Crítica de Enola Holmes – Cuando el ingenio es cosa de familia

Enola Holmes

Del mismo modo que el sempiterno universo concebido por Arthur Conan Doyle hace mucho que trascendió el ámbito literario para convertirse en el caldo de cultivo de un sinfín de producciones en medios de lo más variados, con el paso de los años tanto el famoso detective como sus más íntimos allegados han sido objeto de las más insólitas metamorfosis por obra y gracia de autores decididos a mantener vivo su legado explorándolo desde nuevas y originales perspectivas. De ahí que la adusta figura de Holmes haya sido rejuvenecida a fin de relatar su primer gran caso como investigador en ciernes, haya sido castigada en reyertas en las que su mente preclara cedía gustosa el testigo a sus puños o, en el caso de la versión de Nancy Springer, haya sumado un par de canas a su cabello a base de lidiar con una hermana pequeña que comparte su capacidad deductiva y su carácter indómito.

Ella es la protagonista indiscutible de la cinta que firma Harry Bradbeer, un agradable divertimento a medio camino entre el espíritu renovador de Guy Ritchie y el encanto juvenil de la magistral dupla Barry Levinson/Chris Columbus, responsables de la injustamente olvidada El secreto de la pirámide. Para dar vida a la joven Enola el estudio ha contado con la ascendente Millie Bobby Brown, un rostro con el que el gran público está más que familiarizado tras el éxito de la serie Stranger Things y su participación en blockbusters del calibre de Godzilla: Rey de los monstruos. Su fichaje es sin duda el gran acierto de un filme entregado al carisma de la talentosa británica, a quien nunca habíamos visto tan desinhibida en pantalla. A la soltura con la que se maneja frente a las cámaras hay que sumarle la excelente química que comparte con actores de la talla de Helena Bonham Carter y en especial con Henry Cavill, quien interpreta a Sherlock en una de sus iteraciones más benévolas.

El filme gira en torno a la misteriosa desaparición de Eudoria Holmes coincidiendo con el 16 cumpleaños de su hija Enola, a la que lleva años educando en las más diversas disciplinas dentro de los límites de su residencia familiar. Tras descubrir una serie de pistas que podrían indicar su paradero, la protagonista decide desobedecer a su autoritario hermano Mycroft y viajar a Londres de incógnito para dar con ella. Una aventura en la que comenzará a desentrañar algunos de los secretos mejor guardados de su madre mientras se involucra en una conspiración que podría trastocar el futuro del Imperio.

Enola Holmes resulta endiabladamente entretenida gracias a su acertada mezcla de acción, misterio y humor, justificando sus dos horas de metraje a base de huidas temerarias, encuentros insólitos e ingeniosos rompecabezas. La ligereza de su propuesta fuerza a la trama a distanciarse del maquiavelismo de las novelas de Doyle, de ahí que sus principales incógnitas se antojen algo vacuas y su resolución sea un tanto precipitada. A esto hay que sumarle que las dos líneas de investigación emprendidas por la aprendiza de detective nunca acaban de encajar del todo, algo que queda patente en unos minutos finales en los que el director parece más preocupado por garantizar futuras entregas para este proyecto de saga que por dar a la narración un cierre plenamente satisfactorio.

Volveremos a saber de Enola, de eso no hay duda. Quedan cinco libros, cinco historias para que Brown siga cautivando al público con una heroína llamada a encontrarse a sí misma y a competir con el sabueso de Baker Street. Al fin y al cabo, este no es más que el comienzo del viaje.

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