Star Trek es una franquicia de nombres propios. A lo largo de sus 55 años de historia hemos sido testigos de los viajes del Enterprise de Kirk y Spock, de Picard y Riker e incluso de Archer y Trip. También de las aventuras de Kathryn Janeway, al mando de la Voyager, y de Benjamin Sisko, figuras ilustres a través de las cuales el universo creado por Gene Roddenberry fue expandiéndose y consolidando su lugar en la cultura popular.
Fue en la séptima y última temporada de Star Trek: La Nueva Generación cuando a sus responsables se les ocurrió la idea de dirigir un capítulo desde una nueva perspectiva, una que alejase al espectador del puente de mando y lo situase en las Cubiertas inferiores. Bajo este título, este refrescante episodio nos mostraba cómo era la vida en la nave insignia de la Flota para todos aquellos que no tenían cabida en las partidas de póker de los oficiales pero que debían dar lo mejor de sí mismos para que todo estuviese a punto. Al fin y al cabo, ni siquiera el bueno de Geordi podía ocuparse él sólo de la sala de máquinas y obrar los milagros que su capitán demandaba cada semana.
Tan interesante premisa ha sido recuperada por Alex Kurtzman, el principal artífice del resurgir de la licencia, para Lower Decks. Esta nueva serie, la primera de animación desde la que fuese emitida a mediados de los setenta, sigue las peripecias de cuatro tripulantes de la USS Cerritos que deberán encontrar su lugar en un entorno marcado por la disciplina militar y las obligaciones propias de la fuerza armada de la Federación de Planetas.
En primer lugar tenemos a Brad Boimler, un alférez un tanto enclenque que ansía convertirse en capitán a base de seguir las normas rigurosamente. Le acompañan Beckett Mariner, una intrépida suboficial sin ningún respeto por la cadena de mando; Tendi, una joven entusiasta asignada al equipo de enfermería; y Rutherford, un prometedor ingeniero que cuenta con unos asombrosos implantes cibernéticos.
Un grupo heterogéneo pero que comparte un poderoso vínculo que nace de la propia jerarquía de la tripulación. Todos ellos ansían destacar en sus funciones y medrar en el escalafón mientras lidian con la indiferencia de sus superiores y la falta de información en cada misión que emprenden, inconvenientes que no han hecho sino perpetuar el hábito de criticar al jefe más allá del siglo XXIV.
Dado que Lower Decks se nutre de los guiones de Mike McMahan, una de las mentes tras la aclamada Rick y Morty y un trekkie confeso, no hace falta decir que la serie se desarrolla desde los más estrictos cánones de la comedia. Toda una novedad en un universo que muy pocas veces ha tenido la oportunidad de reírse de sí mismo y que en esta ocasión se deja llevar por el delirio y la parodia de algunos de sus pilares fundacionales. La inusitada arbitrariedad a la hora de aplicar la primera directriz o la bendita grandilocuencia de los capitanes son llevadas al extremo para deleite de todos aquellos que alguna vez hayan disfrutado de las producciones de Star Trek ya sean para la televisión o la gran pantalla.
Y es que si algo nos ha sorprendido de esta primera tanda de capítulos es la frecuencia con la que su humor apunta al lore más exigente de la franquicia. En vez de optar por referenciar las ficciones más actuales como Star Trek: Discovery o las últimas superproducciones cinematográficas, la serie prefiere dirigirse a los aficionados más entregados. Los que recordarán que en los noventa la doctora Crusher compartió algo más que caricias con un fantasma escocés o que mucho antes de eso al bueno de Kirk estuvo a punto de dejarlo seco una seductora mujer que acabó revelándose como un letal Vampiro de Sal.
Si bien los episodios de Lower Decks son un divertimento apto para cualquier espectador sensible al género, no podemos negar que aquellos que carezcan del bagaje necesario se perderán algo del frenesí trekkie con el que nos obsequia la serie más irreverente de la franquicia. Su humor, eso sí, se siente más cohibido que el de otras producciones de animación para adultos como la ya mencionada Rick y Morty, al fin y al cabo la propuesta maniobra con atrevimiento dentro de los límites de un imaginario preconcebido.
No sería de extrañar que en su segunda temporada la ficción se mostrase aún más descarada, pero en todo caso no imaginábamos que el mantenimiento de los tubos Jeffries pudiera ser una experiencia tan divertida. Larga vida y prosperidad a los donnadies.