¡Atención, spoilers!
Si tuviéramos que resumir la segunda temporada de The Mandalorian con una sola imagen, sería sin duda la del instante en el que el pequeño Grogu contempla con curiosidad a R2-D2 nada más irrumpir en el puente de mando. Dos iconos de la franquicia frente a frente, una perfecta comunión entre el antiguo Star Wars y los nuevos horizontes de una licencia que ha encontrado en la pequeña pantalla su forma más pura, más virtuosa.
Tras la estrepitosa conclusión de la nueva trilogía cinematográfica pocos imaginaban lo que Jon Favreau y su equipo iban a conseguir con la serie de Disney+. Nada menos que unificar el universo creado por George Lucas y dar valor al legado de esta exitosa saga galáctica sin discriminación alguna, respetando por igual todas sus etapas y el talento creativo volcado en cada una de ellas.
Sí bien es cierto que la historia de Mando parte de los eventos narrados en las tres películas originales, no hay un episodio que no esté trufado de elementos extraídos directamente de la iconografía de las precuelas o de series de animación con el sello de Dave Filoni como Las Guerras Clon o Rebels. De este modo, cada nueva emisión supone una feliz celebración para unos aficionados que han visto cómo en las últimas semanas se han invocado personajes tan distinguidos como Bo-Katan, Ahsoka Tano o el mismísimo Luke Skywalker, en un cameo de los que dejan con la boca abierta y que ha contado con el propio Mark Hamill debidamente rejuvenecido mediante técnicas digitales.
Aunque por mucho que nos emocionase ver al maestro jedi acudir al rescate empuñando su inconfundible sable de luz, hemos de decir que ninguna de estas apariciones pueden compararse con la de Boba Fett (Temuera Morrison), todo un mito que vuelve para reivindicar su lugar en una franquicia de la que fue apeado de manera un tanto ridícula por Han Solo sobre las arenas de Tatooine. Su oportuna torpeza convirtió a este cazarrecompensas en una suerte de alivio cómico, una broma de mal gusto que por fin ha sido corregida no sólo con su intervención en la trama del mandaloriano y de su pequeño protegido sino también al ofrecerle la oportunidad de escribir su propio relato.
Tal y como pudimos comprobar en la primera tanda de capítulos la obsesión por volver a las raíces de esta space opera implica sumergirse en la cultura del western. The Mandalorian atesora el sentido del espectáculo implícito en la vertiente más clasicista del género, patente en la filmografía de los grandes directores como John Ford, y se vale de la simbología adherida a la obra de cineastas como Sergio Leone o Enzo Barboni.
A lo largo de la segunda temporada hemos sido testigos de las alucinantes revisiones de múltiples escenas asociadas a este tipo de cine. En El comisario asistimos a las desavenencias entre los hombres del sheriff y los pieles rojas, obligados a cabalgar juntos a fin de dar caza a una bestia feroz. Más adelante en El asedio tuvo lugar una huida desesperada de una diligencia perseguida por insistentes cuatreros, por mucho que estos tuviesen motos voladoras en vez de caballos. Mentar también lo ocurrido en El creyente, en el que las autoridades acuden a una penitenciaría para llegar a un trato con un preso condenado a realizar trabajos forzados para minutos después pelear sobre un tren en marcha contra varios grupos de rebeldes dispuestos a asaltarlo y volarlo en pedazos.
Podríamos seguir, ya que los ocho nuevos episodios que han sido puestos a disposición de los suscriptores del servicio de vídeo bajo demanda han dado para mucho. Si todo va bien de aquí a un año la historia de este peculiar grupo de forajidos continuará con nuevas aventuras, si bien el rumbo que tomará la ficción no está tan claro como antes. El arco argumental de Grogu podría haber quedado cerrado, al menos de momento. Lo ha hecho de una manera coherente por lo que es probable que los guionistas quieran dar un descanso al “niño” y explorar otras tramas que han permanecido en un segundo plano como el resurgir del Imperio, los experimentos de Moff Gideon o la recuperación del Sable Oscuro, que podría dar lugar a una lucha de poder entre Din Djarin y Bo-Katan.
Es de esperar que en estas nuevas aventuras sigan teniendo cabida figuras recurrentes como Cara Dune (Gina Carano), Greef (Carl Weathers) o Fennec (Ming-Na Wen), personajes carismáticos que merecen dejar su huella en la mitología de Star Wars. Tienen a su favor que forman parte de una ficción muy sólida en todos sus aspectos, con unos valores de producción equiparables a los de los mejores blockbusters y que posee una capacidad abrumadora para entretener a la audiencia. No ocurre con frecuencia pero lo cierto es que no se nos ocurre nada con lo que arremeter contra The Mandalorian. Somos muy conscientes de lo que es y para lo que está aquí, por lo que sólo queda disfrutar de la serie. En su bendita vejez. En su gozosa juventud.