Crítica de ¡Scooby! – El mismo sabueso para distinto público

En estos días en los que los grandes blockbusters se interconectan a través de complejos universos cinematográficos, no sorprende a nadie que Warner Animation Group apueste por recuperar las licencias de la antaño todopoderosa Hanna-Barbera a fin de producir múltiples filmes basados en sus series de televisión, entre las que se encuentran títulos tan populares como Los Picapiedra, Don Gato y su pandilla o Los Supersónicos. El encargado de poner la primera piedra del resurgir de este rico imaginario animado no ha sido otro que Scooby-Doo, que tras varias cintas de acción real cuanto menos olvidables regresa a la gran pantalla en un formato mucho más adecuado para un personaje tan acostumbrado a corretear por caserones oscuros y hacer frente a espectros de toda índole.

Tony Cervone, director de la cinta y buen conocedor del material original, ha sido el elegido para sacar adelante esta suerte de reboot tratando por todos los medios de actualizar una propuesta obligada a calar entre el público infantil pero sin renunciar a la identidad de un show que tantos recuerdan con afecto. De ahí que, en lo estrictamente visual, tanto el sabueso como sus compañeros de Misterios S.A. sean perfectamente reconocibles para veteranos y neófitos a pesar de haber sufrido ese ostensible lavado de cara que exige una producción de estas características en pleno 2020.

El excelente prólogo que abre la aventura no es más que una manera de recordarnos que aquello que tanto nos gustaba del bueno de Scooby sigue ahí, bajo todo ese deslumbrante barniz digital. Su amistad con el bueno de Shaggy, su inabarcable glotonería, sus recelos ante las situaciones más peligrosas… A eso hay que sumarle todo un cúmulo de pequeños guiños a las raíces del personaje como esa cabecera reproducida con inusitada fidelidad, esas carreras con la cámara fija en sus protagonistas o sin ir más lejos ese primer caso que consolidará el grupo y marcará su futuro como investigadores de lo paranormal.

Un inicio prometedor para una cinta que, sin embargo, según va avanzando más se pierde entre los convencionalismos del cine de animación moderno. Como si temiese resultar aburrida a los más pequeños ¡Scooby! decide introducir múltiples elementos que no suelen faltar en los grandes estrenos del género, tales como superhéroes, robots asesinos y naves espaciales. El resultado es una montaña rusa tan entretenida como insulsa, un espectáculo competente pero que no puede evitar perder gran parte del alma de la icónica franquicia.

Duele pensar que a día de hoy las grandes productoras no confíen en que la audiencia se pueda deleitar en una historia de fantasmas como las que daban forma a los episodios televisivos, esas en los que algún rufián trataba de encubrir sus fechorías haciéndose pasar por algún monstruo de feria siendo desenmascarado por Fred, Vilma, Daphne y los demás tras emplear sus dotes de observación en el escenario del crimen. Un planteamiento que no ha tenido cabida en una película que tiende a la acción más desenfrenada y que a menudo se apoya en la cultura popular para acercarse al espectador, gags de humor con alguna que otra mácula -¿Tinder? ¿En serio?- pero que acostumbran a funcionar.

Detectar todas estas referencias es también uno de los grandes alicientes de una cinta repleta de personajes invitados, desde celebridades como Simon Cowell hasta figuras ilustres de Hanna-Barbera como Pierre Nodoyuna y su inseparable compinche Patán, dos pillos que hacían las delicias de los seguidores de Los Autos Locos, o Halcón Azul y su perro Dinamita entre otras sorpresas. Una peculiar mezcla de contemporaneidad y nostalgia que da forma a un viaje que en cierto modo no necesita ser redondo para lograr divertir.

 

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