Persuasion sigue a Anne Elliott, una mujer soltera de 27 años, que se reencuentra con un antiguo amante después de que amigos y familiares la persuadieron de que pusiera fin a su compromiso. Al encontrarse de nuevo después de siete años de diferencia, ambos tienen una segunda oportunidad en el amor. Dakota Johnson interpreta a Anne y Cosmo Jarvis da vida a su amante separado, mientras que Henry Golding interpreta a la prima de Anne. Y hasta aquí llega cualquier parecido entre la adaptación perpetrada por Carrie Cracknell con la obra literaria de Jane Austen. Porque esta película puede que sea un largometraje entretenido… pero a la hora de transmitir el espíritu del libro fracasa miserablemente.
¿Dónde está la tensión?
Si por algo destacan las novelas de Jane Austen es por un manejo exquisito de la tensión. Ya sea externa, a través de las restricciones impuestas por la sociedad, o interna en forma de vergüenza, orgullo o miedo que impide a sus personajes que comuniquen sus emociones libremente. Esta dicotomía entre lo que los personajes desean y su comportamiento social es lo que inunda sus tramas de ese anhelo, de esa necesidad que han fascinado a sus lectores durante siglos.
La adaptación de Netflix fracasa, entre otras cosas, porque no deja espacio para que se genere esa tensión. Hablan demasiado, todo es excesivamente obvio, con sentimientos caricaturescos y superficiales. Nos da una Emma que lloriquea dos segundos tumbada boca abajo en la cama. Ni rastro de auténtico tormento, no hay sutileza ni ninguna razón para que nos preocupe qué ocurre con dos personajes más preocupados porque sepamos que son irónicos e ingeniosos que por transmitir ninguna historia de amor frustrada.
¿Qué te han hecho, Anne Elliot?
A Crackwell se le ha llenado la boca en todas las entrevistas diciendo que querían que el personaje de Dakota Johnson fuera una mujer inconformista, pero a pesar de todo esta película en lo único que tiene éxito es en despojar a Anne Elliot de cualquier tipo de voz o agencia propia.
Casi todas sus decisiones vienen impuestas, sugeridas o forzadas por los personajes que la rodean: desde las nuevas amistades hasta cuidar a los hijos de su hermana. En definitiva, todas aquellas acciones que en la novela surgían de la propia bondad de su corazón. Pero eso no es lo peor, le quitan la oportunidad de defender su decisión ante Wentworth, vuelcan toda la culpa en Lady Russel mientras Anne se regodea en su propia miseria. Al hacer esto eliminan su conversión en una persona que se responsabiliza de sus propias decisiones. La evolución personal de Anne Elliot desaparece de un plumazo dejándonos una cáscara vacía que se mueve a bandazos erráticos.