Hay actores cuya sola presencia en pantalla es más que suficiente para desconfiar de sus personajes, por mucho que sus acciones no hayan revelado todavía su verdadero ser. La mirada gélida de Jason Isaacs o la expresión burlona de Eric Roberts son la prueba delatora que el gran público necesita para etiquetarles como el villano de la función, un registro que se han ganado a pulso a lo largo de su carrera.
¿Pero qué pasa cuando la verdadera amenaza se oculta bajo las candorosas facciones de una estrella juvenil o del eterno héroe de acción? Son muchos los intérpretes que nos han pillado con la guardia baja escogiendo papeles en los que nunca los hubiésemos imaginado. Lo mejor de todo es que a menudo sus apuestas más audaces dan como resultado personalidades tan diabólicas como carismáticas e inolvidables.
Jon Hamm en Baby Driver
El apuesto Don Draper de Mad Men cambió de estilista para participar en la aplaudida cinta de Edgar Wright. Sin el traje inmaculado y el pelo engominado que lo acompañaron durante siete magníficas temporadas el actor optó por una apariencia más descuidada y acorde con la naturaleza de aquel rufián acostumbrado a realizar todo tipo de atracos para costear sus vicios y los de su amante. El bueno de Buddy acababa convirtiéndose en el villano improvisado de la cinta en un último acto en el que daba rienda suelta a toda su brutalidad. Un cambio de registro muy refrescante de una estrella decidida a no encasillarse tras poner punto y final a una brillante etapa televisiva.
Heath Ledger en El Caballero Oscuro
Qué tendrá el Joker que los actores suelen sacar petróleo cada vez que deciden introducirse en su mente retorcida y enajenada. Antes de que Joaquin Phoenix ganase el Oscar por su labor en el filme de Todd Phillips, Heath Ledger ya se había hecho con la estatuilla dorada gracias a su impactante interpretación en El Caballero Oscuro de Christopher Nolan. No está nada mal para alguien que se pasó toda su juventud viendo su cara en las carpetas de las adolescentes de medio mundo, prendadas del encanto rebelde que imprimió en cintas como 10 razones para odiarte o Destino de caballero. Un ídolo juvenil que dejó su huella en el género gracias a este agente del caos que tuvo la desfachatez de arrebatar el protagonismo de su propia película al mismísimo hombre murciélago.
John Goodman en Calle Cloverfield 10
Nadie podía imaginar que este gigante bonachón al que conocimos intercambiando chascarrillos con su adorada Roseanne se iba a convertir en el tipo obsesivo y controlador que vimos en la película de Dan Trachtenberg. Mary Elizabeth Winstead y él mismo se bastaban para dar rienda suelta a un relato de suspense en el que una joven acababa aislada del mundo exterior en un búnker subterráneo regentado por un hombre convencido de que son los únicos supervivientes de un ataque que ha hecho de la superficie un lugar inhabitable. Mientras la protagonista trataba de adaptarse a su nueva situación iría haciendo averiguaciones inquietantes sobre su supuesto salvador que le harían cuestionar algunos puntos de su historia. Buena culpa de que Calle Cloverfield 10 no perdiera un ápice de interés durante sus 103 minutos de metraje la tenía un descomunal John Goodman, capaz de adaptar su interpretación a la naturaleza cambiante de un filme lleno de giros y sorpresas.
Kevin Costner en Mr Brooks
Son pocas las veces que una película se permite otorgar a un villano el protagonismo absoluto de la historia. Y más si es alguien como Mr Brooks, un padre de familia abnegado y un ciudadano modélico que esconde un oscuro alter ego. Uno que se deleita con el asesinato, un arte que ha llegado a dominar y que ejerce con minuciosidad. Ni su propia esposa ni su hija podían imaginar los instintos homicidas que albergaba uno de los hombres más respetados de su comunidad, pero es que a nosotros como espectadores también nos costó ubicar a Kevin Costner en un papel de estas características. Al fin y al cabo hablamos del que fuese Robin de Locksley o el guardaespaldas más célebre del cine, por lo que tiene su mérito que el invento funcionase tan bien.
Sarah Michelle Gellar en Crueles intenciones
Sarah Michelle Gellar se pasó toda la serie de Buffy Cazavampiros con un crucifijo en el cuello, por lo que en principio a nadie le extrañó verle con uno en esta versión remozada de Las amistades peligrosas. Claro que la cosa cambiaba cuando nos percatábamos de que el colgante era en realidad un elaborado estuche para esconder unos gramos de cocaína. La niña diez de la pequeña pantalla nos dejó de piedra con su Kathryn Merteuil, tan llena de malicia e insidia. Sus intrigas dieron forma a una cinta retorcida que dejando a un lado las inevitables comparaciones acabó convirtiéndose en un clásico del cine adolescente. No hemos vuelto a ver a Gellar en un papel semejante, ya que su trayectoria en el cine está trufada de personajes mucho más convencionales en cintas como Sé lo que hicisteis el último verano, Scooby-Doo o La maldición.
Leonardo DiCaprio en Django desencadenado
Aunque con apenas 24 años Leonardo DiCaprio dio muestras de su lado más perverso en El hombre de la máscara de hierro, el hecho de que el actor interpretase a dos personajes opuestos en la misma película nos dejó con las ganas de que el estadounidense abrazase un papel de villano sin reservas. Una oportunidad que Quentin Tarantino le brindó en Django desencadenado, un western delirante en el que Leo asumía el rol de Monsieur Candie, un esclavista cruel y retorcido que gozaba viendo cómo sus mandingos disputaban peleas a muerte. Hablamos de uno de los malvados más memorables de la filmografía del enfant terrible de Hollywood, que no es decir poco, y por supuesto una de las actuaciones más brillantes de un intérprete que quiso quitarse por siempre el sambenito del niño de mirada angelical que le granjeó la entrada en la industria cinematográfica.
Robin Williams en Retratos de una obsesión
El 2002 fue un año extraño para Robin Williams, un actor cuyo nombre es sinónimo de comedia. El actor nunca ocultó su pasión por hacer reír al público, de ahí que acabase siendo mundialmente conocido gracias a películas de corte familiar como Hook, Señora Doubtfire, Jumanji, Jack o Flubber. Y aunque de vez en cuando apagaba su rostro risueño para demostrarnos que también era un gran actor dramático en cintas como El indomable Will Hunting o Más allá de los sueños, podemos contar con los dedos las veces que se puso en la piel del villano. Mentiríamos si dijésemos que no nos extrañó que encadenase dos de estos papeles en Retratos de una obsesión e Insomnia, estrenadas con apenas tres meses de diferencia. El que mejor sabor de boca nos dejó fue el primero, un apacible dependiente de una tienda de revelado rápido y que ansiaba formar parte de una familia con la que dejar atrás su vida solitaria y deprimente. Su trabajo le permitía acercarse a los Yorkin, la familia perfecta que acostumbraba a espiar a través de sus fotos. Sin embargo, cuando descubría que la realidad distaba de ser tan idílica como había fantaseado sus sentimientos se tornaban mucho más nocivos.
Russell Crowe en Salvaje
Parece mentira que quien se hiciese llamar Máximo Décimo Meridio, Comandante de los Ejércitos del norte, General de las Legiones Félix y leal servidor del verdadero emperador Marco Aurelio acabase convirtiéndose en la peor pesadilla de una jovencita. En la película de Derrick Borte el actor australiano interpretaba a un sujeto con graves problemas mentales que a raíz de una discusión con una conductora durante una parada en un semáforo decidía perseguirla sin descanso. Tal vez la cinta, inspirada en clásicos como El diablo sobre ruedas y Un día de furia, se quedase a medio gas. Sin embargo, la interpretación de Crowe fue más que convincente. Un festival de miradas aterradoras a través del parabrisas con las que quitó las ganas al respetable de volver a tocar un claxon de por vida.
Bruce Willis en Chacal
El mismo que mataba terroristas al grito de Yippee Ki-Yai en lo más alto de Nakatomi Plaza o salvaba el planeta perforando un meteorito a punto de impactar contra la Tierra tuvo la ocurrencia de jugar al gato y al ratón con Richard Gere y Sidney Poitier en Chacal, el thriller de 1997 al cargo de Michael Caton-Jones. Parece mentira que Willis, uno de los héroes de acción más grandes de todos los tiempos, se pasase dos horas de metraje dejando un reguero de cadáveres a lo largo y ancho de los Estados Unidos, todo para perpetrar el brutal asesinato de la Primera Dama durante un concurrido discurso. Si le hubiesen dicho a Cybill Shepherd con quién se estaba juntando, posiblemente no le hubiera reído los chistes en Luz de luna.
Macaulay Culkin en El buen hijo
Después de dos entregas de Solo en casa en las que él solito casi acaba con un par de cacos que fueron electrocutados, golpeados, abrasados y lanzados al vacío en repetidas ocasiones muchos ya sospechábamos que el pequeño Kevin McCallister era carne de terapeuta. Con El buen hijo, estrenada tan sólo un año después de su periplo por Nueva York, Macaulay Culkin se quitó la máscara dando vida a un jovencito diabólico como pocos ha habido en el cine. Y si no que se lo digan a Elijah Wood, que todavía tiene pesadillas tras su traumática estancia en casa del primo Henry. Un vil manipulador cuyos impulsos a punto estuvieron de acabar con la vida de su madre y de su hermanita. Desde entonces no hemos vuelto a mirar al actor con los mismos ojos, por mucho que las cadenas acostumbren a reponer cintas tan entrañables como Mi chica o Niño rico.