Obi-Wan Kenobi – La historia que nunca nos contaron

Qué tendrá el desolado Tatooine que para ser el punto más alejado del verdadero centro de la galaxia, tal y como indicaba el joven Luke en el debut de la saga cinematográfica, ha sido un escenario clave en los relatos que han dado forma a la célebre space opera. Si sus arenas pudiesen hablar darían testimonio del origen de la epopeya de los Skywalker, de los desvelos de un mandaloriano en pos de proteger a un pequeño ser sensible a la Fuerza o de la resurrección de un mito del gremio de los cazarrecompensas.

También de los años más oscuros de Obi-Wan Kenobi, escondido del malévolo Imperio tras la caída de la Orden y atormentado por los acontecimientos que tuvieron lugar en el último acto de La venganza de los Sith. Un periodo ignorado en la gran pantalla, sometido a esa elipsis que separa temporalmente las trilogías firmadas por George Lucas y que la serie de Disney+ se ha propuesto explorar a través de una de las figuras más influyentes de este universo.

Si bien el retorno del maestro jedi carece del atrevimiento y la catarsis implícita en el renacimiento de Boba Fett, personaje al que dimos por muerto hace décadas por obra y gracia del voraz Sarlacc, la flamante ficción no teme asumir riesgos a la hora de maniobrar entre los vericuetos de un lore en constante expansión y a la par vulnerable a la transgresión.

No cabe duda de que los artífices de esta ambiciosa producción han jugado con fuego a la hora de encajar las piezas de un relato que ha cruzado prematuramente el camino de Ben Kenobi con el de otros ilustres de la franquicia, como la princesa Leia Organa y el aterrador Darth Vader. Encuentros sobrecogedores a los que se llega con una sucesión de fintas argumentales a menudo incapaces de eludir ciertas incoherencias que piden a gritos la complicidad de los fans, requerimiento ineludible para el disfrute de todos y cada uno de los seis episodios que conforman la temporada.

Sin embargo, sería injusto disimular que cuanto más se acaricia el legado de Star Wars, más interés suscita el visionado de la serie. Contemplar al personaje encarnado por Ewan McGregor espiar al hijo de su otrora padawan mientras se imagina combatiendo en cazas estelares sobre el tejado de su granja evoca emociones tan poderosas como las que suscita su cara a cara con el Lord Sith al que creía muerto desde su duelo en Mustafar.

Obi-Wan Kenobi atesora un buen puñado de momentos memorables, algunos tan tiernos como la consolidación del vínculo entre el afligido jedi y la niña que está destinada a liderar la rebelión, o tan poderosos como la iracunda mirada de Vader a través de su casco fracturado, un plano que bebe directamente de una de las escenas más icónicas de Star Wars: Rebels.

Son muchos los elementos que la ficción de Deborah Chow toma prestados de la vertiente animada de la licencia, así como de otras obras canónicas alejadas de las producciones en imagen real. La irrupción de los inquisidores no es casual, y estamos seguros que jugarán un papel destacado en otras muchas historias que están por contar. Y lo mismo podríamos decir de personajes como el de Reva, cuyo arco de redención presagia un futuro en la franquicia.

No está claro si el viejo Ben contará con una segunda temporada o si estamos ante lo que se suele denominar como una serie evento, pero al menos sí podemos afirmar que ha llegado en el momento propicio. Volver a juntar en pantalla a Ewan McGregor, Hayden Christensen, Joel Edgerton o Jimmy Smits y devolverles los papeles que interpretaron hace ya diecisiete años no es sólo una floritura nostálgica, también un ejercicio de verosimilitud que otorga a la producción una energía especial. Tal vez no sea perfecta y que adolezca de un desenlace un tanto acelerado, pero aun así no nos la hubiésemos perdido por nada del mundo.

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