‘Valeria’ y sus audios siguen siendo insoportables en la temporada 2

Hacer una serie es algo trabajoso, complicado y con mucho mérito. Somos conscientes de que en toda ficción hay mucho esfuerzo y mucha ilusión, pero a veces la cosa sale mal, o como es el caso, rematadamente mal. Si ya la primera temporada de Valeria olía un poco a naftalina noventera, con ese aire de Sexo en Nueva York trasnochado, la cosa no mejora en la segunda.

Para que una serie de amigas o amigos funcione, dichas personas deben ser, como mínimo, interesantes, e, idealmente, carismáticas. En Valeria, nos ofrecen un grupo típico y tópico que no va nunca más allá de los cuatro rasgos que utilizaron para describirlas en la sinopsis. De profesión insegura, o lanzada, o lesbiana, o en el caso de nuestra protagonista: pesada.

Porque en lo único que siente uno que puede conectar con sus tres amigas es en no tener ninguna gana de escuchar los audios/podcast que manda la buena señora contando lo mismo una y otra vez. Chiquilla, a tus amigas no les importa un pimiento tus reflexiones pseudofilosóficas con conclusiones de baratillo. Y a nosotros tampoco, que eres más pesada que una vaca en brazos dando vueltas en círculos todo el rato con lo mismo.

Si había algo de esperanza en que la mayor implicación de la autora de los libros mejorara algo el asunto… los dos primeros episodios se aseguran de dejar claro que ese no es el caso. Y no ayuda nada que la serie sea tan autoconsciente, que se tome tan en serio. Pero no, estas señoritas tomándose el pollgofre, mientras sueltan chistes malos de los noventa están seguras de que representan a una generación. Que igual lo hacen y soy yo la rara, tampoco digo que no, pero espero en lo profundo de mi alma que no encarnen a gran parte de la población. La verdad sea dicha.

Eso sí, qué bonita sale Madrid en Valeria.

Valeria está disponible en Netflix

Deja un comentario