La precuela de ‘Juego de Tronos’ ha decidido apostar más por lo que hacía especial a su predecesora en las primeras temporadas que por la espectacular de las últimas. Y es uno de sus mayores aciertos poner la ‘Ley sálica’ en el medio y dejar que los bandos conspiren. Así, el reinado de los primeros Targaryen y el origen de la guerra civil llamada ‘Danza de los dragones’ son el punto fuerte de esta nueva serie ambientada en Poniente.
¿El reparto? Bueno, muy bueno. En algunos vemos interpretaciones mucho mejores que en los de la original (ay, Jon Nieve). La serie dramática está protagonizada por Paddy Considine, Matt Smith, Olivia Cooke, Emma D’Arcy, Steve Toussaint, Eve Best, Sonoya Mizuno, Fabien Frankel y Rhys Ifans. Por lo que, en el aspecto interpretativo están más que cubiertos.
La única pega es que, por el momento, no parece que haya personajes en ‘La casa del dragón’ que puedan igualar en carisma a los de la serie madre. El Daemon Targaryen de Matt Smith es fantástico: despiadado, despreciable, con un punto magnético, atractivo, pero con una belleza lo suficientemente extraña para que no descartes la endogamia nada más verlo. Pero se echa en falta la gran sobreabundancia de carisma de los de ‘Juego de Tronos‘. Aquí no hay Tyrions, ni Aryas, ni Tywins, ni Daenerys (aunque lo intenten con Rhaenyra).
En el apartado técnico poca pega puede ponérsele. El mundo de Poniente siempre ha gozado de un apartado de producción impresionante. La serie es visualmente una delicia, desmembramientos en primer plano aparte.
Porque la violencia sigue siendo un punto central de ‘La Casa del Dragon’, tanto como lo fue en ‘Juego de Tronos’. Puede que incluso más, la reina Aemma Arryn protagoniza la que es sin duda una de las escenas más crueles, violentas y viles que hemos visto en televisión. Una escena que demuestra que los creadores de ‘La casa del dragón’ en realidad no piensan cumplir su promesa de reducir la exposición de la crueldad contra la autonomía física de las mujeres.