón para hacernos salir de nuestros escondrijos. De nada nos valdrá quedarnos bajo un vehículo porque antes o después nos descubrirán y nos sacarán a rastras, o quedarnos inmóviles tras un mostrador si los guardias llevan perros que puedan seguir nuestro rastro poniéndonos las cosas realmente difíciles.

Hemos de decir que cuando nos ha tocado pasar desapercibidos nos ha impresionado la lógica empleada por Naughty Dog en múltiples aspectos en los que otras grandes licencias suelen dejarnos con una mueca de extrañeza. Por ejemplo, ocultarnos aprovechando la hierba alta no nos garantiza estar a salvo, ya que incluso tumbados cualquier adversario podrá percibirnos si se acerca demasiado. También añadir que los patrones de la inteligencia artificial son más imprevisibles que en la mayoría de títulos, trazando nuevas rutas de patrulla e incluso girándose de vez en cuando para comprobar que nadie les pilla desprevenidos. Si encuentran el cuerpo de un compañero abatido, algunos entrarán en pánico quedándose unos segundos inmóviles mientras que otros llamarán a alguien para que les cubra las espaldas mientras investiga los alrededores, impidiéndonos realizar esas eliminaciones en cadena de las que solemos abusar en otras sagas.

En todo caso, será el jugador quien decida de qué manera quiere hacer frente a las amenazas de The Last of Us Parte II. Ellie tiene sobrados recursos para infiltrarse en zonas muy vigiladas sin dar la alarma o acabar con sus enemigos con la discreción de sus flechas o la contundencia de su rifle. El título no nos penalizará si optamos por un estilo de juego o por otro, sin embargo hay que tener en cuenta que no siempre iremos sobrados de recursos y munición por lo que resulta fundamental revisar cuidadosamente cada localización para hacernos con aquellos materiales que nos faciliten nuestra labor. Fabricar silenciadores para nuestra pistola, munición explosiva, trampas de proximidad, dagas… cuanto más completo sea nuestro equipo mayor flexibilidad tendremos a la hora de urdir nuestra estrategia. Además, hacer acopio de píldoras y piezas nos permitirá desbloquear nuevas habilidades para el personaje y mejorar nuestras armas, aumentando su potencia y precisión.

Como os podréis imaginar dar caza a los miembros de las distintas facciones que se interpondrán en nuestro camino no precisa de las mismas tácticas que cuando se trata de los infectados. A los corredores y chasqueadores que tan bien conocemos hay que sumar nuevos enemigos como los acechadores, tan silenciosos que es casi imposible detectarlos, y los tambaleantes, llenos de pústulas que reventarán y nos abrasarán si estamos en su radio de alcance. En general hablamos de combates muy dinámicos, en los que podemos intercalar con gran fluidez el uso de armas de fuego y combate cuerpo a cuerpo, que ha sido mejorado dándonos la posibilidad de esquivar los ataques con rapidez y asestar nuestros golpes una vez nuestro oponente se desequilibre. Además, esta segunda entrega ofrece muchos más enfrentamientos contra enemigos especiales, ya sean humanos o engendros, que supondrán todo un subidón de adrenalina.

Sí, el viaje de Ellie está repleto de desafíos no aptos para cardiacos, con huidas de infarto y secuencias de gran impacto visual. Pero no todo será correr y disparar, los episodios son largos y atesoran momentos más contemplativos en los que priman los diálogos y ponen especial énfasis en cultivar los vínculos entre los protagonistas del relato. También suelen contar con algún que otro rompecabezas, aunque son tan simples que no plantean reto alguno.

El cambio de ciclo lo dicta Naughty Dog

Viendo el acabado del último trabajo de los padres de Crash Bandicoot no podemos dejar de preguntarnos si a PlayStation 4 no le llega el relevo demasiado pronto. Sólo hay que fijarse en sus entornos fotorrealistas para darnos cuenta de que el apartado gráfico del juego sólo es comparable al de otros pesos pesados de la industria como Red Dead Redemption 2, God of War o Horizon Zero Dawn. La expresividad de los rostros de los personajes, la iluminación en espacios cerrados o sus detalladas atmósferas son buena muestra de la excelencia que se ha alcanzado en un título con una dirección artística envidiable y una solidez técnica gracias a la cual resulta raro ver un solo glitch durante una partida. A esto hay que sumarle la inexistencia de los tiempos de carga, perfectamente camuflados entre transiciones, y la asombrosa naturalidad con la que se conectan las cinemáticas con el gameplay.

La riqueza y fluidez de las animaciones también es un aspecto digno de mención, potenciando la inmersión en todo momento. Subirnos a nuestra montura, sortear obstáculos estando agachado o lanzar una botella para distraer al enemigo son acciones que han sido reproducidas con un realismo excepcional y que enriquecen la experiencia de múltiples formas. La incidencia de este apartado en la fórmula jugable es mayúscula, sólo hay que comprobar lo que ocurre cuando herimos a un enemigo con una de nuestras flechas, quedando tendido durante unos instantes en el suelo para acto seguido tratar de incorporarse, buscar protección y devolver el fuego.

En lo que respecta al sonido, The Last of Us Parte II vuelve a sacar un sobresaliente gracias a la contundencia y visceralidad de sus efectos y a la delicadeza la su banda sonora, que firma nuevamente el maestro Santaolalla. Los doblajes también son de gran nivel, en la línea de las grandes producciones de Sony, habiendo participado en el proceso grandes voces como la de Claudio Serrano, María Blanco o Lorenzo Beteta.

Tócala otra vez, Ellie

The Last of Us Parte II no dejará indiferente a nadie. Es más, sus responsables han trabajado para provocar una reacción en todos aquellos que quedaron prendados de la primera parte y llevaban años ansiando que el estudio atase los cabos sueltos que dejó la aventura de Ellie y Joel. Lo han hecho atendiendo a su propia visión del relato, sin preocuparse por satisfacer a todo el mundo y sin plegarse ante los estereotipos de una industria cada vez más diversa y responsable.

No es tan redondo como el original, cuyo esquema era prácticamente perfecto, pero su pasión por contar historias y su obsesión por ir siempre un paso más allá le otorgan un mérito extraordinario. Es largo, y se resiste a acabar, pero es que tal vez las obras únicas no deberían hacerlo.

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