Crítica ‘Blonde’: Marilyn se merecía algo (mucho) mejor

Fuente: Netflix

Ah, Blonde. Imposible no hablar de ella aunque sea solo para indignarse con la misoginia rampante del guion. O para recalcar que Ana de Armas hace muy buen trabajo a pesar de todo lo demás. O que Andrew Dominik podría haber contado en una hora lo que ha contado en tres, pero que se gusta demasiado a sí mismo como para meter tijera en una película que tiene más de onanismo que de biopic. Marilyn se merecía algo (mucho) mejor

El género biográfico es un tema delicado, especialmente con ciertas figuras a las que su entorno ha engullido, masticado y regurgitado sin ningún tipo de compasión. Es fácil perderse en el morbo fácil y olvidarse de que estamos hablando de una persona. Blonde se olvida de Norma Jean, a pesar de adoptar un enfoque victimista que supuestamente intenta reivindicar a la mujer detrás del mito.

Dominik y la fascinación por la tortura emocional

Intentan escudarse en que es una visión novelada y ficticia de la vida de la artista. Más allá de la futilidad que tenga dicho empeño, o de su falta de propósito, lo cierto es que la película se esfuerza en eliminar cualquier tipo de capacidad de decisión y agenda propia de su protagonista. Blonde se complace en la tortura emocional, presentando una Marilyn permanentemente llorosa. Una Norma Jean movida a bandazos entre los hombres de su vida. Ya estén presentes o ausentes, la humillan e infantilizan hasta límites insospechados.

Fuente: Netflix

Por supuesto, obvia todas aquellas facetas de la actriz que no concuerdan con el estereotipo de víctima sexy en el que se regocija la película. Porque no nos engañemos, Dominik disfruta siendo cruel con Marilyn casi tanto como quitándole la ropa a Ana de Armas.

Sí, Marylin Monroe, Norma Jean, fue una víctima de Hollywood. pero también estuvo involucrada en el movimiento a favor de los derechos civiles, tenía un instinto cómico como pocos en el Hollywood clásico, creó su propia productora porque estaba harta de guiones que la sexualizaban, escribía poesía (y buena), era una ávida lectora y mucho más inteligente de lo que se le ha dado crédito.

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Andrew Dominik dijo que todo el mundo quería ver una versión NR-17 de la vida de Marilyn. Pero lo que queríamos ver es una película que la tratara como un ser humano brillante, vivaz, complejo y contradictorio. No la fantasía masturbatoria de un director que vuelve a convertirla en un juguete roto para divertimento de extraños.

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